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AUTOR DE TIEMPOS PASADOS

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miércoles, 30 de noviembre de 2011

EXPOSICIONES DE TIEMPO



EXPOSICIONES DE TIEMPO


EXPOSICIONES DE TIEMPO
Wilson Tucker

El sargento Tabbot subió las escaleras hasta el departamento de la mujer, en el tercer
piso. El pesado estuche de la cámara le golpeaba contra la pierna al subir y amenazaba
chocar con su rodilla enferma. Pasó el estuche a la mano izquierda y resopló: esa mujer
bien podía haber tenido la amabilidad de morirse en el primer piso.
Había un agente haraganeando en el descanso, custodiando como al descuido la
escalera y el corredor del tercer piso.
Tabbot se mostró sorprendido.
- ¿Cómo, no hay guardián? ¿Todavía están trabajando? ¿Cuál es el departamento?
- Parece que se olvidaron del guardián, sargento - dijo el agente -. También parece que
fueron a buscarlo. Hay un gentío allí adentro; el forense no terminó todavía. Es el
número 33.
Bajó la vista hasta clavarla en el voluminoso estuche.
- Está completamente desnuda.
- ¿Quiere que le haga una buena foto?
- No, señor, ¿cómo voy a querer una foto de ella? Quiero decir, está desnuda, es cierto,
pero ya no es linda.
- Las víctimas de los asesinatos no suelen tener muy buen color - dijo Tabbot.
Siguió por el corredor hasta el número 33 y encontró la puerta entreabierta; se ola una
voz retumbante. Tabbot empujó la puerta y entró en el departamento de la mujer. Era
chico, de no más de dos ambientes, probablemente.
Al primero que vio fue al encargado de tomar las huellas digitales, que trabajaba con un
aerosol y una máquina de rayos ultravioletas portátil sobre una mesita ratona con
cubierta de vidrio; la amarga expresión de su cara revelaba que había una manifiesta
carencia de huellas. Había un teniente de la seccional parado en el otro extremo de la
mesita, observando el barrido de la luz ultravioleta con un aire de serena paciencia;
desvió la mirada hacia Tabbot, hacia el estuche de la cámara y volvió a posarla en la
mesita. Un agente de civil esperaba detrás de la puerta sin hacer nada; dos hombres
con un cesto de mimbre estaban sentados uno en cada brazo de una poltrona,
contemplando por encima del respaldo algo que había en el piso; uno de ellos giró la
cabeza para mirar fijamente al recién llegado y después volvió a concentrar la atención
en el piso. Bastante alejado de la silla un hombre de calvicie pronunciada y abundante
grasa debajo de la ropa se sacudía el polvo de las rodillas de los pantalones; acababa
de ponerse de pie y el esfuerzo le había provocado una respiración seca y entrecortado
que se le escapaba por la boca abierta.
Tabbot conocía al teniente y al forense.
El forense miró el pesado estuche negro que Tabbot acababa de dejar atrás de la
puerta y preguntó:
- ¿Fotografías?
- Sí, señor. Son exposiciones de tiempo.
- Me gustaría que me hiciese algunas copias, entonces; hace ocho o nueve años que
no veo un tiroteo; son muy escasos últimamente.
Señaló con un grueso dedo índice lo que estaba tirado en el piso.
- La mataron a tiros. ¿Qué le parece? ¡Muerta a tiros en esta época! Me gustaría alguna
copia: estoy ansioso por ver a un hombre con agallas para llevar un revólver.
- Sí, señor.
Tabbot dirigió la atención al teniente de la seccional.
- ¿Puede darme alguna pista?
- El caso es bastante confuso todavía, sargento - respondió el oficial -. La víctima
conocía al atacante: pienso que lo dejó entrar y después se alejó de él; él se quedó
donde está parado usted. Tal vez haya habido una discusión pero no una pelea: no hay
nada roto, nada fuera de lugar, ninguna huella digital. Esa perilla que está detrás de
usted fue cuidadosamente limpiada. Ella estaba de pie detrás de esa silla cuando
recibió el tiro y cayó allí. ¿Puede abarcarlo todo?
- Sí señor, creo que sí. Me voy a instalar en la entrada a ese otro ambiente. ¿Es una
cocina?
- Cocina y ducha; este otro ambiente es una combinación de sala de estar y dormitorio.
- Voy a empezar por allí y después me voy a ir acercando. ¿No hay nada en la cocina?
- PIatos sucios, nada más. No hay manchas en el piso. Pero me gustaría que hiciera
algunas tomas de todos modos. Los pisos están limpios en todas partes, salvo detrás
de esa silla.
El sargento Tabbot miró la ventana que había en el otro extremo del cuarto y volvió a
mirar al teniente.
- No hay salida de emergencia - dijo el oficial -. Pero de todos modos fotografíela.
Fotografíe todo lo que vea. Haga su tarea de rutina.
Tabbot asintió con naturalidad y después notó que se le endurecían los músculos
abdominales. Cruzó la habitación hasta llegar a la poltrona y contempló atentamente lo
que había detrás del respaldo. Los hombres del cesto de mimbre dieron vuelta las
cabezas al unísono para mirarlo, compartiendo entre los dos alguna broma macabra,
probablemente a sus expensas. Se le revolvió el estómago a pesar de sus
desesperados esfuerzos por controlarlo.
Era una rubia de cabellos ensortijados de alrededor de treinta años; su cara había sido
bastante atractiva, pero no habría podido ganar un concurso de belleza; estaba lavada
y sin maquillaje. No tenía ninguna joya en las muñecas, los dedos o el cuello y estaba
totalmente desnuda. Le habían volado el pecho, Tabbot parpadeó su sorpresa y su
desagrado, y desvió la vista hacia el estómago y las piernas, con la sola intención de
apartar la atención de ese espectáculo horrible; por un momento pensó que iba a
vomitar el desayuno. Los ojos se le cerraron mientras luchaba férreamente por
controlarse y cuando los abrió se encontró con antiguas estrías abdominales, que
indicaban un embarazo de largo tiempo atrás.
El sargento Tabbot se apartó rápidamente de la silla y se topó con el forense.
- Le dispararon por la espalda - dijo abruptamente.
- Sí, claro.
El gordo jadeante daba vueltas alrededor de él con fastidio.
- Hay un pequeño agujerito en la espina dorsal. Un pequeño orificio de entrada y uno
enorme - ¡vaya si es enorme! - de salida; el disparo destruyó la caja torácica al salir. Es
natural que sea así si, como pienso, le dispararon con una pistola de calibre grueso.
Miró el pie desnudo que se asomaba por detrás de la silla.
- Es la primera muerte por disparo que veo en ocho o nueve años. ¿Se da cuenta? Hay
alguien que lleva un revólver.
Hizo una pausa para jadear y después señaló con el mismo dedo gordo a los hombres
del cesto.
- Levántenlo y váyanse, muchachos. Vamos a hacerle la autopsia.
Tabbot se dirigió a la cocina.
En la mesa de la cocina vio un plato sucio, una taza de café, una cuchara, un tenedor y
migas de tostada; una azucarera sin tapa y un tarrito de crema instantánea para el café
completaban el decorado. Buscó debajo de la mesa el cuchillo y la manteca que
faltaban.
- No la busque - dijo el teniente -. Le gustaba la tostada limpia.
Tabbot se dio vuelta.
- ¿Cuánto tiempo hace de este desayuno? ¿Cuánto tiempo hace que está muerta?
- Hay que esperar el informe del forense para eso, pero yo diría que unas tres o quizá
cuatro horas. La cafetera estaba fría, el cuerpo estaba frío, las manchas de huevo
estaban secas. Digamos algo más de tres horas.
- Eso me da un buen margen - dijo Tabbot -. Si hubiera sucedido ayer a la noche,
simplemente agarraba la cámara y me volvía a casa.
Buscó con la mirada un movimiento que había captado con el rabillo del ojo y vio a los
hombres del cesto de mimbre que cruzaban la puerta de entrada con su carga y salían
al corredor. Volvió rápidamente la mirada a la mesa de la cocina.
- Huevos y una tostada limpia, café con crema y azúcar. No nos sirve de mucho.
El teniente sacudió la cabeza.
- No estoy preocupado por ella; me importa un carajo lo que comió. Que se ocupe el
forense de su desayuno; él ya nos dirá cuánto hace que lo tomó y ya veremos. Me
importan más sus placas; quiero ver la foto del asesino.
- Esperemos que haya habido luz de día y que haya sucedido esta mañana - dijo
Tabbot -. ¿Está seguro de que no es el desayuno de ayer? No tiene sentido armar el
aparato si sucedió ayer a la mañana o ayer a la noche. Mi límite de exposición cae entre
las diez y las catorce horas... y usted sabe bien qué pobres son las fotografías de
catorce horas atrás.
- Fue esta mañana - le aseguró el oficial -. Ayer a la mañana fue a trabajar, pero cuando
no fichó esta mañana y no respondió al teléfono, alguien del negocio vino a preguntar
qué pasaba.
- ¿Y ese alguien tenía llave?
- No, y eso elimina al primer sospechoso. El portero lo dejó entrar. Entre paréntesis,
¿me podría sacar una foto de la puerta para corroborar su relato? Fue unos minutos
después de las nueve; no recuerdan exactamente.
- Cómo no. ¿Qué tipo de negocio? ¿De qué se ocupaba?
- Una juguetería. Hacía muñecos de Navidad.
El sargento Tabbot pensó un rato y después dijo:
- Lo primero que le pasa a uno por la cabeza son las armas de juguete.
El teniente le respondió con una sonrisa tensa y malhumorada.
- Tuvimos la misma idea y enviamos hombres para que inspeccionaran el negocio; ya
se sabe, negocios de mercado negro, juguetes o el mismo artículo pero de verdad. No
tuvimos suerte; desde que se aprobó la ley Dean no volvieron a fabricar nada parecido
a un revólver. Era un negocio honesto.
- Le tocó un caso difícil, teniente.
- Confío en sus fotografías, sargento.
Tabbot consideró que era una buena indirecta. Volvió al otro cuarto y descubrió que
todos se habían ido salvo el silencioso agente de civil. El detective estaba sentado en el
sofá detrás de la mesita ratona y lo observaba mientras abría el estuche. Colocó un
trípode a un metro y medio de la puerta aproximadamente. La cámara en sí era un
instrumento pesado, difícil de manejar, y para colocarla en el trípode hubo de emplear
una buena dosis de gruñidos y un insulto entre dientes por un dedo machucado.
Cuando quedó sólidamente afirmada sobre el trípode, Tabbot tomó un rollo de película
del estuche suplementario y lo colocó en la parte posterior de la cámara. Lo último que
acomodó fueron una lente y el cronómetro; Tabbot se aseguró de que la lente estuviera
limpia.
Enfocó la puerta de entrada y buscó en el bolsillo la regla de cálculos. Controló el
tiempo actual y después retrocedió para obtener cuatro exposiciones: a las nueve, a las
nueve y cinco, a las nueve y diez y a las nueve y cuarto, que probablemente cubrían la
llegada del portero y del empleado de la juguetería; amartilló y disparó el cronómetro y
después controló que la película de nylon estuviese corriendo adecuadamente después
de cada exposición. Anotaba los detalles de cada toma en una libreta para facilitar
luego una identificación más segura de las placas.
El agente de civil quebró su silencio sepulcral.
- Es la primera vez que veo funcionar uno de estos aparatos.
- Estoy tomando fotografías desde las nueve hasta las nueve y cuarto de esta mañana -
respondió con calma Tabbot -. Si tengo suerte, voy a fotografiar al portero abriendo la
puerta; si no tengo suerte, sólo obtendré un movimiento borroso... o absolutamente
nada, y entonces tendré que empezar de nuevo y hacer una exposición por cada minuto
posterior a las nueve hasta que lo encuentre. Una imagen borrosa de la puerta que se
abre me indicará que estoy cerca de lo que busco.
- ¿Buenas fotografías?
Parecía escéptico.
- ¿A las nueve? Claro que sí; a las nueve ya había luz suficiente en esa ventana y no
pasó demasiado tiempo. Las condiciones son satisfactorias. El asunto se pone bravo
cuando intento obtener exposiciones nocturnas con una o dos lámparas encendidas
solamente; en este caso simplemente hay luz suficiente. ¡Cómo me gustaría que todo
sucediese siempre al aire libre, en un día soleado... y no más de una hora antes de mi
llegada!
El detective gruñó e inspeccionó la cámara, que hacía tic tac.
- Llevé algunas de sus fotografías a la corte una vez; fue el caso del robo del banco el
año pasado. Las fotografías eran malas, el juez las descartó y el caso no pudo
resolverse.
- Lo recuerdo - dijo Tabbot -. Y pido disculpas por la mala calidad del trabajo. Esas
placas se tomaron sobre el límite de tiempo: catorce horas, tal vez algo más. La cámara
y la película son prácticamente inútiles más allá de las diez o las doce horas;
simplemente había pasado demasiado tiempo. Uso la mejor película que hay en plaza,
pero no puede registrar una imagen como la gente de un pasado que supere las doce
horas. Las placas del banco que usted llevó no eran más que sombras veteadas: eso es
todo lo que puedo obtener para un pasado comprendido entre las doce y las catorce
horas atrás.
- ¿Y nada pasadas las catorce horas?
- Nada en absoluto. Lo he intentado, pero nada.
La cámara dejó de hacer tic tac y se detuvo sola. Tabbot la hizo girar sobre el trípode y
apuntó en dirección al sofá. El detective se levantó de un salto.
El sargento protestó.
- No se levante; usted no estorba, La lente no lo ve ahora.
Hizo un gesto de despedida al teniente desde la puerta y salió del departamento dando
un portazo.
- Todavía está amargado por esas fotografías del banco - dijo el oficial.
Tabbot hizo un gesto de asentimiento e introdujo una sola modificación en el
mecanismo de tiempo. Disparó el obturador para una exposición y luego le sonrió al
teniente.
- Le enviaré una fotografía de él mismo sentado allí hace tres minutos. Quizás eso le
levante el ánimo.
- O lo ponga tan furioso que lo haga echar.
El sargento inició una nueva serie de cuentas con la regla de cálculos y se dedicó a las
fotografías de rutina de la habitación desde las seis hasta las nueve de la mañana.
Enfocó con la cámara la mesita ratona, la entrada a la cocina, la poltrona, la ventana
que estaba detrás de la poltrona, otra sillita y una biblioteca que había en la habitación,
el piso, un jarrón con flores artificiales que estaba apoyado sobre un estantecito encima
del radiador, una lámpara de pie, otra que colgaba del techo y, por último, tomó
fotografías de la habitación desde distintos ángulos, caminando en círculo y regresando
luego a la puerta de entrada. Tabbot volvió a controlar sus cuentas y después dedicó
una atención especial a la puerta y al sector contiguo, donde él había estado parado al
entrar.
La cámara hurgó y espió y escudriñó en el pasado reciente, en la última mañana de
vida de la rubia desnuda, registrando en la película de nylon imágenes que ya hacía
tres o cuatro horas que habían desaparecido. En el curso del relevamiento circular - al
pasar entre la biblioteca y el jarrón con flores artificiales - una señal luminosa indicó que
se había acabado el rollo de película, y la cámara interrumpió su tarea hasta que
Tabbot colocó un nuevo rollo. El sargento hizo un pequeño ajuste en cronómetro para
compensar el tiempo perdido, numeró el rollo terminado y el nuevo y continuó con sus
pormenorizadas anotaciones para cada ángulo y cada serie de exposiciones. La
cámara ignoraba el presente e indagaba en el pasado.
- ¿Cuánto falta? - preguntó el teniente.
- Una hora más para los preliminares; puedo terminar con la cocina en una hora más, y
digamos unas dos o tres horas para las segundas tomas, después de fijar áreas
restringidas.
- Se me está amontonando el trabajo.
El oficial se rascó la nuca y después se agachó para espiar por la lente.
- Me podrá encontrar en la seccional, probablemente. Haga copias adicionales de las
placas claves.
- Sí, señor.
El teniente abandonó su inspección de la lente y echó una última ojeada general a la
habitación. A diferencia del detective, no cerró dando un portazo.
La rutina del relevamiento fotográfico siguió adelante.
Tabbot movió la cámara hacia atrás y se ubicó en la entrada a la cocina para cubrir un
ángulo más amplio de la habitación; enfocó el sofá, la poltrona y nuevamente la puerta.
Quería recuperar esos pocos momentos esenciales, cuando se había abierto la puerta y
había entrado el asesino para disparar el arma prohibida. Cambió por un gran angular y
fotografió todo el cuarto en una serie de tomas cada diez minutos sobre un período total
de tres horas; el escenario quedó documentado en forma exhaustiva.
Cambió de rollo para empezar con la cocina.
Una idea descabellada detuvo su mano, lo Interrumpió en el acto de girar la cámara.
Retrocedió sobre sus pasos hasta la poltrona, dio la vuelta, se ubicó detrás de ella,
evitando pisar la sangre derramada, y se encontró en línea recta entre la puerta y la
ventana. Tabbot miró por la ventana imaginando un revolver a sus espaldas y giró
lentamente sobre sí mismo para dirigir la mirada hacia la puerta: la temprana luz del sol
que entraba por la ventana debió de haber iluminado la cara del hombre. La cámara,
colocada en ese lugar, debería fotografiar la cara del atacante y registrar también la
detonación del revólver.
Tabbot arrastró el trípode y la cámara a través de la habitación y los ubicó en esa
posición, detrás de la poltrona y apuntando hacia la puerta. Volvió a cambiar la lente.
Hizo nuevos cálculos.
Si tenía suerte en esta serie, el asesino dispararía hacia la cámara.
El relevamiento fotográfico de la cocina fue prácticamente una repetición del de la otra
habitación y llevó un poco menos de tiempo.
Tabbot fotografió la mesa, dos sillas, los platos sucios, los restos de tostada, la cocinita,
la vieja heladera, las alacenas empotradas sobre la pileta y sobre la mesada, la pileta
misma, un bañito muy estrecho, disimulado como cuarto de limpieza detrás de una
puertita angosta, y la puerta plegadiza de la ducha, que estaba manchada; la flor
todavía goteaba.
Abrió la puerta de la heladera y encontró media botella de vino tinto junto con las demás
provisiones. Hizo dos tomas, a una hora de distancia una de la otra. Indagó en el
estrecho territorio del baño unas pocas tomas al azar con la esperanza de que la rubia
no estuviese sentada allí. El cuarto de la ducha estaba revestido con símil azulejos
blancos, que sufrían ahora el efecto de las manchas de óxido debajo de una flor que
goteaba: dos exposiciones a modo de prueba porque el compartimiento incluía también
un mini lavabo, un espejo y un tomacorriente a prueba de humedad; notó con un aire de
aprobación algo distraído que el toma carecía de instalación para enchufar la máquina
de afeitar.
Tabbot volvió a colocar el gran angular para la toma general; no había ventana en la
cocina y notó que tampoco había salida de emergencia, una lamentable violación de las
reglamentaciones contra incendio.
Con eso se completaron las tomas preliminares.
Tabbot buscó su documento de identidad en el bolsillo, reunió los rollos de película
usados y salió del departamento. No había ningún guardián que le impidiera atravesar
la puerta: le clavó la mirada al agente, que seguía haraganeando en el corredor, como
mostrándose sorprendido.
El agente leyó su expresión.
- Enseguida viene, sargento, enseguida viene. Supongo que para estas horas el
teniente ya habrá conseguido alguno, así que quédese tranquilo que ya viene.
Tabbot guardó el documento de identidad en el bolsillo.
- ¿Es cierto que le dispararon, como dicen? ¿Que le dispararon por la espalda y le
atravesaron el estómago de lado a lado?
Tabbot asintió con incomodidad.
- De lado a lado, sí, pero no el estómago sino la caja torácica. Alguien le disparó un
revólver de mucho calibre. ¿Quiere una copia? Podría pegarla en su armario.
- ¡Cruz diablo! ¡No!
El hombre echó una ojeada al corredor y volvió a mirar al sargento.
- Oí que el forense decía que era obra de un profesional; sólo los profesionales son lo
suficientemente locos como para seguir llevando armas, considerando a lo que se
arriesgan.
- Eso creo; hace años que no sé de un amateur que lleve revólver. La sentencia de
prisión no redimible que se prevé para la portación de armas les pone los pelos de
punta.
Tabbot cambió los rollos de mano para mantenerlos apartados de la rodilla lastimada al
bajar la escalera.
La calle brillaba bajo la luz del sol (el tipo de escenarios luminosos en que el sargento
Tabbot deseaba que se desarrollase todo para obtener los mejores resultados; con un
sol brillante podía reproducir imágenes bastante superiores a las sombras veteadas,
incluso sobre el límite máximo de las catorce horas)
Su camión era el único vehículo policial estacionado junto al cordón.
Tabbot subió al furgón y cerró la puerta. Puso en funcionamiento la reveladora y la
secadora en medio de una oscuridad total y empezó a volcar en el tanque la película del
primer rollo. Cuando la cola de esa primera película se zafó del rollo y desapareció,
colocó en la ranura la guía de la segunda. Luego le tocó el turno a la tercera. El
sargento se sentó en un banco y esperó en la oscuridad a que las máquinas terminaran
sus ciclos y le entregaran los negativos de nylon. Después de un rato se estiró para
poner en marcha la ampliadora y se dedicó a esperar sentado.
No podía borrar la imagen de la mujer con el pecho reventado; era más vívida en la
oscuridad del camión que bajo la brillante luz del día. Esta vez no se le revolvió el
estómago y supuso que se estaba acostumbrando al recuerdo o que la imagen ya se
había instalado definitivamente en el pasado. Algunas de las fotografías que estaban a
punto de completarse bien podían resucitar esa imagen de pesadilla.
El forense creía que algún encapuchado había asesinado a la mujer que hacía
muñecos de Navidad, algún asesino profesional que hacía tan poco caso de la ley
sobre portación de armas como de cualquier otra ley. Tal vez sí, tal vez no. Había
militares y marinos que seguían haciendo entrar armas de contrabando al país cuando
volvían de sus puestos de ultramar; Tabbot había oído hablar a menudo de eso y había
visto algunos de esos tipos temerarios en la cárcel. Por alguna razón que no llegaba a
comprender los ex marines que habían hecho el servicio en China eran los que violaban
la ley del modo más flagrante: superaban a los contrabandistas de los demás servicios
en una proporción de tres (o cuatro) a uno y las duras sanciones que fijaba la ley Dean
no los acobardaba en lo más mínimo. El Congreso, con toda sabiduría había
proclamado que sólo los oficiales de paz y el personal militar en servicio activo tenían el
privilegio de portar armas de fuego; cualquier otra arma debía ser entregada y destruida
por ley.
Tabbot no tenía revólver ni oportunidad para usarlo. El agente del tercer piso llevaba un
arma, y también el teniente, y el policía de civil, pero no creía que el forense tuviese
uno, ni tampoco los hombres del cesto, La ley Dean establecía rígidas penas de prisión
no redimible para los ciudadanos que estuviesen en posesión de armas, pero los
Marines continuaban llevándolas y de vez en cuando algún civil caía bajo los disparos
de un revólver. Como la mujer que hacía muñecos de Navidad.
Un suave zumbido indicó el final de la tarea de revelado. Tabbot sacó las tres cintas de
negativo de nylon de la rueda dentada de la secadora y las introdujo en la ampliadora.
El tiempo de espera resultó sensiblemente menor. Tres largas tiras de fotografías
impresas rodaron fuera de la ampliadora y cayeron en sus manos. Tabbot no perdió el
tiempo en cortarlas una por una.
Echándose dos de las tiras al hombro y con la tercera en la mano se dirigió a la puerta
del camión y la abrió, El brillo del sol lo hizo parpadear y los ojos le lagrimearon.
- ¡Oh, no! ¿Qué mierda habrá pasado? - gritó casi.
Las copias eran oscuras, mucho más oscuras de lo que les correspondía. Sabía sin
necesidad de recurrir a las cifras anotadas en su libreta que las exposiciones habían
tenido lugar después de la salida del sol, y sin embargo las copias eran oscuras, Tabbot
fijó la vista en el frente del edificio tratando de identificar la ventana en cuestión y
después volvió a mirar, desconcertado, las tiras de película.
La habitación que servía de sala y de dormitorio estaba a oscuras. Mirando más de
cerca, parpadeando contra la fuerte luz, distinguió cuatro series temporales de
exposiciones de la puerta de entrada; la tercera mostraba las siluetas oscuras del
portero y de otro hombre con la boca abierta: nueve y diez de la mañana. La quinta
fotografía era una brillante imagen del policía de civil sentado en el sofá y conversando
con Tabbot. La sexta y las siguientes: imágenes oscuras del sofá convertido en cama
(faltaba la mesita ratona), la entrada a la cocina apenas discernible, la poltrona (y ahí
cerca la mesita), la ventana... Miró con desaliento la ventana: ¡las malditas cortinas
estaban corridas e impedían el paso de la luz matinal!
Tabbot controló precipitadamente la segunda tira, que colgaba sobre su hombro:
igualmente oscura. Tanto la lámpara de pie como la del techo estaban apagadas; las
cortinas habían estado corridas toda la noche y el cuarto estaba sumido en un profunda
oscuridad. Apenas se reconocía el radiador, el jarrón con flores, la biblioteca, la sillita y
numerosas exposiciones de la puerta cerrada; las fotografías del piso eran
prácticamente negras. Luego la cámara cambiaba de posición, moviéndose hacia la
entrada de la cocina y fotografiaba el dormitorio con un gran angular: negra frustración.
La cama se había convertido nuevamente en un vulgar sofá, la mesita había retrocedido
a su posición correcta, las demás piezas del mobiliario no habían sido modificadas, las
cortinas cubrían la única ventana, las luces seguían apagadas. Miró de reojo las tomas
finales y contuvo el aliento: una figura - una figura oscura y borrosa - estaba de pie junto
a la esquina más alejada de la mesita mirando hacia la puerta cerrada.
Tabbot se apoderó ansiosamente de la tercera tira.
Los cuatro primeros cuadros no mostraban más que la imagen de una puerta cerrada;
el quinto explotaba en el halo brillante de un fogonazo: el revólver había disparado en
dirección a la lente.
El sargento Tabbot se precipitó fuera del coche, cerrándolo de un portazo al salir, y
trepó por la escalera hasta el tercer piso. La rodilla lastimada reclamaba un paso más
reposado. El joven agente había abandonado su puesto.
Había un guardián bloqueando la entrada al departamento.
Tabbot se le aproximó con toda cautela mientras registraba los bolsillos en busca del
documento de identidad; a una distancia de sólo sesenta centímetros sintió las primeras
y desagradables puntadas en la ingle: si intentaba deslizarse hacia el departamento
sorteando la máquina, el maldito artefacto haría todo lo posible por sacarle las tripas.
Los testículos eran la zona más vulnerable. Un guardián le recordaba siempre a una
manguera de incendios de la segunda generación, pero ni aún si lo torturaran en una
seccional iba a poder describirle a nadie en forma convincente cómo era exactamente
una manguera de incendios de la segunda generación; el torturador insistiría en que
sólo se trataba de un símbolo fálico.
El guardián estaba hecho de acero inoxidable y plástico incoloro; llegaba a la altura de
la cintura y tenía una ranura y una linterna fosforescente en la cabeza, que terminaba
en punta. Generaba una emisión fulgurante y controlada, una radiación de alta
frecuencia capaz de destruir el tejido animal. Esas máquinas resultaban
asombrosamente útiles para mantener adentro a los prisioneros y afuera a los
ciudadanos demasiado curiosos. Tabbot insertó su tarjeta de identificación en la ranura
y esperó que la fosforescencia de la linterna disminuyera gradualmente.
Había un teléfono en el suelo, junto al extremo más alejado del sofá, medio escondido
entre una pila de libros polvorientos; al parecer la mujer leía novelas de cowboys.
Tabbot discó el número de la seccional y esperó a que el operador ubicara al oficial.
- Habla Tabbot. ¿Quién abrió las cortinas? - preguntó abruptamente.
- ¿Qué carajo me está...? ¿Qué cortinas?
- Las cortinas que cubren la única ventana que hay en la habitación. ¿Quién las corrió
esta mañana? ¿Cuándo?
Hubo un silencio intencionado.
- Sargento, ¿no sirven las fotografías?
- Casi no sirven, señor. Obtuve una excelente foto del detective sentado en el sofá
después de que hubiesen apartado las cortinas.
Vaciló un instante mientras consultaba la libreta de anotaciones.
- El disparo se produjo esta mañana a las seis cuarenta y cinco; el portero abrió la
puerta a las nueve y diez. Y la placa del agente de civil me salió estupenda.
- ¿Eso es todo?
- Todo lo que puede servir. Tengo una foto sucia y oscura de alguien mirando hacia la
puerta, pero no puedo decirle si ese alguien es hombre o mujer, si es verde o colorado.
- ¡Mierda! - exclamó el teniente.
- Lo mismo digo, señor.
- Fue el forense quien apartó las cortinas; quería más luz para mirar el cadáver.
- Ojalá la hubiera apartado ayer por la noche antes de que ella se hubiera convertido en
cadáver - dijo, pensativo.
- ¿Está seguro de que no sirven?
- Mire, señor, si las presentara a la Corte y tuviese que vérselas con el juez del que
hablábamos hoy, lo expulsaría del tribunal.
- ¡Carajo! ¿Y qué va a hacer usted ahora?
- Volveré a concentrarme en las seis cuarenta y cinco y trabajar sobre el disparo.
También podría seguir a ese alguien borroso mientras se dirige hacia la puerta...
supongo que era la mujer que iba a abrir para hacer entrar al asesino. Pero no se haga
ilusiones, teniente. Es un caso perdido.
Otro silencio y después.
- Está bien. Haga lo que pueda. Linda noticia la que me dio, sargento.
- Sí, señor.
Dio por terminada la comunicación.
Tabbot arrastró la voluminosa cámara hasta ubicarla junto a uno de los extremos de la
mesita y enfocó hacia la puerta; pensaba que el encuadre abarcaría a la mujer
caminando hacia la puerta, abriéndola, alejándose de ella y al atacante entrando, todo
en la más lóbrega oscuridad. Introdujo un nuevo rollo en la cámara e inspeccionó la
lente por si hubiese alguna basurita. Después empezó a calcular el tiempo. La cámara
comenzó su tarea con las exposiciones que comprendían el momento crítico del disparo.
Tabbot fue hacia la ventana para concluir su examen de la tercera tira de fotografías,
las que correspondían a la cocina. La gran mayoría de los cuadros estaban tan oscuros
como los del dormitorio, pero se iluminaban de pronto después del momento en que
había cambiado por el gran angular, al iniciar la serie de enfoques generales: alguien
había encendido la luz del techo.
Tabbot pudo ver a una mujer desnuda sentada a la mesa: tenía las dos manos
plegadas sobre el estómago, como si apretara un rollo de carne. Detrás de ella se veía
la estrecha puerta del baño, que estaba entreabierta. La mesa estaba vacía. Tabbot
frunció el ceño al ver a la mujer, su postura, y después buscó entre sus notas el tiempo
de exposición retroactiva: las seis y cinco. La mujer que fabricaba muñecos de Navidad
estaba sentada junto a una mesa vacía a las seis y cinco de la mañana, mirando hacia
su izquierda y agarrándose el estómago con las manos. Tabbot se preguntó si tendría
hambre y estaría esperando que alguna sirvienta imaginaria le preparara y sirviera el
desayuno: huevos, café, una tostada limpia.
Buscó la foto de la cocinita: había una llamita de gas debajo de la cafetera; ni rastros de
huevos fritos... bueno, tal vez los freía sólo tres minutos, y como las fotos se habían
tomado con intervalos de cinco y diez minutos...
Miró otra vez a la mujer y se disculpó por el pésimo chiste: cuarenta minutos más tarde
iba a estar muerta.
Otro dato interesante en la tercera tira era un delgado haz de luz debajo de la cortina de
la ducha. Tabbot retrocedió y recorrió la tira en busca de las dos exposiciones que
enfocaban la ducha, pero las encontró oscuras y el compartimiento estaba vacío: se
había equivocado en la hora.
La cámara se detuvo sola a sus espaldas, reclamando su atención.
Tabbot arrastró el aparato a través del salón hasta ubicarlo en una posición de privilegio
junto al brazo del sillón y volvió a enfocar la puerta. Ajustó el cronómetro para obtener
una segunda versión de las escenas recién registradas, pero no esperaba encontrar
más que una sombra entrando, disparando y yéndose; una figura oscura en un cuarto
en sombras.
Empezó una nueva serie sobre la base de esa fotografía del fogonazo.
Volvió a concentrar su atención en la mujer sentada a la mesa: estaba con las manos
crispadas sobre el estómago, mirando hacia su izquierda ¿mirando qué?
En un arrebato, Tabbot fue a la cocina y se sentó en la silla que había ocupado ella; la
misma posición, el mismo ángulo. Se apretó el estómago con las manos y miró hacia su
izquierda, reproduciendo la misma dirección de la vista: lo que veía era el cuarto de la
ducha.
Una de las fotografías le había dado un haz de luz debajo de la cortina... no, de la
puerta plegadiza manchada y la línea de separación tenía gotas de agua.
- ¡Ahora sí! - dijo en voz alta.
Extendió las tiras sobre la mesa para tener las manos libres y luego examinó las
anotaciones de su libreta, una por una. Cada una de las placas había indagado en el
pasado a las seis y cinco de la mañana: alguien había tomado un baño mientras la
mujer estaba sentada junto a la mesa.
Volvió a mirar las últimas fotografías de la segunda tira (la que correspondía al segundo
rollo): una figura - oscura y de contornos imprecisos - estaba mirando hacia la puerta
cerrada; eran las seis y cuarenta, cinco minutos antes del disparo.
¿Era posible que la mujer se hubiera quedado allí, simplemente, esperando durante
cinco minutos que golpearan a la puerta? ¿O la había abierto sólo un instante después
de la exposición, habla dejado entrar al hombre, había discutido con él y cinco minutos
más tarde había muerto junto a la silla? Cinco minutos era tiempo suficiente para una
disputa, un acalorado intercambio de palabras, una amenaza y un disparo.
Tabbot se agarró con las manos del borde de la mesa.
- ¿Qué había pasado con el hombre de la ducha? ¿Se había quedado allí, en remojo,
durante cuarenta minutos, mientras asesinaban a la mujer? ¿O había salido, se había
secado, había engullido su desayuno y dejado el departamento unos minutos antes de
la llegada del atacante?
Tabbot se respondió: no, no, no y tal vez.
Saltó con tal violencia de la silla que la hizo caer. El teléfono seguía detrás de la pila de
novelas de cowboys.
El que respondiera a su llamada bien podía ser uno de los hombres del cesto de
mimbre.
- Morgue del distrito.
- Habla el sargento Tabbot, del Departamento de Fotografía. Tengo unas placas
preliminares de la mujer del departamento: estuvo sentada a la mesa de desayuno
entre las seis y las seis y cuarto. ¿Coincide eso con la autopsia?
- Dio en el clavo, sargento - dijo con júbilo la voz -. La tostada todavía estaba allí, ¿me
entiende?
- Sí, le entiendo - respondió con voz poco firme -. Les enviaré las fotografías.
- Ey, espere, espere; hay algo más. Estaba embarazada desde hacía poco, dos meses
quizá.
Tabbot tragó saliva. Una imagen involuntaria trataba de formarse en su mente: la mesa
de autopsia, una o dos cuchilladas, el inventario de los contenidos del estómago.
Rechazó la idea y dejó el teléfono en el suelo.
- Pensé que había sido el hombre de la ducha el que se había tomado el desayuno.
Pero no fue él, no fue él - dijo desesperadamente en voz alta.
El teléfono, mudo, no le respondió.
La cámara dejó de indagar en el pasado.
Tabbot arrastró el aparato a la cocina y buscó una nueva posición detrás de la silla de la
mujer para abarcar la mesa, la cocinita y el cuarto de la ducha. Programó el cronómetro
para exposiciones con diferencia de dos minutos entre una y otra; calculó la primera a
las seis. Comenzó la prueba. Tabbot, pasó junto a la ventana y salió de la cocina para
examinar una vez más las descorazonadoras fotos preliminares.
La puerta de entrada, el portero y otro hombre en el umbral, la resplandeciente belleza
de la foto con el detective sentado en el sofá, las fotos en sombras del sofá abierto para
servir de cama... Tabbot se detuvo e investigó más de cerca: ¿había una o dos figuras
tendidas en la cama? La siguiente: la entrada a la cocina, la poltrona, la mesa ratona
cambiada de lugar, la ventana con las cortinas corridas.
Siempre lo mismo, una y otra vez. Oscuridad. Pero, ¿había una o dos personas en la
cama?
Y luego de esa fotografía: alguien borroso y de contornos imprecisos mirando hacia la
puerta cerrada. ¿Estaba caminando en ese momento hacia la puerta y se lo había
sorprendido a mitad de camino? ¿Era el hombre de la ducha?
Tabbot dejó caer las fotografías y corrió hacia la cocina.
La cámara no había terminado aún con la serie programada pero Tabbot la sacó
violentamente de su posición y la arrastró por la cocina; el trípode dejó marcas en el
suelo. Hizo a un lado la mesa, detuvo el cronómetro y abrió de un tirón la puerta
plegadiza para introducir la lente en el compartimiento de la ducha. Enfocó el pequeño
lavabo y el espejo que colgaba sobre él, esperando obtener luz suficiente reflejada por
los azulejos blancos. Introdujo un nuevo rollo y trabajó febrilmente con la regla de
cálculos, consultó una y otra vez las anotaciones para estar seguro de la hora. Colocó
el cronómetro y puso en marcha la cámara. Retrocedió y esperó.
El teniente se había equivocado.
La mujer que fabricaba muñecos de Navidad no había ido hacia la puerta ni había
dejado entrar a un hombre alrededor de las seis y cuarenta de la mañana; no había ido
en ningún momento hacia la puerta. Había muerto detrás de la silla mientras se dirigía
hacia la ventana para apartar las cortinas. Su atacante había pasado allí la noche,
había dormido con ella en el sofá-cama hasta poco antes de las seis; después se
habían levantado y uno de ellos había usado el baño mientras el otro plegaba la cama.
Él había entrado a la ducha mientras ella se sentaba a la mesa. En ese intervalo ella se
había apretado el vientre y después había desayunado. Se había originado una
discusión - o tal vez retomado la de la noche anterior - y luego el hombre había
aparecido en la cocina, entonces oscurecida, se había vestido y había intentado irse sin
desayunar.
La discusión había continuado en la sala; la mujer había ido hacia la ventana para dejar
entrar la luz del sol matinal mientras el pistolero profesional vacilaba entre la mesita y la
puerta. Se volvió a medias, disparó y huyó.
- Hay un pequeño agujero en la espina dorsal...
Tabbot pensó que el teniente estaba muy equivocado; en menos de una hora tendría
las placas para probar que estaba equivocado.
Para ahorrar algunos minutos, llevó el rollo terminado al camión que estaba abajo e
introdujo la película en el tanque de revelado. Era molesto tener que preocuparse por el
guardián cada vez que entraba y salía y Tabbot violó el reglamento, dejándolo inerte.
En el momento en que salía del camión pasó un patrullero de la policía, pero no obtuvo
más que un distraído movimiento de cabeza por parte del acompañante del conductor.
La rodilla de Tabbot empezó a hacerse sentir cuando subió la escalera hacia el tercer
piso en la que parecía ser la centésima vez en el día.
La cámara había completado las tomas del lugar y se había detenido.
Tabbot se preparó para partir.
Llevó su equipo afuera, al corredor e hizo tres exposiciones de la puerta del
departamento. El proceso de guardar todo otra vez en el voluminoso estuche le llevó
más tiempo del que le había llevado sacarlo; el trípode se rehusaba obstinadamente a
plegarse en la forma debida para entrar en la funda. Y la ley sobre privacidad de los
ciudadanos se rehusaba obstinadamente a permitirle fotografiar el corredor: allí no se
había cometido ningún crimen.
Echó una última ojeada al departamento vacío: podía ver hasta la cocina y su
imaginación podía representarse a la mujer sentada a la mesa, apretándose el
estómago. Cuando estiró el cuello para mirar a ambos lados de la puerta, pudo ver la
ventana iluminada por un sol brillante. Tabbot decidió dejar las cortinas apartadas;
quería que, en caso de que ese mismo día o al siguiente asesinaran a alguien en ese
lugar las cortinas estuviesen abiertas.
Cerró la puerta del departamento y puso su tarjeta de identificación en la ranura del
guardián para reactivarlo. No hubo ningún movimiento del mecanismo en respuesta,
ningún zumbido teatral del pulsador de alta frecuencia, pero sus tripas comenzaron a
revolverse cuando se encendió la linterna roja. Bajó por la escalera con sumo cuidado
porque la rodilla no le permitía un paso más rápido. El estuche de la cámara golpeaba
contra la otra pierna.
Tabbot sacó el tambor de la película del tanque de revelado y lo introdujo en la
ampliadora. Cerró la puerta trasera del camión, dio la vuelta hacia la puerta del
conductor y buscó la llave de encendido en el bolsillo del pantalón. No estaba allí. La
había dejado en el contacto, otra violación de la ley. Entró y puso el motor en marcha,
bastante agradecido de que los hombres del patrullero no hubieran visto la llave (le
habrían podido dar una citación y lo habrían hallado tan culpable como a cualquier otro
ciudadano).
El camión laboratorio entró en circulación.
La ampliación de los dos rollos de película de nylon se completó en la playa de
estacionamiento cercana a la seccional. Estacionó en uno de los lugares reservados
para visitantes; como no sabía quién podía estar observándolo desde la ventana,
Tabbot sacó la llave del contacto y la guardó en el bolsillo antes de encaminarse a la
parte posterior del camión para terminar el trabajo de la mañana.
Los resultados concretos del primer rollo eran insultantes, desde el punto de vista
profesional: fotografías oscuras y descorazonadoras que habría preferido no tener que
mostrar a nadie. Había solo dos buenas del fogonazo del revólver y otras dos de algo
borroso y de contornos imprecisos encaminándose hacia la puerta. Prácticamente la
única satisfacción que podía encontrar Tabbot en estas dos últimas era el colorido, tan
oscuro, un hombre vestido con ropas oscuras, moviéndose a través de un cuarto en
sombras. La mujer desnuda habría dado una pálida figura blanquecina.
Tabbot examinó las fotografías del segundo rollo con ojo de profesional. Los azulejos
blancos del cuarto de la ducha habían reflejado la luz en forma satisfactoria. Consideró
que era uno de los mejores trabajos de su vida. Observó al visitante nocturno de la
mujer duchándose, afeitándose, lavándose los dientes y peinándose. En algún
momento, tal vez en medio de aquella discusión acalorada se había hecho un tajito en
el cuello, justo encima de la nuez de Adán, un hecho que no había contribuido
precisamente a mejorar su humor.
Una exposición captada fuera de la puerta del departamento - la última fotografía - era
al mismo tiempo gratificante y frustrante: mostraba a ese alguien borroso mientras
abandonaba el lugar, pero iba agachado y con la cabeza inclinada, mirándose los pies.
Tabbot supuso que el hombre era demasiado tímido como para que lo fotografiaran
saliendo de la habitación de una mujer; se mostraría indignado cuando supiera que una
cámara lo había estado observando frente al espejito del lavabo, indignado y casi
furioso por esta última forma de invasión de la vida privada.
Tabbot llevó las fotografías a la seccional. Había otro sargento en servicio detrás del
escritorio, un hombre que lo reconoció por el uniforme, si no por su cara o por su
nombre.
- ¿A quién busca?
- Al teniente... ¿cómo se llama? - dijo Tabbot.
El hombre del escritorio señaló con el pulgar hacía atrás.
- En la división de la patrulla.
Tabbot dio la vuelta al escritorio y se dirigió a esa división, que estaba al final del
edificio. Era una sala grande, con varios escritorios, y cuatro o cinco hombres
trabajando o haraganeando detrás de ellos. La mayoría parecía estar haraganeando.
Todos sin excepción levantaron la vista al llegar el fotógrafo.
- ¿Ya está aquí, sargento? ¿Terminó con su trabajo?
- Sí, señor.
Tabbot se dio vuelta y se dirigió al escritorio del teniente. Extendió delante de él la
primera tira de fotografías oscuras.
- Bueno, no parece estar muy contento con esto.
- No, señor.
Colocó la segunda tira junto a la primera.
- Están todas oscuras menos las últimas. Había más luz en el compartimiento de la
ducha. El que está en la ducha es usted, teniente. El efecto de contraluz me dio las
únicas fotos decentes de toda la serie.
FIN

lunes, 28 de noviembre de 2011

Beowulf


Beowulf
[poema épico anglosajón compuesto ca. 750 DC, conservado en un solo
manuscrito ca. 1000 DC]
traducción de Luis Lerate
texto de la traducción y notas al texto tomados de:
Beowulf y otros poemas antiguos germánicos (s.VII –
VIII). Texto original, traducción, prólogo y notas de
Luis Lerate. Seix Barral, Barcelona, (1974). Serie
Mayor, 23. 304 pp.
[Corregido por Cx. en pasos 1234]
I • GRÉNDEL
Skild, fundador de la dinastía skildinga.
Sus funerales.
1 ¡Oíd! Yo conozco la fama gloriosa1
2 que antaño lograron los reyes daneses,
3 los hechos heroicos de nobles señores.
4 A menudo los bancos tomábales Skild,2
5 el hijo de Skef, a la gente enemiga;
6 infundía pavor el que fue recogido3
7 en penoso abandono. Consuelo le cupo,
8 pues luego en la tierra con gloria vivió
9 y a todos los pueblos que habitan la orilla
10 del paso del pez a su mando los tuvo,4
11 tributo le daban. ¡Era un rey excelente!
12 Entonces un hijo le vino a nacer,
13 heredero en palacio. Enviábalo Dios
14 en alivio del pueblo: Él sabía su aprieto
15 de tiempos atrás, cuando mucho sufrieron
16 sin un soberano. El Señor de la vida,
17 el Dios Celestial, concedióle renombre:
18 fue famoso Beowulf, lejos la gloria5
19 del hijo de Skild se extendió por Escania.6
1 Vv. 1-3 En realidad el poema tiene como protagonista a un gauta, Beowulf, cuyo único
contacto con Dinamarca fue una visita a ella de tres días.
2 V. 4 Tomar los bancos: conquistar los reductos, subyugar.
3 Vv. 6-7 Skild había llegado de niño a Dinamarca en un barco a la deriva (cf. vv. 44 ss.); su
situación fue, pues, en un principio lastimera, ya que carecía de la protección de
un clan familiar.
4 V. 10 El paso del pez: el mar.
5 V. 18 No debe confundirse a este Beowulf con el héroe del poema.
20 Es así como un joven se sabe lograr7
21 —ofreciendo regalos, ya en casa del padre—
22 que luego, de viejo, al venirle batalla,
23 rápida acuda animosa su gente,
24 le apoyen los hombres. ¡Con nobles acciones
25 prospera un señor en un pueblo cualquiera!
26 Su hora le vino al intrépido Skild,
27 al encuentro marchó del Señor de la Gloria.
28 Sus amados guerreros lleváronlo entonces
29 a orillas del mar, como él ordenó,
30 el monarca skildingo, cuando habla tenía;8
31 fue largo el reinado del bravo caudillo.
32 Ya estaba dispuesto, con proa curvada
33 y cubierto de nieve, el navío del rey;
34 fue colocado el egregio señor
35 dadivoso de anillos a bordo del barco,9
36 al pie de su mástil. Abundaban allá
37 los tesoros y adornos de tierras lejanas.
38 No sé de otra nave que así se equipara
39 con armas de guerra, espadas, arneses
40 y cotas de malla; repleta quedó
41 de magníficas joyas, que lejos con él
42 deberían partir en poder de las aguas.
43 De rico tesoro dotaron al rey:
44 en nada peor al que un día a su lado
45 pusieron aquellos que, solo en el barco,
46 siendo muy niño, lo dieron al mar.
47 Sobre el noble caudillo erigieron después
48 un dorado estandarte. Le dejaron partir,10
6 V. 19 Escania designa aquí los territorios daneses, que entonces comprendían la actual
provincia sueca de este nombre y las islas de Seeland, Laaland, Fionia, etc., pero
no la península de Jutlandia.
7 V. 20 Esto es, como hizo Beowulf.
8 V. 30 Skildingo quiere decir descendiente de Skild y, por extensión, danés; en este
segundo sentido se le aplica al propio Skild.
9 V. 35 Un epíteto frecuente para los reyes germánicos es el de "repartidor de anillos".
Anillos ha de entenderse, sin embargo, en un sentido amplio, pues el obsequio
más frecuente era en realidad un brazalete.
49 lo llevaron las olas. Con ánimo triste,
50 apenados, quedaban. No hay en verdad
51 un señor en la tierra, un sabio varón,
52 que sepa decir quién obtuvo esta carga.
Los descendientes de Skild. Ródgar construye su palacio "Hérot".
53 Beowulf skildingo, el amado monarca,
54 allá mucho tiempo reinó en su reducto,
55 alabado entre pueblos: ya estaba su padre
56 sin vida terrena. Nacióle después
57 el intrépido Halfdan, que en tanto vivió
58 —belicoso y anciano— mandó a los daneses.
59 A aquel noble señor le vinieron al mundo,
60 uno tras otro, cuatro herederos:
61 Hérogar, Ródgar y Halga valiente;
62 fue Irsa la esposa —cuentan—de Onela,
63 compañera de lecho del bravo skilfingo.11
64 El ínclito Ródgar buena fortuna12
65 en las guerras tenía y por ello gozoso
66 apoyábale el pueblo: era grande su tropa
67 de jóvenes héroes. Quiso aquel rey
68 que le hicieran los hombres un rico palacio,
69 que le fuese erigida una hermosa mansión
70 —una sala excelente y mayor que ninguna—,
71 para allá repartir entre mozos y ancianos13
72 todos los bienes que obtuvo de Dios,
73 a excepción de la tierra o la vida del pueblo.
74 He oído contar que a lejanas naciones
10 Vv. 48-52 Nótese que Skild llega a Dinamarca y la abandona de la misma misteriosa manera.
Las naves funerarias halladas en Escandinavia e Inglaterra presentan un ajuar en
todo semejante al aquí descrito. En la de Sutton Hoo (Suffolk), del siglo vil, una de
las más ricas, se encontró incluso la vara de un estandarte.
11 V. 63 Los skilfingos son los suecos.
12 V. 64 No se menciona aquí el reinado de Hérogar, que precedió al de Ródgar (cf. vv.
467 ss.).
13 Vv. 71-3 Se trata simplemente de una alusión a la generosidad del rey.
75 que habitan el mundo mandato les vino
76 de alzar la morada. Acabósele pronto
77 al egregio caudillo —en el plazo fijado—
78 su rica mansión; el nombre de Hérot
79 entonces le puso el de gran poderío.
80 Cumplió su proyecto: regalaba en las fiestas
81 magníficas joyas. Alto y hermoso
82 el palacio se erguía. Respetábanlo aún14
83 las ávidas llamas: fue sólo más tarde
84 que vino a surgir entre el suegro y el yerno
85 —enemigos feroces— el odio de espadas.
Gréndel, enfurecido por los cantos cristianos que allá se recitan, ataca el Hérot.
86 El monstruo maligno, con rabia terrible,
87 allá se irritaba en las torvas tinieblas,
88 día tras día oyendo en la sala
89 el gozoso alboroto, los sones del arpa
90 y el canto del bardo, que bien exponía
91 el origen primero de todas las razas,
92 cómo Dios Poderoso la tierra creó
93 —la dulce campiña que abrazan los mares—,
94 cómo hizo el Eterno el sol y la luna
95 para luz de los hombres que habitan el mundo;
96 a los campos —decía— su adorno les puso
97 de hierbas y ramas, y de vida dotó
98 a los seres diversos que tienen aliento.
99 Los daneses vivieron con mucha alegría
100 en la bella mansión hasta el día en que vino
101 y les hizo quebranto el siniestro enemigo.
102 Llamábase Gréndel aquel espantoso
103 y perverso proscrito: moraba en fangales,
104 en grutas y charcas. Desde tiempos remotos
105 vivía esta fiera entre gente infernal,
106 padeciendo la pena que Dios infligió
14 Vv. 82-5 El palacio sería incendiado años después en ocasión de las luchas entre Ródgar
e Íngeld (cf. vv. 2024-69). El odio de espadas: la guerra.
107 a Caín y a su raza. Castigó duramente
108 el Señor de la Gloria la muerte de Abel,
109 no obtuvo Caín de su hazaña provecho:
110 Dios le exilió y apartó de los hombres.
111 Es de él que descienden los seres malignos,
112 los ogros y silfos y monstruos todos,
113 y también los gigantes que tiempo muy largo
114 al Señor se opusieron. ¡Les dio su castigo! 15
115 Oculto en la noche Gréndel marchó
116 al hermoso palacio, queriendo saber
117 lo que hacían los hombres después de la fiesta.
118 Vio que del sueño los nobles daneses 16
119 allá disfrutaban: nada malo temían,
120 ninguna desgracia. El demonio infernal,
121 dañino y furioso y pronto dispuesto,
122 treinta vasallos con ira y con rabia
123 tomó de sus lechos. Luego escapó,
124 del botín orgulloso, llevando consigo
125 el macabro trofeo a su torva guarida.
Los daneses sufren los ataques de Gréndel durante doce años, impotentes para librarse de él.
126 Cuando el alba llegó, al venir la mañana,
127 el estrago de Gréndel fue descubierto:
128 tras la fiesta se oyeron muy grandes quejidos,
129 lloroso alboroto. El ínclito rey,
130 el egregio señor, se llenó de tristeza;
131 asaltóle el dolor, embargóle la pena,
132 viendo la injuria del mal enemigo,
133 el feroz malhechor. ¡Allá tuvo congoja,
134 muy largo pesar! Poca tregua le dio,
135 pues hízole luego, a la noche siguiente,
136 mayor desafuero: con toda osadía
15 V. 114 El castigo aludido es el Diluvio Universal (cf. w. 1687 ss.).
16 Vv. 118-9 Por la noche los guerreros solían quedarse a dormir en la misma sala donde se
celebraban los banquetes. El rey y otros altos dignatarios disponían de pequeñas
alcobas independientes (cf. w. 1235 ss.).
137 atacó y destruyó. ¡Su maldad le incitaba!
138 Era fácil de hallar un guerrero que lejos
139 tratara de hacerse de un lecho seguro,
140 de cama mejor, cuando fue conocida
141 y por claras señales muy bien comprobada
142 la furia de Gréndel: a salvo se puso,
143 en lugar apartado, quien de él escapó.
144 Contra todo derecho hostigaba a los hombres
145 y vino a ocurrir que quedóse desierta 17
146 la excelsa morada. Aquello duró:
147 doce años seguidos sufrió este ultraje
148 el señor skildingo, su grave infortunio
149 y amargo pesar. En tristes cantos
150 la nueva extendióse y corrió por el mundo;
151 contaban que Gréndel querella con Ródgar
152 tenía de antiguo, que dañábale mucho
153 con odio y maldad desde tiempo lejano,
154 en acoso constante. Él paz no quería
155 con hombre ninguno del pueblo danés
156 ni dejar de matar recibiendo tributo.
157 ¡No cabía contar con brillantes riquezas 18
158 que en pago a las muertes el monstruo entregara!
159 La fiera maligna, la torva criatura,
160 a mozos y ancianos buscaba y seguía,
161 siempre acechante. En eternas tinieblas
162 su ciénaga estaba, mas poco se sabe
163 del sitio que habita su raza infernal.
164 Muchos males traía el que odiaba a los hombres,
165 causaba a menudo el feroz solitario
166 espantoso quebranto. Se adueñaba del Hérot,
167 la sala excelente, las noches oscuras;
168 pero él no venía ante el trono de Ródgar 19
17 Vv. 145-6 Sólo como alojamiento nocturno dejó de usarse el palacio (cf. vv. 411 ss.).
Durante el día continuaron las fiestas de que se habla en adelante.
18 Vv. 157-8 Desde el punto de vista legal Gréndel se hallaba en la obligación de compensar
económicamente las muertes causadas.
19 Vv. 168-9 Estos versos, oscuros, parecen querer decir que, aunque Gréndel se estaba en el
palacio, no por ello recibía en él regalos del rey que luego agradeciera. Una
irónica manera de indicar que no gozaba allí del status de un vasallo.
169 —así Dios lo mandaba— ni allá agradecía.
170 Gran infortunio el rey soportaba,
171 doloroso pesar. Se solía reunir
172 en secreto su gente: buscaban remedio,
173 algo que hiciesen los fuertes guerreros
174 que fin le pusiera a tan dura desgracia.
175 A menudo a los dioses en templos paganos 20
176 ofrendas hacían, súplica alzaban,
177 ayuda esperando en su agobio sin fin
178 del que mata las almas. Era tal la costumbre
179 de gentes infieles: sus mentes ponían
180 allá en el infierno. No sabían de Dios,
181 del buen Creador, del Señor Poderoso;
182 nunca alababan al Rey Celestial,
183 al Señor de la Gloria. ¡Triste de aquel
184 que en horrible desgracia su espíritu entrega
185 al abrazo del fuego! ¡Alivio no espere,
186 ya nunca saldrá! ¡Feliz del varón
187 que en el Ultimo Día ante Dios se presenta
188 y es acogido en el seno del Padre!
189 Al hijo de Halfdan mucho afligía
190 aquel daño constante; no podía el buen rey
191 liberarse del mal. Soportaba su pueblo
192 muy larga congoja, duradero pesar,
193 pues noche tras noche el maligno atacaba.
Beowulf va a Dinamarca para prestarle su ayuda a Ródgar.
194 El acoso de Gréndel a oídos llegó
195 del intrépido gauta, vasallo de Híglak. 21
196 En fuerza excedía este noble varón
20 V. 175-83 Esta alusión al paganismo de los daneses —o de algunos de ellos— es la única
del poema, que en general los presenta, anacrónicamente, como cristianos. Los
dioses germánicos fueron considerados tras la conversión como demonios.
21 V. 195 Aparece aquí Beowulf, el héroe del poema, cuyo nombre no se menciona sin
embargo hasta el v. 343.
197 a todos los hombres que vivos entonces
198 había en el mundo. Mandóse equipar
199 un viajero del agua: marchar decidió 22
200 por la senda del cisne 23 en socorro del rey,
201 del bravo caudillo al que gente faltaba.
202 Bien poco reparo a su marcha pusieron
203 los sabios ancianos, aunque era querido:
204 a partir le incitaron tras ver los augurios.
205 Llevaría consigo el mejor de los gautas
206 selectos guerreros, los más valerosos
207 que pudo encontrar. Quince marcharon
208 al leño del agua: el buen navegante 24
209 resuelto a la costa a su gente llevaba.
210 El momento llegó. Al pie de las peñas
211 flotaba la nave; animosos los hombres
212 saltaron a bordo. Se arrollaban las olas,
213 mar contra arena. Los guerreros pusieron
214 adentro del barco magníficas piezas,
215 brillantes pertrechos. Hiciéronse al mar,
216 viaje emprendieron en recio navío.
217 Por el viento impulsado el barco avanzó
218 —de espumas cubierto lo mismo que el ave— 25
219 y al tiempo debido, un día después,
220 el curvo navío llegó a su destino
221 y los hombres de mar divisaron la costa,
222 relucientes escollos, altas montañas,
223 buen litoral. Acabóse el viaje 26
224 a través del estrecho. Del leño del agua
225 saltaron los wedras con mucha premura, 27
22 V. 199 El viajero del agua: el barco.
23 V. 200 La senda del cisne: el mar.
24 V. 208 El leño del agua: el barco.
25 V. 218 El ave aludida es el cisne. La semejanza se debe a la proa curvada de la
embarcación.
26 Vv. 223-4 El Cattegat, entre Suecia y Dinamarca.
27 V. 225 Los wédras: los gautas.
226 atracáronlo luego; rechinaban las cotas
227 y arneses de guerra. Dieron gracias a Dios,
228 pues quísoles dar tan feliz travesía.
Un guerrero danés conduce a Beowulf hasta el Hérot.
229 El vigía danés que en lo alto de un risco
230 la costa guardaba bien pudo ver
231 que bajaban del barco equipados de cota
232 y brillantes escudos. El deseo sintió
233 de saber al momento qué tropa era aquélla.
234 El guerrero de Ródgar presto a la orilla
235 corrió en su caballo; blandía con fuerza
236 en su mano la lanza. Así les habló:
237 "Decid quiénes sois, oh gente equipada
238 con armas de guerra que en alto navío,
239 las olas surcando a través de los mares,
240 llegasteis acá. Por tiempo muy largo
241 he guardado la costa, he oteado las aguas,
242 cuidando que nunca la tierra danesa
243 atacada se viera por nave enemiga.
244 Más que ninguno vinisteis aquí
245 de animosa manera, aunque poco sabéis
246 si os irá a recibir y aceptar en su tierra
247 la gente skildinga. Está entre vosotros
248 el hombre más fuerte, equipado guerrero,
249 que he visto jamás: no es un simple vasallo
250 —le adornan sus armas— si es que no miente
251 su digna apariencia. Ahora quiero saber
252 de qué gente venís, no vayáis a pasar
253 como astutos espías, siguiendo adelante
254 a la tierra danesa. ¡Escuchad, extranjeros,
255 oh gente de mar! ¡Atentos oíd
256 mi sincero consejo: mucho os conviene
257 decir al instante de dónde venís!"
258 Respuesta le dio el de rango más alto,
259 habló de este modo el que mando tenía:
260 "Somos nosotros intrépidos gautas,
261 fieles vasallos del ínclito Híglak.
262 Glorioso renombre le cupo a mi padre:
263 príncipe era, llamábase Ekto;
264 tras vida muy larga —anciano en palacio—
265 partió de este mundo. ¡Bien lo recuerdan
266 los sabios varones que habitan la tierra!
267 Con buena intención al encuentro venimos
268 del rey de tu pueblo, del hijo de Halfdan,
269 del bravo señor. ¡Condúcenos tú!
270 Alta misión al famoso nos trae,
271 al egregio monarca. No voy a ocultarte
272 el proyecto que tengo: tú sabes, vigía,
273 —si es verdadero el relato que oímos—
274 que al pueblo skildingo un cierto enemigo,
275 un cruel malhechor, oculto en la noche
276 lo ataca con furia y le causa quebranto,
277 pesares y muertes. A Ródgar pretendo
278 en buena amistad ofrecerle mi ayuda.
279 Podrá de este modo vencer al maligno,
280 si es que el destino consiente que tengan
281 sus males remedio, que le vuelva la paz
282 y encuentre un alivio en sus muchas desgracias.
283 Sufrirá en otro caso constantes ultrajes,
284 violentas matanzas, en tanto se eleve
285 y mantenga en el alto el hermoso palacio".
286 Allá en su caballo el osado vigía,
287 el guardián, respondió: "El guerrero avisado
288 que juzga prudente se forma opinión
289 atendiendo a lo dicho o también a los hechos.
290 He oído que es ésta una tropa leal
291 al señor skildingo. ¡Pasad adelante
292 con armas y cotas! ¡Yo seré vuestro guía!
293 A los hombres que mando la orden daré
294 de que guarden a salvo de todo enemigo
295 la nave que os trajo, el bien embreado
296 navío en la costa, hasta el día en que el leño
297 de proa curvada de nuevo os devuelva
298 a través de la mar al país de los wedras:
299 al hombre animoso la suerte le ayuda,
300 salva la vida en la dura batalla".
301 Se pusieron en marcha. Firme quedaba,
302 amarrado con cuerdas, el amplio navío,
303 sujeto en el ancla. Coronaban sus yelmos 28
304 brillantes verracos forjados en oro,
305 templados al fuego: protegían las vidas
306 de aquellos valientes. Tras rápida marcha
307 —ceñida la tropa— alcanzaron a ver
308 la ensamblada mansión de dorados adornos. 29
309 En la más excelente de todas las salas
310 debajo del cielo el famoso vivía:
311 su reflejo llegaba hasta muchas naciones.
312 El guardián señaló la morada del rey,
313 la muy reluciente, de modo que a ella
314 pudiesen llegar. Entonces la vuelta
315 se dio en su caballo y así les habló:
316 "Yo ahora me vuelvo. ¡Que Dios Poderoso
317 os conceda su gracia y haga que a salvo
318 salgáis de la empresa! Yo corro a la costa
319 a guardarla de nuevo de gente enemiga".
Beowulf llega al Hérot. Solicita audiencia con Ródgar.
320 Por firme camino y de hermoso empedrado
321 avanzaron los hombres. Muy ricos brillaban
322 los recios arneses, las anillas de hierro
323 en las cotas gemían cuando, bien pertrechados,
324 hicieron su entrada en la excelsa mansión.
325 Fatigados los gautas del largo viaje, 30
28 Vv 303-6 El verraco era animal consagrado a Frey, el dios de la fertilidad, y se le atribuía un
carácter mágico como amuleto, según dice ya Tácito en su Germania (xlv). Se
conserva algún yelmo coronado por una de estas figurillas y los hallamos también
en varios grabados.
29 V. 308 El Hérot era ciertamente una construcción de madera.
326 sus escudos pusieron —grandes y fuertes—
327 allá en la pared; rechinando las cotas,
328 sentáronse luego. Apiladas y juntas
329 quedaron las lanzas, las varas de fresno
330 con hierro en la punta. ¡Magníficas armas
331 la tropa traía! Preguntóles entonces 31
332 un alto señor de qué sitio venían:
333 "¿De dónde traéis estos bellos escudos,
334 estos grises arneses y yelmos dorados,
335 este acopio de lanzas? Yo soy mensajero
336 y heraldo del rey. A pocos he visto
337 de tierras extrañas con tanta apostura.
338 ¡Bien se me alcanza que os trae ante Ródgar
339 una alta misión, y no triste destierro!"
340 Pronunció sus palabras el héroe famoso;
341 el príncipe wedra, guerrero en su yelmo,
342 así respondió: "En la mesa de Híglak
343 asiento tenemos; yo me llamo Beowulf.
344 Expondré mi proyecto a tu gran soberano,
345 al hijo de Halfdan, al noble señor,
346 si el egregio monarca nos da su permiso
347 y benigno consiente que entremos a verle".
348 Wúlfgar habló —era un noble de Véndel, 32
349 de todos sabido su mucho coraje,
350 su arrojo y prudencia—: "Yo diré tu deseo
351 al caudillo danés, al noble skildingo,
352 al bravo señor dadivoso de anillos,
353 llevaré tu recado al egregio monarca;
354 la respuesta que obtenga del buen soberano
355 luego al momento por mí la sabrás ".
356 Rápido entró donde Ródgar estaba
357 —anciano y canoso— entre nobles vasallos;
358 junto al hombro del rey se detuvo el valiente.
30 V. 325 Es una referencia a la travesía por mar. El Hérot estaba situado a pocos
kilómetros de la costa.
31 Vv. 331-2 Se trata de Wúlfgar, cuyo nombre aparece en v. 348.
32 Vv. 348 Véndel es el extremo norte de la península de Jutlandia.
359 ¡Bien en la corte moverse sabía!
360 Wúlfgar le habló a su amigo y señor:
361 "Ha llegado hasta aquí desde tierras remotas,
362 las aguas surcando, una tropa de gautas.
363 Al de rango más alto sus fieles guerreros
364 le llaman Beowulf. Solicitan tener,
365 oh mi amado señor, entrevista contigo.
366 Tu respuesta no sea, oh Ródgar afable,
367 que no les concedes que vengan a tí;
368 en sus cotas de guerra muy dignos parecen
369 de gran atención. ¡Es un buen capitán
370 el que manda a los hombres y aquí los condujo!"
371 Ródgar habló, el monarca skildingo:
372 "Conocí a Beowulf cuando aún era niño.
373 El nombre de Ekto su padre tenía:
374 Rédel el gauta le dio por esposa 33
375 a su única hija. Viene ahora su hijo,
376 animoso, hasta aquí, al amigo buscando.
377 Por la gente de mar que a los gautas llevaba
378 los ricos regalos que yo les hacía
379 nos fue relatado que tiene en su puño
380 este noble varón la fuerza terrible
381 de treinta guerreros. El Dios de la Gloria
382 en su mucha bondad ha dispuesto que venga
383 a la tierra danesa —por cierto lo tengo—
384 a librarnos de Gréndel. ¡Yo al bravo daré
385 por su gran valentía brillantes tesoros!
386 Corre hasta ellos y diles que vengan,
387 que todos acudan aquí con mi gente;
388 hazles saber que les da nuestro pueblo
389 gozosa acogida".
Wúlfgar salió
390 y asomado a la entrada les dio la respuesta:
391 "Deciros me manda mi gran soberano,
392 el egregio señor, que conoce muy bien
393 vuestro noble linaje y gozoso os acoge,
33 V. 374 Rédel fue el padre y antecesor de Híglak y Beowulf es por lo tanto sobrino de
éste.
394 oh gente atrevida, viajera del mar.
395 Pasad adelante vistiendo las cotas,
396 llegad ante Ródgar cubiertos con yelmos;
397 aquí aguardarán los escudos de guerra, 34
398 los fieros astiles, en tanto le habláis".
Beowulf le ofrece su ayuda a Ródgar.
399 Levantóse Beowulf con sus muchos guerreros,
400 la tropa valiente. Vigilando las armas
401 algunos quedaron, según lo dispuso.
402 Bajo el techo del Hérot, al héroe siguiendo,
403 marcharon los hombres; el osado avanzó,
404 el bravo en su yelmo, hasta hallarse ante el rey.
405 Hablóle Beowulf —relucía su cota,
406 la malla tejida por hábil herrero—:
407 "¡Te saludo, Ródgar! Yo soy pariente
408 y vasallo de Híglak. Ya de joven logré
409 muy gloriosas hazañas. Noticia me vino
410 en mi tierra natal de tu lucha con Gréndel:
411 de tu sala refiere la gente de mar,
412 de la hermosa morada, que sola se queda
413 y sin hombre ninguno después que se oculta
414 debajo del cielo la luz de la tarde.
415 Entonces mi pueblo —excelentes varones,
416 sabios ancianos— allá me propuso,
417 oh príncipe Ródgar, que a verte viniera.
418 Ellos bien conocían mi fuerza terrible,
419 pues me vieron volver de la fiera batalla 35
420 —de sangre cubierto— en que a cinco atrapé
421 de la raza gigante; monstruos del mar
34 Vv. 397-8 El ceremonial de la corte germánica prohibía presentarse ante el rey equipado
con armas.
35 Vv. 419-24 No está claro si se trata de una sola hazaña o de varias. Quizá es una alusión a la
aventura con Breca (cf. vv. 549 ss.).
422 en la noche abatí: con apuro a los wedras
423 vengué del acoso —su mal se labraban—
424 de bestias malignas. Ahora quiero enfrentarme
425 yo solo con Gréndel, acabar con el ogro,
426 el dañino gigante. Una gracia te pido,
427 oh fuerte señor de la gente danesa,
428 rey de skildingos, que no has de negarme,
429 oh noble monarca, buen soberano,
430 habiendo venido hasta aquí de tan lejos:
431 que permitas que yo, con mis bravos tan sólo,
432 de malos peligros el Hérot libere.
433 "He oído decir que el feroz enemigo,
434 en su loca arrogancia, sin armas ataca.
435 Yo también lucharé —de manera que a Híglak,
436 mi noble señor, mi osadía contente—
437 sin ayuda de espada o tampoco de escudo,
438 amarillo broquel: con sólo mi mano
439 entraré con la fiera —un hombre con otro—
440 en mortal desafío. ¡Deberá resignarse
441 al mandato de Dios el que entonces perezca!
442 Sé que si Gréndel me llega a vencer,
443 en la alta morada podrá sin temor
444 devorar a mis gautas, como antes ha hecho
445 con tantos guerreros. No tendrás en verdad 36
446 que cubrir mi cabeza —quedará por completo
447 anegada en mi sangre—, si caigo en la lucha:
448 correrá el solitario a esconder mi cadáver
449 allá donde ufano en su cueva lo engulla
450 y la manche de sangre. No tendrás en verdad
451 que velar mucho tiempo mis restos mortales.
452 Envíale a Híglak si muero en la brega
453 la cota de malla que cubre mi pecho,
454 mi arnés excelente: es herencia de Rédel,
455 una obra de Wéland. ¡Decida el destino!" 37
36 Vv. 445-50 Probablemente en el rito funerario se cubría la cabeza del cadáver. Según
Beowulf no habrá necesidad de tal ceremonia si Gréndel le vence, pues en ese
caso lo devoraría.
37 V. 455 Wéland es el famoso dios herrero y orfebre de los germanos.
Discurso de bienvenida de Ródgar.
456 Ródgar habló, protector de skildingos:
457 "Acudiste a nosotros, oh amigo Beowulf,
458 queriendo pagarnos antiguos favores.
459 Terrible discordia tu padre inició
460 cuando a Hádolaf muerte le dio con su mano
461 en la tierra wilfinga; no quisieron después 38
462 recibirle los gautas por miedo a la guerra.
463 Surcando las aguas, en busca se vino
464 del pueblo danés, de los nobles skildingos.
465 Yo empezaba a reinar en la gente danesa,
466 ya regía, aún joven, mis grandes dominios,
467 mi reducto de héroes: estaba sin vida
468 mi hermano mayor, ya el hijo de Halfdan,
469 Hérogar, muerto. ¡Superábame en todo!
470 Yo entonces con oro zanjé la querella;
471 antiguos tesoros envié por el mar
472 a los fieros wilfingos. Me prestó juramento. 39
473 "Mucho en mi pecho me agobia el dolor
474 cuando a alguno le digo los males que Gréndel
475 me causa en el Hérot con su ira enemiga
476 y perversos ataques. Diezmada en la sala
477 se encuentra mi tropa; la entrega el destino
478 a la rabia de Gréndel. ¡Fácilmente podría
479 arrasar el Señor al furioso proscrito!
480 Ocurrió muchas veces que, estando borrachos
481 y alzando las copas, mis hombres juraron
482 quedarse aguardando en la rica mansión
483 y luchar contra Gréndel con recias espadas;
484 cuando el alba venía, al llegar la mañana,
38 V. 461 Los wilfingos habitaban quizá por la desembocadura del Oder.
39 V. 472 Fue Ekto el que le prestó el juramento, pero no se dice qué es lo que le juró.
Acaso respetar la paz restablecida; más probablemente fue un juramento de
amistad o fidelidad.
485 teñido de sangre se hallaba el palacio,
486 en la sala los bancos estaban cubiertos
487 de sangre de guerra: yo así me quedaba
488 con menos vasallos. ¡Pero siéntate ahora
489 a beber con nosotros! ¡Cuenta gozoso
490 en la charla festiva tus grandes hazañas!"
491 A los gautas entonces lugar se les hizo
492 de modo que juntos un banco ocuparan;
493 allá se sentaron los bravos guerreros,
494 varones de fama. Cumplió su misión
495 quien portaba la jarra llenando sus copas
496 de clara cerveza. Alzóse en el Hérot
497 el canto del bardo. Reinó la alegría
498 en el amplio tropel de daneses y wedras.
La hazaña de Beowulf con Breca, según la versión de Únfer.
499 Entonces Únfer, el hijo de Éklaf,
500 que estaba a los pies del señor skildingo,
501 porfía inició —causábale enojo
502 el valor de Beowulf, su atrevido proyecto,
503 pues mal admitía que hombre ninguno
504 gozara en el mundo, jamás en la tierra,
505 de gloria que fuese mayor que la suya—:
506 "¿Eres tú el Beowulf que quiso en las aguas
507 medirse con Breca, en aquel desafío
508 en que ambos, osados, cruzasteis el mar
509 y en las hondas corrientes, con necia arrogancia,
510 expusisteis la vida? Inútiles fueron
511 prudentes consejos, desistir no quisisteis
512 de aquella locura. Os echasteis al mar,
513 en el agua nadando agitasteis los brazos,
514 por la húmeda senda adelante avanzasteis
515 con ágiles manos. Invernal tempestad
516 encrespaba las olas. Siete días duró
517 vuestra lucha en las aguas. Suya fue la victoria;
518 tenía más fuerza. Arribó una mañana
519 a la tierra que habitan los raumas guerreros; 40
520 regresó desde allá a su patria querida,
521 el héroe volvió con los nobles brondingos, 41
522 al hermoso reducto en que gente tenía,
523 palacio y tesoros. ¡El hijo de Bastan 42
524 logró demostrar lo que ya aseguraba! 43
525 "Ahora sé que te espera fracaso mayor,
526 por muchas victorias que tengas ganadas
527 en fieros encuentros, si al alcance de Gréndel
528 de noche te quedas en la alta mansión".
La misma hazaña, según la versión de Beowulf.
529 Respondióle Beowulf, el hijo de Ekto:
530 " En verdad la cerveza, oh Únfer amigo,
531 te ha hecho decir muchas cosas de Breca,
532 alabarlo en exceso. Por mi parte mantengo
533 que yo realicé muy mayores hazañas,
534 que a nadie en el mar igualárseme pudo.
535 Siendo muy niños, con firme promesa 44
536 los dos acordamos —jóvenes éramos
537 ambos entonces— jugarnos las vidas
538 afuera en las aguas; así lo cumplimos.
539 "Nos echamos al mar empuñando con fuerza
540 desnudas espadas que bien de ballenas
541 guardarnos debían. Mas Breca en las olas
542 no supo sacarme ventaja ninguna,
543 era yo el que evitaba que atrás se quedara.
544 Cinco días así en las aguas nadamos;
40 V. 519 Los raumas habitaban al oeste del actual Oslo (Raumariki, hoy Romerige).
41 V. 521 Los brondingos debían ser un pueblo del sur de Escandinavia.
42 V. 523 El hijo de Bastan: Breca.
43 V. 524 Esto es, que era superior a Beowulf, más fuerte que él.
44 Vv. 535-8 Según Beowulf no se trató, pues, de una competición de rivalidad, sino de una
hazaña conjunta a la que les incitó su juvenil heroísmo.
545 nos pudo después separar la marea,
546 el furioso oleaje y la helada tormenta,
547 la lúgubre noche; el viento del norte
548 con rabia nos vino y las olas se alzaron.
549 Furiosas estaban las bestias del mar,
550 mas librábame de ellas mi cota de malla,
551 la muy resistente y a mano tejida:
552 el arnés de combate, con oro adornado,
553 mi pecho cubría. Un horrible enemigo
554 arrastróme hasta el fondo; firme en su garra
555 el feroz me tenía, mas quiso la suerte
556 que yo con mi espada a la bestia alcanzase,
557 con la punta del hierro. ¡Muerte a la fiera
558 la lucha le trajo a través de mi mano!
559 "Padecí de este modo el acoso constante
560 de seres malignos; con mi espada excelente
561 respuesta les di, como aquello exigía.
562 Mal consiguieron lograrse la dicha
563 de un rico banquete, de poder devorarme
564 gozando su fiesta en el fondo del mar;
565 muy al contrario, al alba en la playa
566 los monstruos yacían heridos por hierro,
567 muertos a espada, de modo que nunca
568 pudiesen volver a impedirle su avance
569 a la gente de mar. Brilló por el este
570 la enseña de Dios, se calmaron las aguas, 45
571 y así divisé de la costa las rocas
572 que el viento azotaba. ¡Protege la suerte
573 al varón animoso no urgido a morir!
574 Quiso el destino que a nueve alimañas
575 mi hierro matase. No sé que jamás
576 bajo el cielo se diera más dura batalla,
577 que nadie en las olas tal pena sufriese.
578 De las garras salí sin embargo con vida,
579 agotadas mis fuerzas: el mar me arrastró,
580 me llevó en su corriente, a la tierra que habita
581 la gente lapona. 46
45 V. 570 La enseña de Dios: el sol.
"De ti, sin embargo,
582 no sé que se cuenten tan altas proezas,
583 tan fieros combates. Ni Breca ni tú
584 jamás hasta ahora supisteis lograr
585 con brillantes espadas en choque de guerra
586 una hazaña igualable —no en vano me alabo—,
587 aunque tú sí mataste a tus propios hermanos, 47
588 cercanos parientes. ¡Al infierno por ello
589 te irás a sufrir por muy listo que seas!
590 "Yo te digo en verdad, oh hijo de Éklaf,
591 que poco quebranto el pérfido Gréndel
592 le habría causado a tu buen soberano,
593 poco daño en el Hérot, si fuera tan grande
594 tu arrojo y valor como afirmas tú mismo.
595 Pero él ha notado que no es peligroso
596 el enojo danés, la tormenta de espadas 48
597 que aquí le presentan los bravos skildingos;
598 vuestras vidas se cobra en forzado tributo,
599 a ninguno perdona, y mata y destruye
600 según le parece: no le tiene temor
601 a la gente danesa. ¡Yo he de mostrarle
602 en la lucha inminente el vigor de los gautas,
603 su fuerza y coraje! ¡Al hermoso palacio
604 quien quiera regrese sin miedo mañana,
605 cuando alumbre a los hombres la luz matinal,
606 cuando brille en el sur el sol reluciente!" 49
La reina Walto.
607 Tuvo contento el canoso señor
46 V. 581 Los lapones (o fineses?) se extendían por todo el norte escandinavo. Beowulf
pudo llegar a la costa septentrional de Noruega o, acaso, a la actual Finlandia.
47 V. 587 Se ve así acusado del peor de los delitos según la concepción germánica. Se
insistiese sobre ello en vv. 1166 ss.
48 V. 596 La tormenta de espadas: el combate.
49 V. 606 Literalmente, al mediodía.
608 dadivoso de anillos: con ayuda se supo
609 el heroico monarca, el egregio danés,
610 pues oyó de Beowulf el firme proyecto.
611 Rieron los hombres, alzóse en la sala
612 el gozoso alboroto. Walto avanzó,
613 la esposa de Ródgar. ¡Bien el uso sabía!
614 Saludó a los guerreros la dama enjoyada.
615 Primero la copa la noble señora
616 ofreciósela al rey de la gente danesa
617 deseando contento en el rico convite
618 al que todos amaban: complacido el monarca,
619 el valiente caudillo, la copa aceptó.
620 Por la sala fue luego la reina helminga 50
621 a todos llevando, a mozos y ancianos,
622 la copa adornada, y vino el momento
623 en que la alta señora, de anillos cubierta,
624 llegó ante Beowulf, Presentó sus saludos
625 al príncipe gauta y con sabias palabras
626 dio gracias a Dios por haberla atendido
627 enviando un guerrero que fin les pondría
628 a los torvos ataques. La copa tomó
629 el intrépido wedra de manos de Walto,
630 afanoso de lucha entonces habló.
631 Allá dijo Beowulf, el hijo de Ekto:
632 "Decidí firmemente al hacerme a la mar,
633 cuando al barco viajero subí con mis hombres,
634 bien terminar con el mal de tu pueblo
635 bien perecer y en las garras feroces
636 quedarme sin vida. ¡Yo sabré realizar
637 una hazaña gloriosa y, si es de otro modo,
638 en la rica morada la muerte hallaré!"
639 A la dama gustaron aquellas palabras,
640 el discurso del gauta. La noble señora
641 de nuevo su asiento ocupó junto al rey.
50 V. 620 Con helminga ('descendiente de Hélming') se hace referencia al pueblo de origen
o clan familiar de Walto, que ciertamente es la reina de los daneses.
Ródgar encomienda a Beowulf la defensa del palacio.
642 Otra vez se elevaron las voces gozosas
643 en la alta mansión, el alegre bullicio
644 de fiesta en palacio, y el momento llegó
645 en que el hijo de Halfdan pensó retirarse,
646 buscarse descanso. No ignoraba que el monstruo
647 de cierto vendría a luchar en la sala
648 tan pronto la luz se ocultase a los hombres,
649 cuando negras tinieblas la noche trajera
650 y en rápido avance las lúgubres sombras
651 cubriesen el mundo. Levantáronse todos.
652 De Beowulf despidióse el intrépido Ródgar.
653 Deseándole suerte, el mando en la estancia
654 después le entregó. De este modo le dijo:
655 "Jamás mi palacio he cedido a ninguno
656 desde el día lejano en que pudo mi brazo
657 elevar el escudo: el primero eres tú.
658 Guarda celoso la excelsa morada;
659 piensa en tu gloria, muestra tu fuerza
660 y espera al maligno. ¡Cuanto quieras tendrás,
661 si no pierdes la vida en la dura batalla!"
662 Ródgar entonces salió de la estancia,
663 marchó con su gente el señor de skildingos;
664 deseaba el monarca descanso con Walto,
665 dormir con la esposa. ¡Fue el Dios Celestial
666 —lo decían los hombres— quien puso en la sala
667 al guardián contra Gréndel! ¡Prestábale al rey
668 un valioso servicio esperando al gigante!
669 Confianza tenía el príncipe gauta
670 en su fuerza terrible, en el don del Señor.
671 La cota de hierro quitóse del pecho, 51
672 la entregó con su yelmo y la espada adornada,
673 su hierro excelente, a su buen escudero:
674 le mandó que cuidara sus armas de guerra.
675 Antes de echarse a dormir en su lecho
51 Vv. 671-3 Recuérdese que Beowulf prometió luchar con Gréndel sin sus arreos de combate
(cf. vv. 435 ss.).
676 habló con bravura Beowulf el gauta:
677 "Yo no me tengo por poco animoso,
678 por menos osado o valiente que Gréndel;
679 por ello no quiero acabar con el monstruo
680 empuñando mi espada, aunque bien lo pudiera.
681 Él no sabe batirse, carece del arte
682 de hender un escudo, a pesar de que causa
683 tan malas matanzas. ¡Pelea esta noche
684 tendremos sin armas, si él por su parte
685 a tal cosa se atreve! ¡Que Dios Poderoso,
686 el Señor de los Cielos, le dé la victoria
687 a aquel de los dos que mejor le parezca!"
688 Acostóse después el famoso guerrero,
689 reclinó la cabeza; sus heroicos marinos
690 con él en la sala acomodo buscaron.
691 No esperaba ninguno salvarse en la lucha,
692 volver con su gente a la patria querida,
693 a la corte del rey en que antaño creció.
694 Bien todos sabían que muchos valientes
695 del pueblo danés en el rico palacio
696 la muerte encontraron. El Señor, sin embargo,
697 les fue favorable, su ayuda y apoyo
698 a los wedras les dio, y así consiguieron
699 vencer al maligno: con su fuerza y poder
700 uno de ellos lo hizo. La verdad se mostró:
701 que el Dios Poderoso siempre ha regido
702 a los seres humanos.
En marcha se puso
703 el nocturno asesino. Dormían los bravos 52
704 que en la alta morada montaban la guardia;
705 uno sólo velaba. ¡Bien sabían los hombres 53
706 que el fiero enemigo a ninguno echaría
707 a las negras tinieblas, que Dios les guardaba!
52 Vv. 703-4 El que los gautas se duerman en ocasión tan poco a propósito sólo puede
explicarse por la intervención de los poderes mágicos de Gréndel. De ellos se
habla en w. 798 ss.
53 Vv. 705-7 Contradicción con lo dicho en vv. 691 ss. Por otra parte, Gréndel llegó a devorar a
uno de los gautas.
708 Beowulf, vigilante, a la espera del monstruo,
709 ansiaba el combate con rabia terrible.
Gréndel llega al Hérot y devora a uno de los hombres de Beowulf.
710 Salió de su ciénaga, oculto en las sombras,
711 aquel que la ira de Dios arrastraba:
712 proyecto tenía el cruel malhechor
713 de atrapar a algún hombre en el alto palacio.
714 Caminó por la tierra, marchó a la morada,
715 de techo cubierto con láminas de oro
716 que bien conocía. Ya muchas veces
717 estuvo en la sala del ínclito Ródgar,
718 pero nunca hasta entonces, tampoco después,
719 en ella encontró tan valientes guerreros.
720 El horrible enemigo, el privado de goces,
721 llegó ante la estancia. Con sólo tocarla,
722 en la puerta rompió los forjados cerrojos:
723 ya podía el maligno —era grande su furia—
724 adentrarse en el Hérot. Rápido entonces
725 pisó el pavimento de hermosos colores,
726 con rabia avanzó: tenía en sus ojos
727 un brillo espantoso, igual que de fuego.
728 Vio en el palacio los muchos señores
729 que juntos dormían, la tropa excelente
730 de jóvenes héroes. Alegróse su pecho:
731 la pérfida fiera allá se dispuso
732 a arrancarles a todos antes del alba
733 la vida del cuerpo; pensaba gozar
734 de copioso festín. ¡Imposible le fue
735 devorar a ninguno del género humano
736 después de esa noche! Lo observaba animoso
737 el pariente de Híglak deseando saber
738 cómo iría a atacar con sus garras feroces.
739 Demorarse no quiso el dañino gigante:
740 veloz atrapó, como presa primera, 54
54 Vv. 740-5 Probablemente la antigua tradición sabía contar que Beowulf fue atacado por
Gréndel estando en su lecho. El deseo de mantener este rasgo, aún después de
741 un guerrero dormido. Destrozó al indefenso,
742 en su carne mordió, bebióle su sangre,
743 voraz lo tragó; pronto del todo
744 lo tuvo engullido con manos y pies,
745 el cuerpo sin vida.
Beowulf lucha con Gréndel, que huye herido de muerte tras haber perdido un brazo.
Alargando la mano
746 acercóse después al osado señor
747 que en su lecho yacía, palpó con su garra
748 al heroico Beowulf. Rápido entonces
749 alzóse el valiente dispuesto al ataque.
750 Allá de inmediato quedó convencido
751 el falaz criminal de que nunca en el mundo,
752 jamás en la tierra, con otro topó
753 que tan fuerte agarrara. Terror espantoso
754 le vino en su pecho: con súbita prisa
755 invadióle el deseo de huir al fangal
756 con los malos demonios. ¡Encontróse con algo
757 que nunca hasta entonces allá le ocurriera!
758 El pariente de Híglak pensó en las palabras
759 que dijo esa tarde: apretando con fuerza,
760 en la garra del ogro los dedos rompió.
761 El gigante tiraba, el varón no cedía;
762 el monstruo famoso trataba de huir,
763 procuraba escapar, si posible le fuera,
764 a su ciénaga oculta. ¡Su zarpa notaba
765 en el puño enemigo! ¡Mal en el Hérot
766 le fue en su visita al feroz malhechor!
767 Resonaba la estancia; gran miedo tenía
768 la gente danesa, los bravos señores
769 que el burgo habitaban. ¡Disputábanse ambos
770 con furia terrible el hermoso palacio!
771 Fue gran maravilla que firme la sala
772 aguantase el combate, que en pie resistiese
haberse añadido a la historia la muerte del guerrero gauta, explica la extraña
pasividad del héroe, que no interviene en su ayuda.
773 la excelsa morada; pero fuerte la hacían,
774 por dentro y por fuera, tirantes de hierro
775 muy bien trabajados. Abundante destrozo
776 causó entre los bancos que el oro adornaba
777 —así se refiere— la horrible pelea.
778 Nunca pensaron los sabios del pueblo
779 que nadie en el mundo pudiese dañar
780 de tan mala manera la rica mansión,
781 la adornada con cuernos, si no era prendida 55
782 y quemada en las llamas.
Poderoso y extraño
783 se oía un rugido. Era mucho el espanto
784 de todos los hombres del pueblo danés
785 que afuera del muro escuchaban los gritos,
786 el lamento del ogro enemigo de Dios,
787 su canción de derrota, el quejido doliente
788 del ser infernal. Agarrábalo firme
789 el varón cuya fuerza ninguno igualaba
790 de todos los hombres que entonces vivían.
791 Decidido se hallaba el señor de guerreros
792 a hacer que muriese el voraz visitante;
793 no creía que a nadie trajera provecho
794 el que vivo quedase. En torno a Beowulf
795 sus bravos blandían las viejas espadas
796 queriendo salvar de peligro a su jefe,
797 al famoso señor, si posible les fuera.
798 Mas aquellos vasallos de recio coraje,
799 que por todos los lados poníanle acoso
800 al dañino enemigo, no hallaban la forma
801 de herirlo de muerte: al torvo proscrito
802 espada ninguna que hubiese en el mundo,
803 ni el hierro mejor, abatirlo podía,
804 pues él con su magia hechizaba las armas,
805 sus filos de guerra. El destino, no obstante,
806 ordenó que este día su fin le llegase
807 al feroz malhechor y por siempre se hundiera
55 Vv. 781-2 Nuevamente se hace referencia a la futura destrucción del Hérot por las llamas en
la guerra con los hadobardos de Íngeld (cf. vv. 2024-69).
808 en el reino infernal de los malos demonios.
809 Allá comprendió el que tantas desgracias
810 le había causado con gozo perverso
811 al género humano —oponíase a Dios—
812 que poco su cuerpo aguantarle podría;
813 por la mano atrapado teníalo el bravo,
814 el pariente de Híglak. ¡Cada uno del otro
815 la muerte buscaba! Dolor espantoso
816 el monstruo sintió: ahora en el hombro
817 un hueco mostraba; los tendones saltaron,
818 rompiósele el hueso. Fue de Beowulf
819 la gloriosa victoria. Herido de muerte
820 Gréndel huyó a su ciénaga oculta,
821 a su torva guarida; claramente veía
822 que al término ya de su vida llegaba,
823 al fin de sus días. El fiero combate
824 acabó con las penas del pueblo danés.
825 Salvó de este modo el de lejos llegado,
826 animoso y prudente, la sala de Ródgar,
827 la libró de enemigos. Satisfecho quedó
828 de su hazaña nocturna. El príncipe gauta
829 cumplió su promesa a la gente skildinga,
830 así terminando con todos los males
831 y horribles desgracias que antaño sufrieron,
832 las grandes injurias que mucho agobiaron
833 al pueblo danés. Como claro trofeo,
834 el varón victorioso la mano colgó 56
835 con el brazo y el hombro —completa se hallaba
836 la garra de Gréndel— de la alta techumbre.
Los daneses siguen el rastro de Gréndel. Durante el regreso un bardo canta el heroísmo de
Sigmundo y la maldad de Hérmod.
837 Allá a la mañana —así lo escuché—
838 rodeaba al palacio un enorme gentío;
56 Vv. 834-6 A juzgar por vv. 925 ss., debió colgarla en la fachada exterior del edificio, pues
podía verse desde las gradas que le daban acceso.
839 acudieron señores de lejos o cerca,
840 de todo lugar, para ver el portento,
841 las huellas del monstruo. Ni uno tan sólo
842 su muerte lloró de los muchos varones
843 que el rastro siguieron del poco glorioso;
844 con gran pesadumbre, vencido en la brega,
845 a su charca corrió, a morir condenado,
846 dejando tras sí un reguero de sangre.
847 Rojas hervían las aguas del lago,
848 revolvía y mezclaba el furioso oleaje
849 ardientes coágulos, sangre de guerra.
850 Allá agonizante se había arrojado;
851 murió en su fangal sin contento ninguno
852 y llevóse el infierno su espíritu impío.
853 Se pusieron en marcha los viejos guerreros
854 —los mozos también, en feliz comitiva—;
855 ya volvían del lago en sus vivos corceles
856 los nobles señores. Alabábase mucho
857 el valor de Beowulf; se afirmaba y decía
858 que en todas las tierras que abrazan los mares
859 no había un guerrero ni al norte ni al sur
860 bajo el arco del cielo que fuese mejor,
861 un varón con escudo más digno de un reino.
862 No por ello ofendióse al afable monarca,
863 al ínclito Ródgar: ¡era un rey excelente!
864 A ratos la tropa acordaba correr;
865 galopaba a porfía en sus bayos famosos
866 cuando era adecuado y hermoso el camino,
867 tenido por bueno. A veces un hombre,
868 un vasallo elocuente y de rica memoria,
869 que sabía muy bien incontables leyendas
870 de tiempos antiguos, componía un cantar
871 con su justo trabado. Hábil entonces 57
872 la hazaña gloriosa cantó de Beowulf
873 disponiendo la historia y cambiando palabras 58
57 V. 871 El "justo trabado" es la correcta aliteración del verso germánico, mediante la cual
se vinculan sus dos hemistiquios.
58 V. 873 Con "cambiar palabras" se designa la variatio típica de esta poesía.
874 con mucha soltura. Expuso en su canto
875 lo que él recordaba del hijo de Wels, 59
876 heroicas proezas que nunca se oían,
877 el largo viaje, los odios y luchas
878 del noble Sigmundo, cosas que nadie
879 llegó a conocer sino sólo Fitela,
880 que a éste su tío, el propio Sigmundo,
881 sí las contaba, pues juntos pasaron
882 muy grandes aprietos en muchos combates;
883 sus espadas hicieron terrible matanza
884 en la raza gigante. No poco renombre
885 le trajo a Sigmundo después de su muerte
886 el que fiero en la lucha abatiese al dragón, 60
887 al guardián del tesoro. El de alto linaje
888 a solas logró bajo el risco grisáceo 61
889 su hazaña famosa: no llevaba a Fitela.
890 El osado varón traspasó con su hierro
891 a la enorme serpiente y clavóse en la roca
892 la espada del bravo: el reptil pereció.
893 Así con su fuerza el de gran valentía
894 dueño se hizo y señor absoluto
895 del rico tesoro: cargó su navío,
896 llevóse a su barco las joyas brillantes
897 el hijo de Wels; el dragón se esfumó. 62
898 Él fue de los héroes el más renombrado
899 por toda la tierra —con fieras hazañas
900 ganóse su gloria el señor de guerreros—
901 luego que Hérmod su arrojo perdió, 63
59 V. 875 El hijo de Wels: Sigmundo. Probablemente el bardo equiparaba en su canto la
hazaña de Beowulf con las de este famoso héroe.
60 V. 886 La conocida aventura del dragón se atribuye en todas las demás fuentes no a
Sigmundo sino a su hijo, que en Escandinavia (Eddas) se llamó Sigurdo y en el
continente (Cantar de los Nibelungos) Sigfrido.
61 V. 888 Bajo el risco grisáceo: en el interior de una cueva.
62 V. 897 Se consumió en su propio fuego.
902 su vida y coraje. A éste los jutos
903 le hicieron traición entregándolo pronto
904 a la gente enemiga. Muy largo pesar
905 afligido lo tuvo. Para todos sus nobles
906 y el pueblo se hizo una carga insufrible;
907 a menudo lloraban su torpe conducta
908 los sabios varones que un día creyeron
909 que él de sus males librarlos sabría,
910 que ansiaron que el príncipe el reino tuviera.
911 que heredara a su padre y mandase en su gente,
912 el tesoro, el palacio y los bravos guerreros,
913 la tierra skildinga.
Al pariente de Híglak
914 mucho queríanlo todos los hombres;
915 no así con el otro al que el mal dominó.
Ródgar elogia el valor de Beowulf. Éste le refiere su lucha con Gréndel.
916 A ratos la tropa por bello camino
917 al galope corría. El sol en el cielo
918 muy pronto se alzó. Rápidos iban
919 los fieros varones al alto palacio
920 a ver el portento. El propio monarca,
921 señor de tesoros, dejando su lecho
922 también acudió de solemne manera
923 y con mucho cortejo; avanzaba con él,
924 a su lado, la reina con todas sus damas.
925 Ródgar habló —llegó ante la sala,
926 las gradas subía y vio que colgaba
927 del techo dorado la garra de Gréndel—:
928 " ¡Ya demos las gracias al Dios Poderoso
929 por esto que vemos! Injurias sufrí
63 Vv. 901-13 Hérmod, prototipo de mal rey (cf. vv. 1709 ss.), es presentado en contraposición
con Beowulf. Su historia es bastante confusa. Al parecer, los daneses habían
puesto en un principio grandes esperanzas en él, pero luego se mostró un mal
gobernante, por lo que su pueblo se le rebeló y tuvo que exiliarse entre los jutos.
(Entonces debió ser cuando los daneses pasaron por la difícil época a que alude
el v. 15.) La gente enemiga a la que los jutos lo entregaron son probablemente los
demonios, es decir, lo mataron.
930 y maldades de Gréndel, pero hace el Señor
931 un milagro tras otro, el Rey de la Gloria.
932 Hace aún poco tiempo pensaba que nunca,
933 jamás en mi vida, hallaría remedio
934 a mi dura desgracia. Roja tenía
935 y manchada de sangre mi sala excelente;
936 embargaba el dolor a mis buenos vasallos,
937 que ya no esperaban poder liberar
938 el reducto del pueblo de seres malignos,
939 demonios y monstruos. Ahora un valiente
940 al que Dios ayudaba ha sabido lograr
941 lo que antes nosotros con maña ninguna
942 jamás conseguimos. La mujer en el mundo 64
943 que tuvo en su seno a tan alto varón
944 bien puede decir, si con vida se ve,
945 que el Eterno Señor generoso con ella
946 mostróse en el parto. Desde ahora, oh Beowulf,
947 el mejor de los hombres, mi afecto te doy
948 y te tengo por hijo. ¡Respeta este vínculo
949 y guárdalo siempre! Nada en la tierra
950 te habrá de faltar de las cosas que tengo.
951 A menudo premié muy menores proezas,
952 di joyas a gente de menos valía,
953 en la lucha peores. Tú supiste lograr
954 con tu hazaña gloriosa que ya para siempre
955 tu fama perviva. ¡Sígate Dios
956 concediendo sus bienes igual que hasta ahora!"
957 Respondióle Beowulf, el hijo de Ekto:
958 "Animosos nosotros la lucha abordamos, 65
959 la heroica proeza; resistimos, valientes,
960 la fuerza del monstruo. Gozoso estaría
961 si hubieses podido observar al maligno
962 que muerto quedaba con todas sus armas. 66
64 Vv. 942-3 Recuérdese a propósito de este pasaje que la madre de Beowulf era hija de Rédel
y hermana de Híglak, el rey de los gautas (cf. vv. 373 ss.).
65 V. 958 Beowulf, modestamente, considera su hazaña como obra común de los gautas.
66 V. 962 Está fuera de lugar y contradice lo ya expuesto la referencia a las armas de
Gréndel.
963 Yo quería que pronto mi puño terrible
964 lo hundiera y atase en su lecho de muerte,
965 que allá le viniera agarrado en mi mano
966 mortal agonía, si no se escapaba.
967 Pues que Dios no lo quiso, no pude impedir
968 —aunque mucho apreté— que de mí se zafara
969 el cruel asesino: se me supo soltar
970 con arranque violento. Sin embargo la fiera,
971 al tratar de salvarse, la garra perdió,
972 el brazo y el hombro; provecho ninguno
973 el demonio infernal consiguióse con ello:
974 vivirá poco tiempo el feroz malhechor
975 que pecados agobian, lo tiene su herida
976 muy bien apresado en abrazo fatal,
977 con cadenas de muerte. Así ha de aguardar
978 el sangriento enemigo la dura sentencia
979 que el Dios luminoso le quiera imponer".
980 El hijo de Éklaf silencio guardaba, 67
981 dejó de alabar sus hazañas de guerra
982 después que los nobles, por obra del gauta,
983 en la alta techumbre vieron la mano,
984 los dedos del monstruo. Cada uno en su punta
985 una uña tenía igual que de acero;
986 tal era la zarpa, espantosa y cruel,
987 del horrible pagano. Afirmaban los hombres
988 que nunca una espada por dura que fuese
989 hubiera podido abatir a la fiera
990 o le hubiese cortado su garra maligna.
Se organiza una fiesta en el Hérot. Ródgar premia a Beowulf.
991 Se ordenó que al momento las hábiles manos
992 ornasen el Hérot; gran multitud
993 de mujeres y hombres allá dispusieron
994 la rica mansión. En los muros brillaron
67 V. 980 El hijo de Éklaf: Únfer.
995 dorados tapices, muchas escenas
996 que daban asombro al que bien las miraba.
997 Quedó malparado el hermoso palacio,
998 el firme por dentro con grapas de hierro,
999 y quebradas sus puertas; el torvo proscrito
1000 de malas acciones el techo tan sólo
1001 sin daño dejó cuando huyó de la sala
1002 agotando su vida. No es fácil tarea
1003 evitar este trance —¡quien quiera lo intente!—
1004 pues fija el destino que al fin se encamine
1005 el que un alma posee, los seres humanos
1006 que habitan el mundo, al cierto lugar
1007 donde, quieto en la tumba, después de esta fiesta
1008 descanse su cuerpo.
El momento llegó
1009 de que el hijo de Halfdan entrara en la sala:
1010 el propio monarca al convite acudía.
1011 ¡No sé de otra tropa con tantos guerreros
1012 que en torno a su rey se portase mejor!
1013 Los varones famosos asiento tomaron,
1014 contento tuvieron. Con mucha frecuencia
1015 Ródgar y Ródulf, osados parientes, 68
1016 juntos sus copas corteses bebían
1017 en la alta morada: amigos aún 69
1018 eran todos en Hérot; la gente skildinga
1019 tan sólo después la traición conoció.
1020 El hijo de Halfdan diole a Beowulf
1021 como premio a su hazaña un dorado estandarte,
1022 valioso pendón, una cota y un yelmo;
1023 presentósele luego —todos lo vieron—
1024 un hierro excelente. Su copa Beowulf 70
1025 en la sala apuró. ¡No le dieron vergüenza
1026 ante aquellos guerreros los dones que obtuvo!
1027 De pocos señores oí que entregasen
68 V. 1015 Ródulf, hijo de Haiga, es sobrino de Ródgar.
69 Vv. 1017-9 Cf. 1180-7 n.
70 Vv. 1024-5 Parece tratarse de un brindis ceremonial al recibir los regalos.
1028 con tanta alegría en su rica mansión
1029 cuatro piezas labradas y de oro brillantes.
1030 En lo alto del yelmo, ciñéndolo bien,
1031 una banda corría con hierro trenzada
1032 de modo que al hombre guardase del golpe
1033 de espada mortal cuando el bravo de escudo
1034 debiera correr hacia gente enemiga.
1035 Ocho buenos corceles el rey ordenó
1036 que a la sala trajesen: láminas de oro
1037 sus bridas cubrían; uno de ellos llevaba
1038 muy rica montura adornada con joyas:
1039 era aquélla la silla que usaba el monarca,
1040 el hijo de Halfdan, cuando unirse quería
1041 a la danza de espadas. ¡Jamás en la guerra71
1042 fallóle el coraje abatiendo enemigos!
1043 El rey de los ingas lo uno y lo otro72
1044 a Beowulf le entregó, caballos y armas,
1045 y luego le dijo que bien los gozase.
1046 Con regalos sin tacha el famoso caudillo,
1047 el señor de su gente, la hazaña premió,
1048 con buenos corceles y rico tesoro,
1049 y nadie lo niega que diga verdad.
1050 De la misma manera el amigo del pueblo
1051 a todos los héroes que allá con Beowulf
1052 por las olas llegaron les hizo un obsequio
1053 de antigua valía. Luego con oro 73
1054 mandó se saldase la muerte del gauta
1055 que Gréndel mató, como a todos matara
1056 si el Dios Celestial no lo hubiese impedido
1057 y la fuerza de un bravo. El Señor a los hombres
1058 entonces también, como ahora, regía;
71 V. 1041 La danza de espadas: la batalla.
72 V. 1043 Los ingas ('descendientes de Ing'): los daneses.
73 Vv. 1053-5 Cf. vv. 740 ss.
1059 conviene por ello que todos mediten,
1060 se ocupen del alma. ¡Mucho le viene
1061 de bueno y de malo al que tiene en el mundo
1062 su vida terrena por tiempo muy largo!
Un bardo ameniza la fiesta refiriendo la historia de Fin.
1063 Allá se acordaron el tono y la voz
1064 ante el buen capitán de la tropa de Halfdan:
1065 el arpa sonó cuando el bardo de Ródgar, 74
1066 con mucho contento de toda la sala,
1067 expuso de nuevo la historia famosa 75
1068 del súbito ataque del pueblo de Fin,
1069 cómo Nef skildingo, el héroe danés, 76
1070 quedóse sin vida en la tierra frisona.
1071 Ya de los jutos Híldebur nunca
1072 fiarse podría: sin culpa ninguna,
1073 hijo y hermano le cupo perder
1074 en el juego de escudos; al uno y al otro 77
1075 la lanza mató. ¡Fue grande su pena!
1076 No con poco motivo la hija de Hok 78
1077 renegó de su suerte: al llegar la mañana
1078 mostróle su luz, abatidos por tierra,
1079 a sus buenos parientes, los dos en el mundo
1080 que más estimaba. Fin en la lucha
1081 a sus bravos perdió —quedáronle pocos—
1082 y ya no podía seguir atacando
1083 a la tropa de Henges, segundo del rey,
74 V. 1064 Ródgar es aludido aquí con el título que le fue propio en el tiempo en que aún
vivía su padre.
75 Vv. 1067-159 Sobre este pasaje, el llamado "Episodio de Fin", cf. p. 223.
76 V. 1069 El texto original llama a Nef y los suyos, más exactamente, 'semidaneses' o
'mediodaneses'.
77 V. 1074 El juego de escudos: el combate.
78 V. 1076 La hija de Hok: Híldebur.
1084 ni lograba tampoco sacar a los hombres
1085 que vivos tenía. Le ofrecieron la paz:
1086 daríales Fin una sala en su reino,
1087 morada y sitial, y el mismo derecho
1088 que en todas las cosas los jutos tuviesen;
1089 al hacer sus regalos, el hijo de Fólkald 79
1090 siempre honraría a la gente danesa,
1091 anillos daría a la tropa de Henges,
1092 magníficas joyas labradas en oro,
1093 en igual cantidad que en su rico palacio
1094 entregarle quisiera a la gente frisona.
1095 Ambos ejércitos muy firmemente
1096 la paz acordaron. A Henges entonces
1097 veraz juramento Fin le prestó
1098 de que todos sus hombres tratados serían
1099 de honrosa manera, que nadie jamás
1100 violaría este pacto con habla o con hecho
1101 ni con mala intención o por burla diría
1102 que a aquel apoyaban que al rey les mató,
1103 aunque fuerza les fue cuando al jefe perdieron;
1104 mas si acaso un frisón con maligna palabra
1105 al odio mortal de otro tiempo aludiese,
1106 entonces el hierro arreglarlo sabría.
1107 Apilaron la leña y oro excelente
1108 a la hoguera trajeron. Ya en ella dispuesto
1109 se hallaba el mejor de los bravos skildingos;80
1110 bien se veían, cubierta de sangre,
1111 su cota de malla, la dorada figura 81
1112 del recio verraco, los muchos señores
1113 que heridos de muerte en la lucha cayeron.
1114 Híldebur quiso que a su hijo pusieran
1115 arriba con Nef, que fuese quemado
1116 a su lado su cuerpo y llevado a la pira;
1117 a su cuello abrazada, entonaba la reina
79 V. 1089 El hijo de Fólkald: Fin.
80 V. 1109 Nef, el rey muerto.
81 Vv. 1111-12 Cf. 303-6 n.
1118 lloroso lamento. Subióse al guerrero.
1119 ¡Grandiosa la llama que al cielo se alzó!
1120 La hoguera rugía: derretíanse cráneos,
1121 abríanse heridas y de ellas la sangre
1122 abundante manaba. El fuego engulló,
1123 fantasma voraz, a los hombres caídos
1124 de un bando y del otro; allá perecieron.
1125 Los guerreros entonces —con menos amigos 82
1126 marcharon de nuevo a su casa y morada
1127 en la tierra frisona. Henges pasó,
1128 habitando con Fin, un invierno difícil,
1129 de poca alegría. Añoraba su tierra,
1130 mas le era imposible hacerse a la mar
1131 en el curvo navío: la tormenta en las olas
1132 y el viento reñían, en su hielo el invierno
1133 apresaba a las aguas. Otro año después
1134 en el mundo empezó, pues siempre sucede
1135 que al tiempo debido el aire de nuevo
1136 brillante se torna. El invierno acabó,
1137 florecieron los campos. Ansiaba el guerrero83
1138 salir de su exilio, pero más que en la vuelta
1139 con ira pensaba en la fiera venganza,
1140 en cómo podría iniciar el combate
1141 en el cual a los jutos su enojo mostrara.
1142 Poco el valiente cambió de opinión
1143 cuando el hijo de Húnlaf le puso en el pecho 84
1144 la espada famosa, la " Rayo en la guerra ".
1145 ¡Los jutos su filo muy bien conocían!
1146 Allá Fin pereció, animoso guerrero,
1147 fue muerto con hierro en su propia morada,
1148 cuando Gúdlaf y Óslaf, por mar arribados,
1149 con pena aludieron al súbito ataque,
82 V. 1125-7 Una vez hecha la paz los frisones se dispersan; con menos amigos, pues han
sufrido bajas en su lucha con los daneses.
83 V. 1137 El guerrero: Henges.
84 Vv. 1143-4 El hijo de Hunlaf debe ser un danés y el regalo de la espada es probablemente
una incitación a la venganza.
1150 a la triste desgracia. No logró retener 85
1151 en su pecho la furia. Cubrióse la sala
1152 de sangre enemiga: fue Fin abatido
1153 —cayó con su tropa— y tomada la reina.
1154 La gente skildinga llevóse a los barcos
1155 el rico tesoro del fiero monarca,
1156 las piezas doradas y joyas que había
1157 en la casa de Fin. Fue luego llevada
1158 la noble señora a la tierra danesa,
1159 regresó con su pueblo.
El discurso de Walto. Sus regalos a Beowulf. Sobre la muerte de Higlak.
El canto acabó,
1160 la historia del bardo. Alzóse en la sala86
1161 un clamor de contento; acudieron los mozos
1162 con jarras de vino. Coronada con oro,
1163 Walto avanzó ante Ródgar y Ródulf,
1164 los dos valerosos: aveníanse bien87
1165 entre sí todavía. Únfer estaba
1166 a los pies del monarca; gozaba de estima
1167 a pesar de que muerte les dio a sus hermanos
1168 en danza de espadas. Allá dijo la reina:
1169 "¡Recibe esta copa, oh mi dueño y señor,
1170 generoso caudillo! Regocíjate ahora,
1171 oh rey de tu pueblo, y dirige a los gautas
1172 benignas palabras, que así lo merecen.
1173 Sé dadivoso, no olvides premiarlos
1174 con joyas traídas de lejos o cerca.
1175 He oído decir que por hijo tomaste
1176 al heroico varón. Ya a salvo está el Hérot,
1177 el bello palacio; disfrútalo bien
85 Vv. 1150-1 El sujeto de la frase es Henges.
86 Vv. 1160-1 El regocijo se debe a la victoria final de los daneses.
87 Vv. 1164-5 Cf. 1180-7 n.
1178 mientras goces de vida y deja a tu estirpe
1179 el pueblo y el reino después que te marches
1180 en busca de Dios. Yo sé que de cierto88
1181 mi Ródulf querido dará a nuestros hijos
1182 ayuda y cuidado, si antes que a él,
1183 oh señor de skildingos, la muerte te llega;
1184 muy generoso pienso que entonces
1185 con ellos será, si tiene presente
1186 lo mucho que a él, todavía muy niño,
1187 nosotros le honramos e hicimos favor".
1188 Hacia el banco marchó que ocupaban sus hijos,
1189 Rédrik y Ródmund, allá acompañados
1190 de jóvenes héroes; estaba sentado
1191 con ambos hermanos el bravo Beowulf.
1192 Tras haberle invitado a beber en la copa
1193 con buenas palabras, dos brazaletes
1194 de oro trenzado la reina le dio,
1195 una cota de malla y también un collar
1196 como nunca escuché que lo hubiese en el mundo.
1197 No he sabido jamás de una pieza mejor,89
1198 a no ser cuando Hama al brillante reducto
1199 llevóse el collar de la gente brisinga,
1200 la joya excelente: escapó a Ermanarico,
1201 a su mala traición, y buscó paz eterna.
1202 Con este collar fue Híglak el gauta,90
88 Vv. 1180-7 Muy de pasada se ha aludido ya a una futura enemistad o traición entre Ródgar y
su sobrino Ródulf (cf. vv. 1017 ss. y 1164 ss.; véase también Wídsid vv. 45 ss.).
Efectivamente, según cuenta Saxo Gramático en su Gesta Danorum, Ródulf
usurparía más tarde el trono danés cuando por derecho debieron ocuparlo los
hijos de Ródgar, a los que quizá mató. Las confiadas (o temerosas) palabras de
Walto sobre el futuro comportamiento de su sobrino para con sus hijos tienen, por
lo tanto, un alto interés dramático. Así también en vv. 1226 ss.
89 Vv. 1197-201 El collar ofrecido a Beowulf se compara, pues, con el de la gente brisinga (?), que
es bien conocido en la mitología escandinava como adorno de la diosa Freya.
Sobre Harna cf. Wídsid vv. 124 ss.; a Ermanarico suele presentarlo la tradición
épica germánica como prototipo de rey cruel (así en Déor vv. 21 ss. y Wídsid vv. 7
ss.). Se ha supuesto que "brillante reducto" designa un convento y que la "paz
eterna" es la de la vida monacal, que Hama habría abrazado.
90 Vv. 1202-14 Según vv. 2172 ss. Beowulf se lo regaló a su regreso a Higeda, la esposa de
Híglak. El ataque de éste contra los frisones y francos, que le costó la vida, vuelve
a mencionarse en vv. 2354 ss., 2498 ss. y 2913 ss. Se trata del único punto del
poema que tenemos confirmado históricamente. Gregorio de Tours habla en su
Historia Francorum (iii. 3) de la expedición del rey Chochilaicus (Híglak, ant. nórd.*
Hugilaikaz) contra el territorio franco alrededor del año 520. Híglak saqueó
1203 el nieto de Swérting, a su última lucha:
1204 al pie de su enseña feroz defendía
1205 el botín que ganó. Buscóse su muerte
1206 al llevarle batalla con loca arrogancia
1207 a la gente frisona; les fue por los mares
1208 el fuerte monarca teniendo a su cuello
1209 la pieza adornada. Con su escudo cayó.
1210 Se apropiaron los francos del cuerpo del rey,
1211 de su arnés de combate y del rico collar:
1212 por peores guerreros se vio despojado
1213 tras fiera matanza; abatidos por tierra
1214 los gautas yacían.
Aprobaron los hombres.91
1215 Ante toda la tropa Walto le habló:
1216 "¡Goza y disfruta, oh querido Beowulf,
1217 esta joya brillante y la cota de malla,
1218 magníficas piezas, y mucho prospera,
1219 que aumente tu fama! ¡Sé tú de estos niños
1220 benigno maestro! Premiarte sabré.
1221 Con tu hazaña lograste que lejos y cerca
1222 por siempre los hombres proclamen tu gloria,
1223 en todas las tierras que abrazan los mares,
1224 el reino del viento. 92 " ¡Que la suerte te asista
1225 hasta el fin de tus días! ¡Yo deseo que obtengas
1226 muy grandes tesoros! ¡Sé tú de mis hijos
1227 un buen protector, oh dichoso guerrero!
1228 "Son leales aquí unos nobles con otros,
1229 son afables los bravos y fieles al rey;
1230 se encuentra la tropa dispuesta y alerta,
1231 la gente en la sala mis órdenes cumple".
1232 A su trono volvió.
primeramente la costa frisona al oeste del Zuider See, internándose luego por el
Rin hasta la región de los chatuarios, que formaban parte del reino merovingio.
Cuando ya sus barcos habían iniciado el regreso, cargados con un rico botín,
Híglak, que aún estaba en tierra, se vio atacado por un gran ejército franco-frisón
que logró darle muerte.
91 V. 1214 Lo que aprueban es, naturalmente, el premio recibido por Beowulf.
92 V. 1224 El reino del viento: el mar.
Terminado el convite, los daneses vuelven a hacerse cargo del Hérot.
Vino en la fiesta
1233 los hombres bebían; ignoraban la suerte,
1234 el horrible destino, que a muchos señores
1235 allá amenazaba. Cuando vino la noche
1236 Ródgar, el rey, a su alcoba marchó,
1237 retiróse a dormir. Como antaño solía,
1238 quedóse en la estancia el tropel de daneses:
1239 apartaron los bancos y luego extendieron
1240 jergones y mantas. Condenado a morir
1241 un vasallo animoso buscóse su lecho.
1242 Cada hombre a su lado el escudo tenía,
1243 la tabla brillante; sobre aquellos varones
1244 veíanse bien, en los bancos dispuestos,
1245 el yelmo empinado, la cota de malla
1246 y la lanza de guerra. Preparados estaban
1247 en todo momento a iniciar el combate,
1248 en la sala, en campaña y en toda ocasión
1249 que pudiera surgir en que apoyo quisiese
1250 su gran soberano. ¡Era un pueblo valiente!
II • LA MADRE DE GRÉNDEL
La madre de Gréndel ataca el palacio. Se apodera de un danés y recobra la garra de su hijo.
1251 Se entregaron al sueño. Su descanso a un guerrero
1252 muy caro costó, como antaño ocurría
1253 en el tiempo en que Gréndel con odio atacaba
1254 el dorado palacio, antes que muerte
1255 en castigo sufriese. Pronto se vio,
1256 fue de todos sabido, que alguien quedaba
1257 con vida en la tierra dispuesto a vengar
1258 la derrota del monstruo. La madre de Gréndel,
1259 egresa dañina, maldades fraguaba.
1260 Habitaba por fuerza las gélidas aguas 93
1261 de un lúgubre lago desde el día en que muerte
1262 Caín con la espada a su hermano le dio,
1263 al hijo del padre. Fue luego exiliado
1264 —marcábalo el crimen— y lejos del mundo,
1265 al desierto, marchó. Es de él que descienden
1266 los seres malignos y uno fue Gréndel,
1267 fiera espantosa, que en Hérot halló
1268 a un héroe despierto y dispuesto a la lucha.
1269 Quiso atraparlo el torvo proscrito,
1270 mas él confiaba en su fuerza terrible,
1271 el don estimado que obtuvo de Dios,
1272 y pidióle su apoyo al Señor Poderoso,
1273 socorro y ayuda: mató de este modo
1274 al demonio infernal. El que a todos odiaba,
1275 de goces privado, abatido corrió
1276 a su lecho de muerte. Entonces su madre,
1277 hosca y rabiosa y con mucho pesar,
1278 en camino se puso queriendo vengarse.
1279 Al Hérot llegó; la gente danesa
1280 en la sala dormía. Al momento los nobles
1281 sintieron terror cuando entró en el palacio
93 Vv. 1260-5 Cf. vv. 104 ss.
1282 la madre de Gréndel. Menos miedo causó,
1283 sin embargo, que el hijo, en la misma medida
1284 que el hombre a la hembra en la guerra supera,
1285 cuando espada brillante, forjada a martillo,
1286 de sangre cubierta y con filo temible,
1287 el verraco lastima que luce en el yelmo. 94
1288 Se empuñaron los hierros en la alta mansión
1289 —en los bancos estaban— y muchos escudos
1290 tomáronse al brazo; nadie en el yelmo
1291 la cota pensó: fue grande el espanto.
1292 Rápida quiso acabar en la sala,
1293 alejarse de allá, cuando fue descubierta.
1294 Atrapando con fuerza a un noble vasallo
1295 pronto escapó a su ciénaga oculta.
1296 Al mejor de los héroes que Ródgar tenía,
1297 al varón con escudo que más estimaba
1298 entre toda su gente, a ése mató,
1299 al famoso guerrero. No estaba Beowulf;
1300 al intrépido gauta aparte una alcoba 95
1301 asignada le fue cuando obtuvo su premio.
1302 Hubo gritos en Hérot: ¡se había llevado
1303 la garra sangrienta! De nuevo al palacio
1304 la pena volvió. ¡De mala manera
1305 en aquella contienda amigos caían
1306 de un bando y del otro!
Ródgar se lamenta de la muerte de su vasallo y describe el paraje habitado por los monstruos.
Beowulf le ofrece nuevamente su ayuda.
Se llenó de tristeza
1307 el sabio monarca, el canoso señor,
1308 cuando supo la muerte del noble vasallo,
1309 que estaba sin vida el que más estimaba.
1310 Fue pronto llamado a la estancia Beowulf,
94 V. 1287 Cf. 303-6 n.
95 Vv. 1300-1 Cf. vv. 118-9 n.
1311 el osado varón. Muy de mañana
1312 el valiente acudía, el héroe glorioso
1313 con toda su tropa, allá donde el rey
1314 en su agobio dudaba que Dios algún día
1315 quisiera librarle de tanta desgracia.
1316 Por buen pavimento avanzó con sus hombres
1317 el bravo Beowulf —resonaba la sala—
1318 y al príncipe luego, al señor de los ingas,
1319 cortés saludó preguntando si tuvo
1320 —él así lo esperaba— gozoso descanso.
1321 Ródgar habló, protector de skildingos:
1322 "¡No preguntes por gozo! Ya sufre de nuevo
1323 la gente danesa. Está Ásker sin vida,
1324 el que fue de Irmenlaf el hermano mayor,
1325 mi fiel consejero, el buen camarada
1326 que en muchos combates salvó mi cabeza,
1327 en el choque de gente que trata de herir
1328 el verraco del yelmo. ¡Todos los nobles
1329 así como Ásker ser deberían!
1330 Una ogresa dañina muerte en el Hérot
1331 le dio con sus manos; ignoro el lugar 96
1332 al que luego escapó, de su hazaña orgullosa,
1333 arrastrando su cuerpo. Ha sabido cobrarse
1334 el castigo que a Gréndel ayer le infligiste
1335 de fiera manera y con puño potente
1336 por haberle causado muy larga desgracia
1337 a la gente danesa. El torvo enemigo
1338 en la lucha cayó, mas ahora ha venido,
1339 terrible, su madre queriendo vengarlo.
1340 Se ha cobrado su muerte con saña cruel:
1341 de este modo lo piensan los muchos guerreros
1342 que lloran la pérdida, triste, del jefe, 97
1343 el señor generoso. ¡Inerte se encuentra
1344 la mano que a todos favores hacía!
1345 "A la gente que vive y habita en mi reino,
96 Vv. 1331-2 Recuérdese, sin embargo, que en vv. 841 ss. se habló ya de una incursión al lago
habitado por los dos monstruos. Ródgar describirá además aquel paraje en vv.
1357 ss.
97 Vv. 1342-4 Ásker es caracterizado aquí como si hubiera sido un rey (cf. v. 1407).
1346 a mis buenos vasallos, he oído contar
1347 que a menudo veían dos grandes espíritus,
1348 seres malignos, que en torno a las ciénagas
1349 siempre rondaban. De hembra el aspecto
1350 el uno tenía, según lo que ellos
1351 podían juzgar; el otro malvado
1352 vagaba, proscrito, en la forma de un hombre,
1353 si bien su tamaño era mucho mayor.
1354 Desde tiempos remotos llamábale Gréndel
1355 la gente del reino; nada ninguno
1356 del padre sabía, tampoco si a otros
1357 la vida les dio. Ambos habitan
1358 ocultas loberas, riscos al viento,
1359 un hosco fangal donde un río se vierte
1360 cayendo del monte y al pie de las rocas
1361 se hunde en la tierra. No lejos de aquí,
1362 si por millas se mide, se encuentra la charca;
1363 un bosque nevado sobre ella se inclina,
1364 sus ramas colgantes el lago ensombrecen.
1365 Hay allá cada noche espantoso portento:
1366 foguean las aguas. ¡No existe en el mundo
1367 tan sabio varón que su fondo conozca!
1368 Si acosado por canes el rápido ciervo
1369 de cuernos potentes se oculta en el bosque
1370 tras larga carrera, antes se rinde,
1371 se entrega en la orilla, que al lago se arroja
1372 a esconder su cabeza. ¡Mal sitio es aquél!
1373 Allá hasta las nubes oscuro se eleva
1374 el furioso oleaje cuando el viento levanta
1375 maligna tormenta y el aire se espesa
1376 y lloran los cielos. ¡En ti solamente
1377 otra vez confiamos! No conoces aún 98
1378 el horrible paraje en que puedes hallar
1379 a la impía criatura. ¡Ve allá si te atreves!
1380 ¡Yo tu pelea con nuevos regalos
1381 premiarla sabré, con magníficas joyas,
98 Vv. 1377-9 Nueva contradicción, pues Beowulf debió hallarse entre los que siguieron el rastro
de Gréndel en vv. 841 ss.
1382 con oro trenzado, si vivo regresas!"
1383 Respondióle Beowulf, el hijo de Ekto:
1384 "¡No te aflijas, oh rey! ¡Más cumple en el hombre
1385 vengar al amigo que mucho llorarlo!
1386 Para todos nosotros un día se acaba
1387 la vida en la tierra, mas antes debemos
1388 cubrirnos de gloria: no hay cosa mejor
1389 para un noble guerrero después de su muerte.
1390 ¡Levántate ahora, oh señor de tu reino!
1391 ¡De la madre de Gréndel el rastro sigamos!
1392 Una cosa te digo: que no escapará
1393 ya se meta en la tierra ya corra a los bosques
1394 al fondo del mar, donde quiera que sea.
1395 ¡Soporta paciente por sólo este día
1396 —así te lo ruego— tu mucho dolor!"
Daneses y gautas marchan al lago de la madre de Gréndel.
1397 Levantóse el anciano; al Dios Poderoso,
1398 al Señor, alabó por la ayuda del bravo.
1399 Fue pronto dispuesto el caballo de Ródgar,
1400 trenzada su crin. En marcha se puso,
1401 equipado, el monarca; tras él caminaba
1402 su tropa valiente. Siguieron el rastro,
1403 la huella en la tierra, por sendas de bosques
1404 y campos abiertos: por ocultos fangales
1405 la ogresa pasó llevando consigo,
1406 de vida privado, al mejor de los nobles,
1407 a aquel que en la sala con Ródgar regía.
1408 Recorrieron entonces los fieros varones
1409 rocosas quebradas de paso difícil,
1410 angostos caminos —un hombre a la vez—,
1411 barrancos y peñas, guaridas de monstruos.
1412 Él iba delante explorando la tierra 99
1413 con sólo un puñado de diestros guerreros;
1414 de repente llegó al lugar donde el bosque,
1415 la lúgubre selva, volcaba sus ramas
99 V. 1412 Probablemente Beowulf, no Ródgar.
1416 por gris precipicio: revolvíanse abajo,
1417 con sangre, las aguas. La gente danesa,
1418 todos los bravos del pueblo skildingo,
1419 sintieron angustia, horrible pesar,
1420 cuando arriba del risco, al borde del lago,
1421 la tropa encontró la cabeza de Asker.
1422 Turbias de sangre —los hombres lo vieron—
1423 las olas hervían. El cuerno tocaba
1424 sus sones de guerra. Sentáronse todos;
1425 en el lago observaron las muchas serpientes,
1426 extraños dragones que habitan el mar;
1427 en las rocas echados veíanse monstruos,
1428 fieras y sierpes, de esos que al alba
1429 con torva intención a menudo recorren
1430 la senda del barco. 100 Emprendieron la huida
1431 con rabia maligna al oír el sonido,
1432 el toque del cuerno. Allá con su arco
1433 el príncipe gauta una bestia mató
1434 haciendo que, dura, quedase en su pecho
1435 la flecha de guerra. Poco a poco en el lago
1436 más lenta nadaba, según perecía.
1437 Aquel ser espantoso pronto en el agua
1438 acosado se vio por fuertes arpones
1439 de punta terrible. Fue dominado
1440 y sacado a la orilla: se admiraron los hombres
1441 del hosco enemigo.
Beowulf se prepara para luchar con la madre de Gréndel.
Equipóse Beowulf
1442 con su arnés de combate, sin miedo a la muerte.
1443 Su cota de malla, a mano tejida,
1444 amplia y ornada, entraría en el lago:
1445 guardaríale ella el refugio de huesos 101
1446 evitando que al pecho llegaran las garras,
1447 que las zarpas feroces le hicieran morir.
100 V. 1430 La senda del barco: el mar.
101 V. 1445 El refugio de huesos: el cuerpo.
1448 Su cabeza cubriendo, también bajaría
1449 a las hondas corrientes, al fondo del mar,
1450 el yelmo brillante, el casco dorado
1451 y con bandas de hierro, que en tiempo lejano
1452 el herrero forjó, rodeándolo bien 102
1453 con hermosos verracos de modo que nunca
1454 ni punta ni filo de espada lo hirieran.
1455 No fue la peor de sus armas entonces
1456 aquella que Únfer le vino a prestar,
1457 la espada excelente, antigua y valiosa,
1458 de nombre "Estacón". Ponzoñosas señales 103
1459 mostraba en su hoja, que fue endurecida
1460 con sangre de guerra; en la lucha jamás
1461 le fallaba al varón que en sus manos la alzaba,
1462 cuando bravo corría a la dura pelea
1463 con gente enemiga. ¡No era en verdad
1464 la primera ocasión en que el hierro se usaba!
1465 Cuando el hijo de Éklaf, el fuerte danés,
1466 le entregaba su espada al que a más se atrevía,
1467 bien poco acordóse de aquello que dijo,104
1468 borracho, en la sala; desde luego que él
1469 no osaría exponerse en las aguas furiosas,
1470 heroica proeza. Allá su renombre
1471 y su fama perdió; no así con el otro
1472 que estaba equipado y dispuesto al combate.
1473 Dijo Beowulf, el hijo de Ekto:
1474 "No olvides, oh noble heredero de Halfdan,
1475 gran soberano, ahora que parto
1476 buscando el peligro, oh famoso varón,
1477 lo que dicho tenemos: que si muerto cayera
1478 sirviéndote a ti me serías después
1479 —ya mi vida perdida— lo mismo que un padre.
102 Vv. 1452-3 Este yelmo es, pues, distinto de los descritos hasta ahora. Tenía los verracos
protectores en relieves en torno a la cabeza.
103 Vv. 1458-9 Se trata quizá de las señales dejadas por el ácido en el proceso de
damasquinado. Otra posibilidad es que se le atribuyera a su ornamentación un
efecto mágico venenoso (Klaeber).
104 Vv. 1467-8 Cf. vv. 499-528.
1480 Sé tú de mis hombres un buen protector,
1481 de mi tropa valiente, si acaso perezco,
1482 y envíale a Híglak, oh Ródgar afable,
1483 los ricos regalos que ya me entregaste;
1484 cuando el rey de los gautas el oro contemple,
1485 cuando el hijo de Rédel admire las joyas,
1486 sabrá que gocé de excelente señor
1487 que me fue dadivoso hasta el fin de mis días.
1488 Entrégale a Únfer el viejo tesoro,
1489 que el bravo reciba la espada adornada
1490 y de filo potente. ¡Ahora 'Estacón'
1491 ha de darme renombre y sino moriré!"
Beowulf lucha en una cueva submarina con la madre de Gréndel y la vence.
1492 Tras estas palabras el príncipe gauta
1493 veloz avanzó; no quiso aguardar
1494 para oír la respuesta. Acogieron las aguas
1495 al noble guerrero, que estuvo nadando
1496 gran parte del día sin dar con el fondo.
1497 Pronto notó la que años cincuenta
1498 llevaba en la ciénaga, fiera en la lucha,
1499 cruel y espantosa, que un ser humano
1500 bajaba a explorar la mansión de los monstruos.
1501 Rápida entonces al hombre atrapó
1502 con sus garras feroces. No pudo dañar
1503 sin embargo su cuerpo: el arnés de combate,
1504 la cota de malla que bien le cubría,
1505 supo impedir que sus uñas le hirieran.
1506 La loba del mar hasta el fondo bajó
1507 arrastrando a su cueva al de buena armadura,
1508 que no conseguía, aunque era atrevido,
1509 valerse del hierro. Las bestias marinas,
1510 horribles serpientes, mordían su cota
1511 en lo hondo del lago, hostigaban al héroe
1512 con dientes voraces.
El osado señor
1513 hallóse después en un torvo aposento
1514 en el cual se encontraba a resguardo del agua:
1515 impedía su techo que al gauta agobiasen
1516 las olas furiosas. Luz a la estancia
1517 le daba una hoguera de llamas brillantes.
1518 Entonces el bravo delante se vio
1519 de la ogresa maligna. Alzó valeroso
1520 su espada de guerra; firme en el puño,
1521 el hierro anillado cantó en su cabeza105
1522 su lúgubre son. Halló sin embargo
1523 que no la dañaba su rayo en la lucha,106
1524 que no la abatía. Al noble en su aprieto
1525 fallóle aquel filo que en tantos combates
1526 los yelmos rajara y las cotas de malla
1527 de gente enemiga. La magnífica pieza
1528 jamás hasta entonces tan mal se portó.
1529 No cedió su coraje, mantúvose firme;
1530 pensaba en su fama el pariente de Híglak:
1531 arrojó sin demora el furioso guerrero
1532 la espada excelente, en el suelo quedó
1533 con su filo temible, y fió en su poder,
1534 el vigor de su puño. ¡Es así como actúa
1535 aquel que en la lucha se quiere ganar
1536 duradero renombre: desprecia su vida!
1537 El príncipe gauta, sin miedo ninguno,
1538 agarró por un hombro a la madre de Gréndel:
1539 con fuerza terrible —era mucha su ira—
1540 hizo que a tierra la egresa cayera.
1541 Ésta, rabiosa, respuesta le dio
1542 atrapando al valiente en sus garras feroces,
1543 y el bravo guerrero, el héroe, cansado,
1544 también, tropezando, al suelo cayó.
1545 Colócesele encima y, sacando una daga
1546 ancha y brillante, trató de vengar
1547 a su único hijo. La cota anillada
1548 que al hombre cubría su vida salvó:
105 V. 1521 Se conservan espadas que tienen en la empuñadura una anilla. Probablemente
servía para fijar una correa que las sujetara a la mano.
106 V. 1523 El rayo en la lucha: la espada.
1549 ni punta ni filo pasarla pudieron.
1550 El hijo de Ekto, el príncipe gauta,
1551 muerto quedara en el fondo del mar
1552 de no haberle guardado su cota de malla,
1553 la recia armadura, y tenido el apoyo
1554 del Dios Celestial; el Sabio Señor
1555 que la Gloria gobierna pronto dispuso
1556 que el héroe de nuevo del suelo se alzara.
1557 Allá vio entre las armas un hierro invencible,107
1558 una espada valiosa y con filo potente,
1559 delicia de un bravo. Era un arma sin tacha,
1560 mas tanto pesaba que nunca otro hombre
1561 —tan sólo Beowulf— manejarla podría:
1562 fue por gigantes la pieza forjada.
1563 El señor de skildingos el hierro excelente 108
1564 y de puño anillado con rabia tomó
1565 y diole con él en el cuello tal golpe
1566 que pudo su hoja a través de la carne
1567 pasarle los huesos. Urgida de muerte,
1568 abatida, cayó. Tuvo Beowulf
1569 —chorreaba su espada— muy gran alegría.
Beowulf le corta la cabeza a Gréndel. Mientras tanto los daneses, creyéndole muerto, regresan
al Hérot. Los gautas permanecen a orillas del lago.
1570 Mucho la luz de la hoguera alumbraba, 109
1571 igual que si arriba enviase sus rayos
1572 el astro del cielo. El vasallo de Híglak,
1573 siguiendo los muros, la estancia exploró.
1574 Todavía con fuerza y teniéndolo en alto
1575 empuñaba su hierro; aún de provecho
1576 al varón le sería. Deseaba impaciente
1577 que Gréndel pagase las muchas injurias
107 V. 1557 Estaban colgadas en la pared (cf. v. 1662).
108 V. 1563 Beowulf no es skildingo; es posible que se le considere aquí como tal por hallarse
realizando una hazaña en defensa y provecho de los daneses.
109 V. 1570 Cf. vv. 1516-7.
1578 que antaño le hizo a la gente danesa.
1579 Atacó con frecuencia después de aquel día
1580 en que fiera matanza causó entre los hombres,
1581 dormidos, de Ródgar: quince guerreros 110
1582 del pueblo danés devoró en el palacio
1583 y luego otros quince llevóse consigo,
1584 macabro botín. ¡Ya el héroe furioso
1585 le dio su castigo! A Gréndel ahora
1586 en su lecho encontró, abatido en la brega
1587 y sin vida ninguna después del combate
1588 que en Hérot sostuvo. Allá al enemigo
1589 —feroz revolvióse— golpe terrible
1590 Beowulf le asestó y le cortó la cabeza.
1591 Pronto observaron los bravos guerreros
1592 que arriba con Ródgar miraban el lago
1593 cómo furiosas hervían las aguas,
1594 teñidas de sangre. Los sabios ancianos 111
1595 de blanco cabello entre sí se decían
1596 que ya no esperaban que el héroe volviese,
1597 que no tornaría trayendo victoria
1598 ante el ínclito rey. Muchos pensaron
1599 que supo abatirlo la loba del mar.
1600 La hora nona llegó. Se alejaron del lago 112
1601 los fieros skildingos, regresó con su gente
1602 el amigo del pueblo. Tristes allá
1603 se quedaron los gautas, mirando las aguas;
1604 ya poco esperaban volver a encontrar
1605 a su amado señor.
Comenzó a derretirse 113
1606 la espada excelente al mancharla la sangre,
1607 el sudor de la guerra. Fue gran maravilla 114
110 Vv. 1581-3 Cf. vv. 120 ss.
111 Vv. 1594-9 Al ver las aguas revueltas y ensangrentadas piensan que es Beowulf quien ha
muerto.
112 V. 1600 Las tres de la tarde.
113 V. 1605 Prosigue la acción interrumpida en v. 1590.
114 V. 1607 El sudor de la guerra: la sangre.
1608 que así se fundió como el hielo se funde
1609 tan pronto de trabas el Padre lo libra
1610 y desata los ríos, el que rige y gobierna
1611 los cambios del año. ¡Es Dios verdadero!
1612 No tomó de la estancia el príncipe wedra
1613 tesoro ninguno, aunque muchos halló:
1614 la cabeza tan sólo y el puño del hierro,
1615 con joyas labrado; derritióse la hoja,
1616 quemóse el acero. ¡Tanto era caliente
1617 y con tanto veneno la sangre del muerto!
1618 Regresó con premura —hacia arriba nadó—
1619 el que supo vencer en la lucha a los monstruos.
1620 Limpió de enemigos las aguas del lago,
1621 el amplio solar: el torvo proscrito 115
1622 agotó sobre el mundo su vida terrena.
Beowulf sale del lago. Regresa con sus hombres al Hérot.
1623 Salió de las olas el fiero señor
1624 protector de su gente; consigo traía,
1625 feliz, su botín, el pesado trofeo.
1626 Acudió presurosa la tropa aguerrida;
1627 dieron gracias a Dios; gozosos estaban
1628 viendo a su príncipe a salvo de nuevo.
1629 Le quitaron el yelmo y la cota de malla
1630 con mucha premura. Ya estaban tranquilas
1631 —teñidas de sangre— las aguas del lago.
1632 De allá regresaron con ánimo alegre
1633 hollando el camino, siguiendo la senda
1634 que ya conocían. Desde el alto peñasco
1635 y con mucho trabajo llevaban los hombres,
1636 famosos varones de recio coraje,
1637 el horrible botín. Entre cuatro guerreros
1638 cargaban el peso: la cabeza llevaban,
1639 clavada en la lanza, a la rica mansión.
115 V. 1621 El amplio solar: el mar, el lago.
1640 Arribaron al fin a la sala del rey
1641 los catorce valientes, la tropa de gautas
1642 que bien combatía. "Con su gente Beowulf
1643 la llanura pisó que ante el Hérot estaba.
1644 Entró en el palacio el osado señor,
1645 el héroe glorioso, el intrépido gauta,
1646 queriendo ofrecer sus respetos a Ródgar.
1647 Por el pelo arrastrada, la fiera cabeza
1648 en la sala quedó donde todos bebían.
1649 Espantó a los daneses, también a la reina.
1650 ¡Su aspecto terrible a la gente admiraba!
1651 Dijo Beowulf, el hijo de Ekto:
1652 "Te traemos gozosos, oh hijo de Halfdan,
1653 egregio caudillo, el botín de las aguas,
1654 el alto trofeo que ves ante ti.
1655 He puesto mi vida en peligro inminente
1656 luchando en las olas; era en verdad
1657 atrevida la hazaña y pensé que muy pronto
1658 en la brega caería, mas Dios me ayudó.
1659 No supo valerme en el duro combate
1660 el hierro 'Estacón', aunque es arma excelente;
1661 mas el Rey de los hombres me hizo posible
1662 que viera otra espada —colgaba en el muro—
1663 antigua y potente —¡Él siempre socorre
1664 al que solo se encuentra!— y allá la empuñé.
1665 Di muerte con ella tan pronto lo pude
1666 a la ogresa del lago. Derritióse la espada:
1667 la sangre candente, el sudor de la guerra,
1668 su hoja fundió. El puño me traje,
1669 botín de enemigos. ¡Logré castigar
1670 la matanza que hicieron al pueblo danés!
1671 Ten por seguro que ya sin peligro
1672 te puedes quedar a dormir en el Hérot
1673 con toda tu tropa de nobles daneses,
1674 de mozos y ancianos, que ya en adelante
1675 no habrás de temer, oh señor de skildingos,
1676 que mueran tus hombres en la alta mansión".
1677 El puño dorado —lo hicieron gigantes—
1678 dióselo entonces al viejo monarca
1679 de blanco cabello; vino a heredar
1680 el glorioso danés la joya valiosa
1681 que fue de los monstruos. Cuando el hosco proscrito,
1682 enemigo de Dios y causante de muertes,
1683 quedóse sin vida y su madre también,
1684 pasó a poseerla el afable caudillo,
1685 el que ha sido el mejor entre todos los reyes
1686 que han dado regalos por tierras de Escania. 116
Discurso de Ródgar.
1687 Ródgar habló —admiróse del puño;
1688 estaba grabada en la vieja reliquia
1689 la antigua querella en la cual los gigantes
1690 murieron ahogados por fiero oleaje.
1691 Tuvieron mal fin; era gente alejada
1692 del Rey Celestial y por eso en castigo
1693 envióles las aguas el Dios Poderoso.
1694 En la guarda de oro que el puño tenía,
1695 escrito con runas de exacto valor,
1696 declarábase bien para quién al principio
1697 se hizo este hierro valioso y ornado
1698 con curvas serpientes—. El hijo de Halfdan
1699 entonces habló —los hombres callaron—:
1700 "Bien puede decir quien verdad y justicia
1701 procura a su gente —yo, viejo rey,
1702 que lo antiguo recuerdo— que nunca ha nacido
1703 un varón como tú. Por doquier en la tierra,
1704 oh amigo Beowulf, se extiende tu gloria
1705 y propaga entre pueblos. Muestras en todo
1706 prudencia y coraje. La amistad que juré 117
1707 afirmártela quiero. Hasta el fin de tus días
1708 auxilio y apoyo serás de tus bravos,
1709 sostén de tus héroes.
116 V. 1686 Cf. 19 n.
117 Vv. 1706-7 Cf. vv. 946 ss.
"No fue Hérmod así 118
1710 con los hijos de Ekuela, los buenos skildingos: 119
1711 tratábalos mal y, duro, causaba
1712 espantosa matanza en la gente danesa,
1713 rabioso mataba a sus propios vasallos
1714 y fieles amigos. Solitario murió
1715 aquel alto monarca, sin gozo ninguno,
1716 aunque grande lo hizo el Señor de los Cielos
1717 y un reino le dio, dotándolo en todo
1718 mejor que a los otros. Crecióle en su pecho
1719 sangrienta maldad; no daba regalos
1720 según es costumbre. Desgraciado vivió:
1721 tal fue su castigo por todos los males
1722 que trajo a su pueblo. ¡Que esto te enseñe
1723 a vivir como debes! ¡Avanzada es mi edad:
1724 por tu bien te lo cuento!
"Es gran maravilla
1725 cómo, benigno, Dios Poderoso
1726 a los seres humanos les da entendimiento,
1727 tierra y renombre. ¡Él todo lo puede!
1728 A veces a un héroe de noble linaje
1729 motivo le da de alegría y contento:
1730 el mando le otorga en su tierra natal,
1731 le entrega una tropa y un fuerte palacio
1732 y le hace regir una parte del mundo,
1733 un extenso dominio. Si es loca su mente
1734 piensa que aquello no habrá de acabar.
1735 En la vida disfruta; nada le aflige,
1736 ni edad ni dolencia; no tiene pesar
1737 que su paz le perturbe ni existe enemigo
1738 que guerra le traiga, pues todos los hombres
1739 acatan su ley. No conoce el dolor
1740 y por eso en su pecho crece y se extiende
1741 terrible soberbia. Su conciencia dormita,
1742 la guardiana del alma; es profundo su sueño,
118 V. 1709 Sobre Hérmod cf. 901-13 n.
119 V. 1710 Ekuela debió ser un antiguo rey danés.
1743 la hostiga la pena. El perverso asesino 120
1744 se acerca y dispara del arco su flecha
1745 y ésta, afilada, penetra en el hombre
1746 a través de su yelmo: ya nunca podrá
1747 resistirse al mandato del mal enemigo.
1748 Lo que antes tenía ya poco lo cree,
1749 avaro se vuelve y jamás recompensa
1750 con ricos anillos; olvida y desprecia
1751 el destino glorioso a que Dios lo llamó,
1752 el Señor de los Cielos. ¡Su fama malogra!
1753 Al fin sin embargo viene a ocurrir
1754 que su cuerpo mortal se arruina y flaquea,
1755 le llega la muerte. Sucédele otro
1756 que entonces alegre las joyas regala,
1757 las viejas riquezas: él es generoso.
1758 "¡Tú no yerres en esto, oh querido Beowulf,
1759 excelente guerrero! ¡Elige lo bueno,
1760 el eterno provecho! ¡Evita el orgullo,
1761 oh famoso varón! Algún tiempo tu fuerza
1762 tendrás todavía, mas luego de ella
1763 te habrán de privar la dolencia o la espada,
1764 el abrazo del fuego o la furia del mar,
1765 el golpe del hierro o la lanza que vuela
1766 la odiosa vejez que del ojo la luz
1767 debilita y apaga: entonces de pronto,
1768 oh noble señor, te hundirás en la muerte.
1769 "Así he gobernado por media centuria
1770 a los bravos daneses, guardándolos siempre
1771 con lanza y espada de todos los pueblos
1772 que habitan la tierra. En el mundo pensé
1773 que enemigo ninguno ya más me quedaba,
1774 mas ¡ay! que en mi reino desgracia me vino,
1775 tras el gozo pesar, desde el día en que Gréndel,
1776 feroz adversario, inició sus ataques.
1777 Constante congoja en mi pecho ponía
1778 su acoso maligno. Doy gracias a Dios,
120 Vv. 1743-4 El perverso asesino: el demonio. Su flecha (simbólica) es la del mal, aquí
concretamente la avaricia.
1779 al Eterno Señor, que alargando mi vida
1780 me ha hecho posible tras tanta desdicha
1781 ver su cabeza cubierta de sangre.
1782 ¡Pero siéntate ahora, oh varón victorioso,
1783 y disfruta en la fiesta! ¡Al alba mañana
1784 de ricos tesoros tú y yo trataremos!"
A la mañana siguiente Beowulf se despide de Ródgar.
1785 El gauta, gozoso, rápido al banco
1786 a sentarse corrió, como el rey le ordenara.
1787 Allá nuevamente sirvióse un banquete
1788 en la hermosa morada a los nobles guerreros
1789 de gran valentía. De la noche la sombra
1790 a los hombres cubrió. Levantáronse entonces:
1791 el anciano skildingo de blanco cabello
1792 a su lecho marchaba. El gauta también,
1793 portador de su escudo, descanso quería.
1794 Se ocupó el chambelán sin demora ninguna
1795 del bravo Beowulf —por su hazaña cansado—:
1796 él se encargaba según la costumbre
1797 de todo servicio que a un noble señor,
1798 a un viajero del mar, por entonces se hacía.
1799 El héroe durmió; era alta su alcoba 121
1800 y con oro adornada. Despertóse después
1801 cuando el cuervo negruzco anunció alborozado 122
1802 el encanto del cielo; vino la luz
1803 apartando las sombras. Diéronse prisa
1804 los gautas famosos, que mucho querían
1805 volver con su pueblo; el intrépido huésped
1806 ansiaba alejarse, marchar en su barco.
1807 Quiso el valiente que al hijo de Éklaf
1808 le fuese devuelta su espada "Estacón",
1809 el arma excelente. Al darle las gracias
121 Vv. 1799-800 Cf. vv. 1299 ss.
122 Vv. 1801-2 El encanto del cielo: el sol. Es sorprendente la alusión al cuervo como anunciador
de la mañana.
1810 le dijo que mucho aquel hierro valía, 123
1811 que bien se portaba; tacha ninguna
1812 en su filo encontró. ¡Era un bravo guerrero!
1813 Ya estaba la tropa del todo equipada
1814 y dispuesta a la marcha. El héroe querido
1815 del pueblo danés presentóse ante el trono
1816 del ínclito Ródgar; al rey saludó.
1817 Así dijo Beowulf, el hijo de Ekto:
1818 "Ahora nosotros, gente de mar
1819 arribada de lejos, queremos volver
1820 al encuentro de Híglak. Buena acogida
1821 encontramos aquí; bien nos trataste.
1822 Si un día en la tierra del modo que sea
1823 tengo ocasión de aumentar el afecto
1824 que ahora me tienes, a esa proeza,
1825 oh rey de tu tropa, dispuesto estaré.
1826 Y si nueva me llega a través de los mares
1827 que un pueblo vecino te hostiga con guerra,
1828 como gente enemiga otro tiempo te hacía,
1829 con miles de hombres entonces vendré
1830 para darte socorro. No dudo que Híglak,
1831 el rey de los gautas, afable señor,
1832 aun siendo tan joven, honrarme querrá 124
1833 con palabra y con hecho haciendo posible
1834 —mi lanza en la mano— que venga en tu ayuda,
1835 te traiga mi apoyo, si gente te falta.
1836 "Si Rédrik, tu hijo, visita la corte
1837 del príncipe gauta, muchos amigos
1838 allá encontrará. ¡Resúltale útil
1839 al hombre que vale viajar por el mundo!"
Ródgar se despide de Beowulf.
1840 Ródgar entonces respuesta le dio:
123 Vv. 1810-2 Cf. sin embargo vv. 1522 ss.
124 V. 1832 La correcta actuación y prudencia son consideradas virtudes propias del anciano.
1841 "Las palabras que has dicho las puso en tu boca
1842 el Señor Celestial. Jamás escuché
1843 tan discreto discurso de un hombre tan joven.
1844 Eres tú vigoroso, de mente dispuesta
1845 y sensato al hablar. Yo tengo por cierto 125
1846 que así que la lanza o el duro combate
1847 se cobren la vida del hijo de Rédel,
1848 que a tu príncipe mate, al egregio señor,
1849 la dolencia o la espada, a ninguno los gautas
1850 podrán elegir más valioso que tú
1851 para hacerlo su rey, capitán de vasallos,
1852 si con vida te ves y si quieres reinar
1853 sobre aquella tu gente. ¡Oh querido Beowulf,
1854 acrecientas mi estima momento a momento!
1855 Tú has hecho posible que ya entre los pueblos 126
1856 de intrépidos gautas y armados daneses
1857 la paz se convenga y acaben las luchas
1858 —con odio terrible— que antaño se hicieron.
1859 Mientras tenga mi reino en común gozaremos
1860 de todo tesoro: mutuos regalos
1861 enviados serán por el baño del cisne; 127
1862 cruzarán las corrientes, repletas de joyas,
1863 las naves curvadas. ¡Tu gente y la mía
1864 con pueblo aliado o con pueblo enemigo
1865 portáronse siempre de firme manera!"
1866 El hijo de Halfdan doce regalos
1867 allá le entregó al valiente guerrero.
1868 Deseó que tuviese un viaje feliz
1869 a su patria querida y que pronto volviera.
1870 El señor skildingo, el afable monarca,
1871 al mejor de los nobles entonces besó
1872 abrazándolo al cuello. Con pena lloraba
1873 el canoso caudillo; pensaba el anciano,
125 Vv. 1845-53 Este pasaje (como también v. 861) anticipa lo que después ocurriría; Beowulf llegó
a ser rey de los gautas tras la muerte de Hárdred, el hijo de Híglak.
126 Vv. 1855-8 Es la única referencia del poema a esta antigua amistad.
Quizá los regalos que Ródgar había enviado en otro tiempo a los gautas (cf. vv.
377-8) consistieron en un tributo o compensación de guerra.
127 V. 1861 El baño del cisne: el mar.
1874 el sabio varón, que podría ocurrir
1875 que ya nunca más nuevamente lo viese
1876 de nuevo le hablara. Queríale tanto
1877 que mal en su pecho el dolor contenía:
1878 la marcha del bravo con firme cadena
1879 ponía en su mente un profundo pesar
1880 que su sangre quemaba. Entonces Beowulf,
1881 con su oro orgulloso, al llano salió,
1882 de su premio contento. Fijo con ancla
1883 aguardaba a su dueño el viajero del mar.
1884 Mucho alabaron, marchando a la nave,
1885 los dones de Ródgar. Fue un rey sin igual
1886 y sin tacha ninguna hasta el día en que el brío
1887 le hurtó la vejez, la enemiga de tantos.
III • EL REGRESO DE BEOWULF
Beowulf vuelve a su patria. Sobre la reina Trida.
1888 A la costa llegaron los fieros varones,
1889 la tropa gloriosa equipada con cotas
1890 de anillas de hierro. De nuevo el vigía 128
1891 observó a los señores que ya regresaban.
1892 No gritó amenazante en lo alto del risco
1893 a la gente extranjera; a su encuentro corrió:
1894 muy buena acogida los gautas darían
1895 —dijo— a los hombres que al barco marchaban.
1896 Cargóse en la arena el amplio navío
1897 de proa curvada con armas de guerra,
1898 corceles y joyas. El mástil se alzó
1899 sobre el rico tesoro del ínclito Ródgar.
1900 Al guardián de su nave una espada le dio, 129
1901 adornada con oro, de modo que luego
1902 ese hierro brillante en la sala del rey
1903 su prestigio aumentara.
A su barco subió
1904 y alejóse con él de la tierra danesa.
1905 Amarrado con cuerda se puso en el mástil
1906 el paño del mar. La madera crujía. 130
1907 Ni las olas ni el viento alteraban el rumbo
1908 del leño del agua; avanzaba el navío,
1909 de espuma cubierto; el viajero del mar,
1910 con su proa curvada, surcaba las aguas.
1911 Divisaron al fin de los gautas la costa
1912 que bien conocían: por el viento impulsado
1913 el madero del mar a la orilla arribó.
128 V. 1890 Cf. vv. 229 ss.
129 V. 1900 Cf. vv. 293 ss.
130 V. 1906 El paño del mar: la vela.
1914 Ya estaba en la playa el vigía del puerto
1915 que había oteado por tiempo muy largo 131
1916 las aguas lejanas, con ansia aguardando
1917 a la tropa querida. En la arena fijó 132
1918 con su ancla al navío, que no se llevasen
1919 consigo las olas el barco excelente.
1920 Mandó descargar el botín de los héroes,
1921 las joyas y el oro. Corto camino
1922 tendría que hacer para verse con Híglak,
1923 el buen redelingo, pues cerca del mar 133
1924 en su sala vivía con toda su gente.
1925 Era bello el palacio, poderoso el monarca
1926 de la alta mansión. Era joven Higeda, 134
1927 discreta y capaz, aunque aún pocos años
1928 la hija de Héred había habitado
1929 en el fuerte reducto. No era mezquina,
1930 no escatimaba en los ricos tesoros
1931 que daba a los gautas.
Pero Trida terrible, 135
1932 princesa arrogante, a su pueblo injuriaba.
1933 En la corte no había guerrero ninguno
1934 con tanto valor —su padre tan sólo—
1935 que osara mirarla de abierta manera; 136
1936 si alguno lo hacía, mandaba ponerlo
1937 en trenzado dogal y rápida entonces,
1938 después de atrapado, entregábalo al hierro,
1939 que en esta querella brillante dictaba
131 V. 1915 En realidad no habían estado en Dinamarca más que tres días.
132 V. 1917 El sujeto de la frase debe ser Beowulf; también en v. 1920.
133 V. 1923 Redelingo: hijo de Rédel, Híglak.
134 Vv. 1926-31 Higeda, hija de Héred, es la esposa de Híglak. Sobre sus virtudes y poca edad cf.
1832 n.
135 V. 1931 El episodio de la hermosa e irascible Trida, al que se pasa bastante
abruptamente, ilustra por contraste las virtudes de Higeda. Una comparación
semejante se ha hecho ya entre Hérmod y Beowulf (cf. vv. 1709 ss.).
136 V. 1935 Que pretendiera su mano (?).
1940 sentencia de muerte. ¡No así se comporta
1941 una noble señora por bella que sea!
1942 ¡Por supuestas ofensas no debe la reina
1943 privar de su vida al querido vasallo!
1944 El pariente de Héming con esto acabó. 137
1945 Ya de ella se hablaba de forma distinta
1946 al beber la cerveza; dejó de hostigar
1947 —se decía—a su gente tan pronto la tuvo,
1948 enjoyada la novia, el joven guerrero
1949 de noble linaje, tan pronto llegó
1950 por el pálido mar —lo dispuso su padre—
1951 al palacio de Offa. Bien en su trono
1952 desde ese momento, alabada y benigna,
1953 se supo servir de sus grandes riquezas.
1954 Mucho quería al señor de vasallos,
1955 del cual se refiere que ha sido el mejor 138
1956 de los hombres del mundo, de los seres humanos
1957 que ha habido en la tierra, pues Offa ganó
1958 con regalos y hazañas, osado lancero,
1959 el más alto renombre. Gobernó sabiamente
1960 su reino heredado. De él Émer nació
1961 para alivio del pueblo, el pariente de Héming, 139
1962 el nieto de Gármund, bravo en la lucha.
Beowulf en el palacio de Higlak. Comienza el relato de su aventura y pronostica futuras guerras
entre daneses y hadobardos.
1963 Con toda su tropa avanzó por la arena
1964 el valiente Beowulf hollando la costa,
1965 las anchas orillas. Al sur relucía
1966 la hoguera del cielo. 140 Adelante marcharon;
137 V. 1944 El pariente de Héming es Offa I, que reinó sobre los anglos en el siglo iv, cuando
todavía habitaban el continente. Trida se convirtió en una reina modelo después
de su matrimonio con él.
138 Vv. 1955-9 Cf. Wídsid vv. 35 ss.
139 V. 1961 Con el nacimiento de Émer acababan los temores de los anglos de verse en el
futuro sin un caudillo. Véase este mismo tópico en vv. 13 ss.
140 Vv. 1965-6 La hoguera del cielo: el sol. Era el mediodía.
1967 rápidos iban al alto palacio
1968 del fiero monarca que a Ongento mató, 141
1969 a la sala en que el príncipe, el joven caudillo,
1970 regalos hacía. Informósele a Higlak
1971 con gran prontitud del regreso del bravo,
1972 cómo el valiente, su apoyo en la guerra,
1973 al fuerte reducto con vida llegaba,
1974 ileso a la corte de nuevo volvía.
1975 Pronto en la sala, por orden del rey,
1976 se les hizo lugar a los recios varones.
1977 Junto al noble pariente el heroico guerrero 142
1978 un asiento ocupó, tras haber saludado
1979 a su gran soberano con habla brillante
1980 y selectas palabras. La hija de Héred
1981 cortés en la estancia entregaba las copas,
1982 servía a los nobles —amábalos mucho—
1983 excelente bebida. Higlak entonces
1984 en la alta morada empezó a preguntarle
1985 a su buen compañero; ansioso quería
1986 saber del viaje que hicieron los gautas:
1987 "¿Cómo fue tu viaje, oh amado Beowulf,
1988 tú que tan presto quisiste marchar
1989 por las aguas saladas buscando combate,
1990 batalla en el Hérot? ¿Aliviaste la pena
1991 en el mundo famosa del ínclito Ródgar,
1992 glorioso caudillo? Puso tu marcha
1993 tristeza en mi pecho: por tu suerte temía,
1994 oh querido varón. Te rogué mucho tiempo
1995 que no te enfrentases al monstruo enemigo,
1996 que dejaras que allá se encargase de Gréndel
1997 la gente danesa. ¡Doy gracias a Dios,
1998 pues ahora de nuevo con vida te veo!"
1999 Respondióle Beowulf, el hijo de Ekto:
2000 "Es bien conocida de todos los hombres,
2001 oh príncipe Híglak, mi osada proeza,
141 V. 1968 No lo mató Híglak personalmente, sino Éfor, vasallo suyo (cf. vv. 2961-81).
142 V. 1977 Recuérdese que Beowulf es sobrino de Híglak.
2002 la brega feroz que con Gréndel sostuve
2003 en el mismo lugar en que él hostigara
2004 a los bravos skildingos causándoles daño,
2005 muy largo pesar. ¡Su castigó le di!
2006 Jamás en la tierra un pariente del monstruo
2007 ufanarse podrá del nocturno combate
2008 por mucho que viva esa raza maligna,
2009 apresada en el mal. Cuando entré en el palacio
2010 a ofrecer mis saludos al ínclito Ródgar,
2011 pronto el famoso, el hijo de Halfdan,
2012 luego que supo cuál era mi intento,
2013 un asiento de honor con sus hijos me dio.
2014 Gozaban los hombres: nunca en el mundo
2015 otros bravos hallé bebiendo en la sala
2016 con tanto contento. A veces la reina 143
2017 avanzaba en la estancia incitando al valor
2018 a los jóvenes héroes: a menudo una joya
2019 entregaba a un valiente; sentábase luego.
2020 "La hija de Ródgar también a la tropa,
2021 a los altos señores, cerveza ofrecía.
2022 Se llama Frawara: este nombre escuché
2023 que en la sala le daban cuando ella tesoros
2024 allá repartía. Le fue prometida
2025 —enjoyada con oro— al hijo de Froda; 144
2026 así lo dispuso el noble skildingo,
2027 el guardián de su reino, al que bien pareció,
2028 entregando a la novia, tratar de acabar
2029 con las fieras batallas. Rara vez sin embargo,
2030 si a un rey se abatió, disfruta la lanza 145
2031 de largo descanso, aunque valga la esposa.
2032 "Pues ya que en su sala con ella se encuentre, 146
143 Vv. 2016-9 Cf. vv. 620 ss.
144 V. 2025 El hijo de Froda: Íngeld, rey de los hadobardos. La identidad de éstos no ha sido
fijada; podría tratarse de un pueblo longobardo o quizá de los hérulos.
145 V. 2030 En las pasadas hostilidades entre daneses y hadobardos habría muerto, según
ciertas fuentes, Froda, según otras Halfdan, el padre de Ródgar.
2033 bien puede enojar al señor hadobardo,
2034 y a un bravo cualquiera de aquella nación,
2035 el ver tan gozosa a la gente danesa:
2036 ellos lucen ahora la espada anillada,
2037 recia y antigua, que algún hadobardo
2038 corriendo al combate consigo tenía
2039 y que luego perdió cuando él y los otros
2040 quedaron sin vida en el choque de escudos. 147
2041 Cuando están en la fiesta, esa espada la ve
2042 un anciano lancero que bien a los muertos 148
2043 de antaño recuerda; se enfurece su pecho
2044 y con ánimo triste entonces comienza
2045 a tentar el coraje de un joven guerrero,
2046 le incita a la lucha. Dícele así:
2047 '¿Reconoces, amigo, la espada excelente,
2048 el hierro valioso, que tuvo tu padre,
2049 varón bajo el yelmo, en aquella batalla
2050 en que a manos cayó de la gente danesa,
2051 cuando, muerto ya Wídergeld —muchos con él— 149
2052 se adueñaron del campo los fieros skildingos?
2053 En este palacio diviértese ahora
2054 el hijo de aquel que a tu padre mató:
2055 de la hazaña se jacta y se ufana del hierro
2056 que tú por justicia debieras ceñir'.
2057 Así tanto le incita y aviva el recuerdo
2058 con agrias palabras, que luego sucede
2059 que un joven danés, por la hazaña del padre,
2060 de sangre se tiñe y tras golpe de espada
2061 se duerme en la muerte. El que queda con vida 150
146 V. 2032 Lo que a partir de aquí aparece como un pronóstico de Beowulf es una historia
que también recoge, con algunas variantes, Saxo Gramático en su Gesta
Danorum. La escena tiene lugar en el palacio de Íngeld, donde se hallan algunos
daneses acompañantes de Frawara.
147 V. 2040 El choque de escudos: la batalla. La referencia es a un combate anterior al
matrimonio de Íngeld.
148 V. 2042 Tanto el viejo lancero como el guerrero del v. 2045 son hadobardos.
149 V. 2051 Wídergeld debía ser algún jefe hadobardo.
2062 —conoce esa tierra— consigue escapar.
2063 Rompen entonces un bando y el otro 151
2064 la paz acordada. Íngeld se llena
2065 de furia terrible y un tanto se enfría
2066 con tales agobios su amor a la esposa.
2067 "Yo pienso por ello que es poco segura
2068 la paz en que están la nación hadobarda
2069 y la gente danesa.
Beowulf continúa su relato.
"Pero ahora de Gréndel
2070 de nuevo hablaré y sabrás de este modo,
2071 oh señor dadivoso, cómo acabó
2072 nuestro fiero combate. Tras haberse ocultado
2073 la joya del cielo, rabioso en la noche
2074 el monstruo llegó al excelso palacio
2075 en que gente dispuesta montábamos guardia. 152
2076 Entonces a Hondsko le cupo, espantosa, 153
2077 una muerte fatal: el armado guerrero
2078 el primero cayó. Gréndel se supo
2079 atrapar en los dientes al noble vasallo,
2080 tragóse completo al querido varón.
2081 Sin embargo el cruel, chorreante su boca,
2082 afanoso del mal, no quería marcharse
2083 de la alta morada con manos vacías:
2084 terrible en su fuerza se echó sobre mí,
2085 codiciosa su garra. Cubríala un guante 154
150 Vv. 2061-2 El que sobrevive es, naturalmente, el hadobardo vengador, el joven guerrero de
v. 2045, que conoce la tierra, pues se encuentra en su propio país.
151 V. 2063-6 Así se reanudan las hostilidades que culminarían en la destrucción del Hérot y,
por otra parte, la derrota definitiva de los hadobardos (cf. Wídsid, vv. 45 ss.).
152 V. 2075 La joya del cielo: el sol
153 Vv.2076-80 Cf. vv. 740 ss.
154 Vv. 2085-91 Según otra interpretación de este pasaje, el guante sería un saco o bolsa donde
intentaba echar a los gautas.
2086 amplio y extraño —bien amarrado—
2087 de piel de dragón, al que dábanle fuerza
2088 el poder infernal y las artes malignas.
2089 El feroz malhechor con él al momento
2090 agarrarme quería —sin culpa ninguna—
2091 y también a los otros. ¡No así sucedió
2092 cuando lleno de rabia me puse de pie!
2093 "Largo en exceso sería el relato
2094 de cómo vengué los ultrajes del monstruo:
2095 allá, mi señor, de gloria cubrí
2096 con mi hazaña a tu gente. Soltóseme luego,
2097 pudo alargar brevemente su vida,
2098 mas quedaba en el Hérot, trofeo de guerra,
2099 su brazo derecho, y él por su parte,
2100 humillado y vencido, a su lago corrió.
2101 "Por mi heroica proeza con oro labrado
2102 y magníficas joyas me quiso premiar
2103 el monarca danés, cuando al día siguiente
2104 en la sala tuvimos un rico banquete.
2105 Hubo canto y contento. El anciano skildingo
2106 con mucha experiencia al pasado aludió.
2107 A veces el bravo el arpa tañía,
2108 la tabla del gozo, entonando un cantar 155
2109 verdadero y doliente; a veces el rey
2110 con destreza cantaba una hermosa aventura;
2111 por la edad apresado, elogiaba con pena
2112 el viejo guerrero el vigor que en la lucha
2113 de joven tenía: en su pecho dolor
2114 al anciano le daban sus muchos recuerdos.
2115 "Así disfrutamos el día completo
2116 en la excelsa morada; vínoles luego
2117 a los hombres la noche. La madre de Gréndel
2118 entonces llegó dispuesta a cobrarse
2119 la muerte que al hijo en el odio de espadas
2120 le dieron los wedras. La hembra terrible
2121 lo vino a vengar matando con rabia
2122 a un bravo vasallo. Asker entonces 156
155 V. 2108 La tabla del gozo: el arpa.
2123 quedóse sin vida, el buen consejero.
2124 Al llegar la mañana, la gente danesa
2125 no pudo siquiera poner en la pira
2126 y quemar en el fuego —privado de fuerza—
2127 al amado varón: lléveselo ella
2128 en el puño enemigo a lo hondo del lago.
2129 Ésta fue para Ródgar la pena mayor
2130 que el rey de su pueblo jamás padeciera.
2131 Con ánimo triste el egregio señor
2132 me rogó por tu vida que hiciese una hazaña,
2133 que aumentara mi fama buscando el peligro
2134 en las aguas furiosas. Me ofreció recompensa.
2135 "Yo allá me enfrenté con la bien conocida
2136 y horrible guardiana del fondo del mar.
2137 Un tiempo luchamos. Quedaron las olas
2138 teñidas de sangre: le corté la cabeza 157
2139 en la honda morada, con hierro potente,
2140 a la madre de Gréndel. Yo la vida salvé
2141 con apuro y agobio —¡mi suerte lo quiso!—
2142 y el rey de su tropa, el hijo de Halfdan,
2143 después me entregó abundantes riquezas.
2144 Al uso se atuvo el señor de su gente:
2145 no me fueron negados los ricos tesoros,
2146 el premio a mi hazaña; el hijo de Halfdan
2147 me dio recompensa según mi criterio.
2148 A ti te la ofrezco, oh alto caudillo,
2149 feliz te la entrego. Tú eres en todo
2150 mi único gozo: pocos, oh Híglak,
2151 son mis parientes aparte de ti".
Beowulf y Híglak se intercambian regalos.
2152 Allá hizo traer el pendón del verraco, 158
156 Vv. 2122-3 Cf. vv. 1294 ss.
157 Vv. 2138-40 Cf. vv. 1563 ss.
158 V. 2152 En el estandarte se hallaba representada la figura de este animal (cf. 303-6 n.).
2153 el yelmo empinado, la cota grisácea
2154 y la espada adornada. Hablóle Beowulf:
2155 "Ródgar me dio, el sabio monarca,
2156 este equipo de guerra. Me rogó que al momento
2157 te hiciese llegar su saludo amistoso.
2158 Dijo que Hérogar, rey de skildingos, 159
2159 usó mucho tiempo esta cota de malla,
2160 mas que éste no quiso dejársela al hijo,
2161 que de Hérowar fuese, a pesar de que bien
2162 al valiente quería. ¡Disfrútala tú!"
2163 He oído que luego a las armas siguieron
2164 —ligeros e iguales— cuatro caballos
2165 rojizo-amarillos: corceles y equipo
2166 al rey le entregó. ¡Así hace un pariente!
2167 ¡No teje con maña y argucia secreta
2168 una red para el otro, no trama la muerte
2169 del buen camarada! Érale a Híglak,
2170 al fiero en la guerra, leal su sobrino;
2171 el contento del otro los dos procuraban.
2172 A Higeda —se cuenta— el collar regaló,
2173 la joya excelente que diérale Walto,
2174 la regia señora; tres caballos también,
2175 ensillados y buenos. Después de aquel día
2176 hermoso el collar en su pecho brillaba.
2177 El hijo de Ekto, el famoso guerrero,
2178 mostróse atrevido en heroicas hazañas.
2179 Alabado vivió: él nunca borracho
2180 a un amigo mataba, no era violento;
2181 el bravo en la lucha usaba con tacto
2182 su fuerza terrible, el don generoso
2183 que Dios le entregó. Despreciáronle antaño: 160
2184 pensaban los gautas que poco valía;
2185 tampoco gustaba el señor de los wedras
2186 de hacerle en la sala excesivo favor;
2187 lo tenían entonces por poco animoso,
159 V. 2158 Hérogar fue el hermano mayor de Ródgar y antecesor suyo en el trono.
160 Vv. 2183-8 También a propósito de otros héroes germánicos se habla de una juventud poco
brillante. Este pasaje parece contradecir sin embargo lo afirmado en vv. 2429 ss.
2188 por jefe sin brío. ¡Consuelo le cupo
2189 al glorioso guerrero por tanto desprecio!
2190 El intrépido rey, el señor de vasallos,
2191 mandó que trajesen —con oro adornada—
2192 la herencia de Rédel: allá entre los gautas
2193 no había otro hierro que tanto valiera.
2194 Sobre el pecho lo puso del noble Beowulf,
2195 y también le entregó siete mil de terreno,
2196 palacio y poder. Por propio derecho
2197 heredaron los dos en la tierra de gautas
2198 dominios y predios, pero más poseía
2199 —el mando en el reino— el de rango mayor.
IV • EL DRAGÓN
Beowulf, rey de los gautas. El tesoro del dragón.
2200 Vino a ocurrir con el paso del tiempo
2201 que Híglak cayó en el duro combate.
2202 Las recias espadas —no obstante su escudo—
2203 muerte le dieron a Hárdred también
2204 cuando guerra le trajo a su pueblo valiente
2205 la tropa rabiosa, la gente skilfmga;
2206 atacaron con furia al sobrino de Hérrik.
2207 Entonces Beowulf el inmenso dominio
2208 en sus manos lo tuvo.
Bien lo había regido
2209 por años cincuenta —ya era un anciano,
2210 un prudente monarca— cuando vino un dragón
2211 a ejercer su poder en las noches oscuras;
2212 su tesoro guardaba en un túmulo alto,
2213 arriba de un risco; allá iba un sendero
2214 a las gentes oculto. Cierto hombre por él
2215 sin embargo avanzó y habiendo encontrado
2216 el tesoro maldito robó con su mano
2217 una pieza labrada. ¡Bien hizo patente
2218 el hurto mañoso —él estaba dormido—
2219 del hábil ladrón! ¡Conocieron las gentes
2220 de aquellos contornos su furia terrible!
2221 El que así lo irritó no hizo su robo
2222 con ánimo bravo y por propio deseo.
2223 Se trataba del siervo de un noble señor
2224 que huía en apuros de golpe y castigo:
2225 el hombre culpable, buscando refugio,
2226 a la gruta llegó. Pronto el intruso
2227 al ver a la sierpe llenóse de espanto,
2228 mas el pobre proscrito ............................
2229 ............................. .................................
2230 ................................... tentando el peligro
2231 una copa robó. En la cueva se hallaban
2232 las grandes riquezas de tiempos antiguos
2233 que allá en otro tiempo un cierto guerrero
2234 había escondido con mucho secreto,
2235 las joyas queridas, la vieja heredad
2236 de su alto linaje. Ya a todos la muerte
2237 atrapados tenía y el único de ellos
2238 que vivo quedaba, aquel que lloraba
2239 a sus nobles parientes, lo mismo pensó:
2240 que ya poco tiempo podría gozar
2241 de su buen patrimonio. El túmulo estaba,
2242 nuevo y dispuesto, en lo alto de un risco
2243 a la orilla del mar, en sitio seguro.
2244 Puso allá dentro el señor de las joyas
2245 el rico legado, las piezas de oro.
2246 Con pocas palabras entonces habló:
2247 "¡Oh tierra, ten tú, pues los héroes no pueden,
2248 el viejo tesoro! ¡De ti lo arrancaron
2249 valientes antaño! Muerte en la guerra,
2250 en terrible combate, les cupo a mis deudos;
2251 perdieron su vida mis nobles parientes,
2252 la sala dejaron. No tengo a ninguno
2253 que ciña esta espada, que pula esta copa
2254 valiosa y brillante; los bravos murieron.
2255 Del sólido yelmo que el oro embellece
2256 el adorno caerá: duermen aquellos
2257 que bien cuidarían del casco de guerra.
2258 Ahora la malla que el golpe del hierro
2259 al quebrarse el escudo una vez aguantó
2260 como el dueño se pudre; no sale ya nunca
2261 la cota anillada entre gente animosa
2262 cubriendo al guerrero. Ya el arpa no suena,
2263 la tabla del gozo, no vuela festivo
2264 en la sala el halcón ni trota en los patios
2265 el ágil caballo. ¡Se lleva a menudo
2266 la muerte violenta a los seres humanos!"
2267 Así se quejaba con ánimo triste
2268 el que a nadie tenía; de día y de noche
2269 apenado vagaba y luego la muerte
2270 su pecho tocó.
Abierto el tesoro
2271 lo vino a encontrar el nocturno enemigo,
2272 el reptil fogueante que hurga las tumbas,
2273 el torvo dragón que en la noche revuela
2274 entre llamas horribles. ¡Mucho le temen
2275 los hombres del mundo! Él busca de siempre
2276 tesoros ocultos; luego este viejo,
2277 sin cosa que gane, los guarda y vigila.
El dragón descubre la violación del tesoro. Su venganza.
2278 Así la serpiente trescientos inviernos
2279 llevaba guardando los ricos anillos
2280 allá en su mansión cuando vino aquel hombre
2281 a encenderle su furia. Llevóle a su amo
2282 la copa adornada, con ella a su dueño
2283 la paz le pedía. Descubiertas las joyas,
2284 mermadas quedaron y obtuvo el perdón
2285 aquel pobre proscrito. Admiró a su señor
2286 la magnífica pieza de tiempos antiguos.
2287 El reptil despertó y empezaron sus iras.
2288 Allá olfateando halló por las rocas
2289 las huellas del hombre que astuto y mañoso
2290 muy cerca llegó de su propia cabeza.
2291 ¡Así puede un guerrero no urgido a morir
2292 evitar su desgracia, si tiene la ayuda
2293 del Dios Poderoso! El guardián del tesoro
2294 afanoso en la cueva trató de encontrar
2295 al ladrón que le hurtó cuando estaba dormido.
2296 Fogueante de furia, en torno a la tumba
2297 miró y rebuscó, mas hombre ninguno
2298 afuera se hallaba. ¡Pero él la pelea,
2299 el combate, quería! Buscando la copa
2300 a su gruta volvió: comprobó de este modo
2301 que alguno de cierto tocó sus riquezas,
2302 llevóse la joya. El guardián del tesoro
2303 con gran impaciencia esperó hasta la noche. 161
161 V. 2303 Sólo de noche se aventuraban los dragones a salir de sus guaridas (cf. vv. 2273 y
2319-20).
2304 Estaba rabioso el señor de la tumba:
2305 el robo del vaso pensaba el maligno
2306 vengarlo con fuego. El día acabó:
2307 eso diole contento; no más en su cueva
2308 tenerse podía. Remontó presuroso,
2309 entre llamas, su vuelo. Comenzó la desgracia
2310 que al pueblo le vino y que pronto daría
2311 una muerte fatal al benigno monarca.
2312 El monstruo su fuego empezó a vomitar
2313 incendiando las casas. ¡De las llamas el brillo
2314 a la gente espantaba! ¡Nadie quería
2315 el feroz volador que con vida quedase!
2316 Lejos y cerca se pudo observar
2317 la horrible proeza del duro enemigo,
2318 cómo la sierpre hostigaba a los gautas
2319 y mal les hacía. Antes del alba
2320 corrió a su tesoro, a su oculta guarida.
2321 Apresados en fuego a los hombres dejó,
2322 entre llamas ardientes. Confiaba en su fuerza
2323 y su firme reducto. ¡Le fallaron después!
Beowulf decide enfrentarse con el dragón. La sucesión de Híglak.
Sobre las guerras entre gautas y suecos.
2324 Pronto a Beowulf el espanto se dijo
2325 de exacta manera, cómo su sala,
2326 el hermoso palacio, entre llamas ardió,
2327 la mansión de los gautas. Llenóse de pena
2328 el valiente caudillo, agobiado su pecho.
2329 El monarca pensó si no habría violado
2330 las leyes eternas, así enfureciendo
2331 al Señor Poderoso; conturbóse su mente
2332 con tristes ideas que él nunca tuviera.
2333 Había incendiado el dragón fogueante
2334 el reducto del pueblo, la franja de tierra
2335 a la orilla del mar. El intrépido rey,
2336 protector de los wedras, vengarse pensó.
2337 El gran soberano, el señor de su gente,
2338 mandó que le hicieran, de hierro tan sólo,
2339 un escudo excelente: él sabía muy bien
2340 que poco ante el fuego podría ayudar
2341 la madera del tilo. 162 Estaba fijado
2342 que allá agotaría su vida terrena
2343 el famoso monarca, y también el reptil
2344 que guardó tanto tiempo su rico tesoro.
2345 No creyó necesario el rey dadivoso
2346 enfrentarse con muchos, con tropa nutrida,
2347 al de rápido vuelo, pues no le asustaba.
2348 En poco tenía el vigor de la sierpe,
2349 su fuerza y poder: ya él muchas veces
2350 se puso en peligro en feroces combates,
2351 en choques de guerra, después que la sala,
2352 varón victorioso, de Ródgar salvó
2353 con su puño abatiendo a la gente de Gréndel,
2354 la raza maligna.
Tampoco fue mala 163
2355 la recia batalla en que Híglak cayó,
2356 cuando el rey de los gautas, amigo del pueblo,
2357 quedóse sin vida en la tierra frisona;
2358 al hijo de Rédel el sorbo del hierro,
2359 su herida, mató. Solamente Beowulf 164
2360 regresó por las aguas, nadando con fuerza:
2361 treinta cotas de malla en su brazo tenía
2362 el osado guerrero al echarse a las olas.
2363 Mal los chatuarios que al noble atacaron
2364 con duros escudos pudieron jactarse
2365 del fiero combate: pocos lograron
2366 salvarse del héroe y volver a sus casas.
2367 El hijo de Ekto, solo y con pena,
2368 a través de los mares nadó hasta su gente.
162 V. 2341 Los escudos germánicos, redondos, eran de madera, a veces forrada de piel.
163 Vv. 2354-5 Cf. 1202-14 n.
164 Vv. 2359-66 Sobre la participación de Beowulf en la expedición de Híglak se habla también en
vv. 2498 ss. La hacen sin embargo poco probable desde el punto de vista
histórico por una parte el que no se haya aludido a ella antes y por otra el
carácter fabuloso de las circunstancias de su regreso como único superviviente.
2369 Entonces Higeda ofrecióle riquezas,
2370 el reino y el trono: no creía que el hijo
2371 —ya Híglak sin vida— fuese capaz
2372 de guardar la nación de enemigos ataques.
2373 Mas el pueblo, afligido, por medio ninguno
2374 logró convencer al valiente varón
2375 de que rango tomara más alto que Hárdred,
2376 se dejase elegir como rey de su gente.
2377 Fiel y amistoso consejo le dio 165
2378 hasta el día en que pudo, alcanzada la edad,
2379 gobernar a los gautas.
Dos exiliados 166
2380 por mar le llegaron, los hijos de Óhter;
2381 habíanse opuesto al señor skilfingo,
2382 al famoso monarca, el más excelente
2383 de todos los reyes que han dado regalos
2384 en tierra de suecos. Por aquello murió:
2385 el hijo de Híglak les dio su acogida
2386 y pagóselo el hierro con golpe mortal.
2387 De nuevo a su reino el hijo de Ongento
2388 después se volvió tras la muerte de Hárdred;
2389 en el trono dejaba al osado Beowulf
2390 como rey de los gautas. ¡Fue un gran soberano!
2391 Él supo cobrarse llegado el momento 167
2392 la muerte del príncipe: Ádgils obtuvo,
2393 exiliado, su ayuda; al hijo de Óhter
2394 tropa le dio que con él embarcara,
2395 equipos y gente, y éste vengóse
2396 en el gélido mar abatiendo al monarca.
165 Vv. 2377-9 Beowulf actuó, pues, como regente hasta la mayoría de edad de Hárdred.
166 Vv. 2379-90 (Segunda guerra entre gautas y suecos.) Los dos exiliados (suecos) son
Anmundo y Ádgils, que le llegan a Hárdred buscando su protección tras haber
fracasado en un intento de destronar a su tío Onela. Éste, el hijo de Ongento,
atacó y mató a Hárdred por haber dado hospitalidad a sus sobrinos.
167 Vv. 2391-96 (Tercera guerra entre gautas y suecos.) Años más tarde Beowulf vengó,
indirectamente, a Hárdred al apoyar a Ádgils contra Onela, pues aquél mató a
éste en un combate que tuvo lugar, según confirma la Edda de Snorri, sobre las
aguas heladas del lago Vener.
Beowulf va en busca del dragón. Sobre la muerte de Hérbald.
2397 Ya el hijo de Ekto se había salvado
2398 de muchos peligros en duros combates,
2399 feroces encuentros, cuando vino aquel día
2400 en que tuvo que darle batalla a la sierpe.
2401 Con once guereros el rey de los gautas
2402 marchó enfurecido a buscar al reptil.
2403 Ya bien conocía cuál era el motivo
2404 del odio a su gente; la copa famosa 168
2405 la obtuvo de aquel cuya mano la halló.
2406 Iba en la tropa —era el número trece—
2407 el pobre causante del mal descalabro:
2408 viose obligado —agarrábalo el miedo—
2409 a mostrar el camino. Con poco contento
2410 los vino a llevar donde estaba la tumba
2411 —una cueva en la tierra muy cerca del mar,
2412 de agitadas corrientes— que dentro guardaba
2413 los ricos tesoros. Vigilaba sus joyas
2414 el viejo guardián, la sierpe rabiosa,
2415 en la oculta caverna. ¡En riesgo terrible
2416 poníase el hombre que allá se metía!
2417 Sentóse en la roca el intrépido rey;
2418 despidióse el afable señor de los gautas
2419 del grupo de amigos. Pesaroso se hallaba 169
2420 y dispuesto a la muerte: se acercaba su fin,
2421 se aprestaba el destino a llevarse al anciano,
2422 a privarlo del alma, a quitarle el aliento
2423 y sacarlo del cuerpo. ¡Ya poco estaría
2424 la vida del noble a su carne amarrada!
2425 Dijo Beowulf, el hijo de Ekto:
2426 "Ya siendo muy joven me vi con frecuencia
2427 en feroces batallas; de todas me acuerdo.
2428 Siete años tenía y al rey generoso
2429 mi padre me dio; el ínclito Rédel
168 Vv. 2404-5 O bien el siervo autor del robo era esclavo suyo o bien el señor que recibió la
copa (cf. vv. 2281 ss.) se la entregó después a él.
169 Vv. 2419-20 Contradicción con vv. 2345 ss.
2430 consigo me tuvo. ¡Mucho me honraba
2431 —tal hace un pariente— con joyas y fiestas!
2432 Allá en su mansión con el mismo cariño
2433 tratábame a mí que trataba a sus hijos
2434 Hérbald o Hedkin o Híglak, mi rey.
2435 "La acción del hermano, de torpe manera, 170
2436 al mayor le dispuso su lecho de muerte
2437 el día en que Hedkin mató a su señor
2438 con la flecha salida del arco curvado:
2439 errando su blanco, al hermano la vida
2440 quitóle el hermano con dardo sangriento.
2441 Mal esta muerte que el pecho apenaba 171
2442 cobrarse podía, y así el valeroso,
2443 el noble, cayó sin que nadie pagara.
2444 "Semejante es a éste el dolor que acongoja 172
2445 al anciano varón cuyo hijo muchacho
2446 en la horca cabalga. Allá se lamenta
2447 con triste cantar ante el hijo que pende,
2448 delicia del cuervo; el viejo, impotente,
2449 no encuentra ya modo en que pueda ayudarle.
2450 Cada día recuerda tan pronto amanece
2451 la muerte del hijo; ya poco le importa
2452 que luego en su casa le pueda nacer
2453 un nuevo heredero, pues aquel que tenía
2454 por mala desgracia la vida perdió.
2455 Apenado contempla la alcoba del hijo,173
2456 la sala desierta: el viento la barre,
2457 no alberga rumor; en sus túmulos duermen
2458 los nobles jinetes; ya el arpa no suena
2459 alegrando el lugar como antaño solía.
170 Vv. 2435-40 Hedkin mató involuntariamente a Hérbald.
171 Vv. 2441-3 Rédel se ve imposibilitado para vengar a su hijo, pues para ello tendría que matar
a uno de su propio clan familiar.
172 V. 2444 Se presenta a continuación un caso imaginario, arquetípico. La similitud estriba en
que tampoco era posible la venganza por aquellos que morían ahorcados, fuera
como víctimas de sacrificios religiosos o por haber cometido ciertos delitos.
173 Vv. 2455-8 El hijo aparece ahora como un señor importante que tenía una sala propia (cf. v.
3112); sus hombres han muerto también, aunque no se dice cómo.
2460 Se retira a su lecho y entona su queja,
2461 al otro lo añora; parécenle enormes
2462 la tierra y vivienda.
"De la misma manera
2463 el señor de los wedras por Hérbald lloraba
2464 con mucho pesar. Venganza ninguna
2465 tomarse podía de aquel desafuero,
2466 no le era posible hostigar al culpable,
2467 aunque poco lo amaba, con saña enemiga.
2468 Entonces el rey, por la pena que tuvo,
2469 partió de este gozo a la luz del Señor;
2470 como todo monarca, dejóle a su hijo 174
2471 al marchar de este mundo el palacio y el reino.
Sobre las guerras entre gautas y suecos. Beowulf se despide de sus hombres.
2472 "Hubo guerra y querella entre suecos y gautas, 175
2473 combate en las aguas, batalla terrible
2474 y con odio feroz, tras la muerte de Rédel,
2475 al hacerse atrevidos los hijos de Ongento,
2476 en la brega valientes. No quisieron la paz
2477 que reinaba en el lago: por el Alto del Resna 176
2478 a menudo atacaban matando a traición.
2479 Mis nobles parientes —es bien conocido—
2480 tomaron venganza de tales ultrajes,
2481 aunque el uno por ello pagó con su vida,
2482 costóle ese precio: en aquella refriega
2483 Hedkin cayó, el señor de los gautas.
2484 He oído que al alba el hermano al hermano 177
2485 vengó con el hierro matando al culpable
174 V. 2470 Su hijo: Hedkin.
175 Vv. 2472-89 (Primera guerra entre gautas y suecos). Se dan más detalles sobre esta campaña
en vv. 2923-98.
176 V. 2477 El lago Vetter, que separaba a ambos pueblos.
177 Vv. 2484-5 Híglak vengó a Hedkin, aunque no personalmente, cuando su vasallo Éfor mató a
Ongento.
2486 cuando Ongento se puso delante de Éfor:
2487 rajósele el yelmo y el viejo skilfingo
2488 fue herido de muerte por brazo seguro
2489 que poco dudó, recordando la injuria.
2490 "Con mi espada brillante pagué en las batallas
2491 —¡lo quiso mi suerte!— los ricos tesoros
2492 que obtuve de Híglak. Tierras me dio,
2493 dominios y predios. A los gépidos nunca
2494 debió recurrir o a la gente danesa
2495 al reino de suecos tratando de hallar
2496 un guerrero peor y comprarlo con oro,
2497 pues a todo combate yo siempre corría
2498 y luchaba el primero. De este modo lo haré 178
2499 mientras goce de vida y resista mi hierro
2500 que en tantos momentos me ha dado su apoyo
2501 después que mi mano, ante todos los héroes,
2502 a Dágref mató, al intrépido huga.
2503 En modo ninguno llegó a presentarle
2504 al monarca frisón el adorno del pecho,
2505 pues antes el bravo —portaba la enseña—
2506 quedóse sin vida. No cayó por la espada:
2507 mi puño terrible paróle la sangre
2508 y quebróle su cuerpo. ¡Ahora mi mano
2509 y mi hierro potente obtendrán el tesoro!"
2510 Así dijo Beowulf atrevidas palabras
2511 por última vez: "Con frecuencia de joven
2512 me expuse en la guerra. De nuevo a mi edad,
2513 ya anciano caudillo, entraré en el combate
2514 a ganarme renombre, si el torvo enemigo
2515 del túmulo sale y conmigo se enfrenta".
2516 Ya para siempre después despidióse
2517 de todos sus hombres, de la tropa querida
2518 equipada con yelmos: "Por la sierpe no iría
2519 con hierro y con armas si sólo supiese
2520 de qué otra manera podría vencer,
2521 como hice con Gréndel, al hosco dragón;
178 V. 2498-502 Cf. 1202-14 n. Entre los treinta que mató Beowulf en la batalla en que murió
Híglak (cf. vv. 2361 ss.) se encontraba este Dágref, de quien el héroe tomó su
espada (la Négling, cf. v. 2680). Huga es un nombre poético para los francos.
2522 pero ahora me aguardan sus cálidas llamas
2523 y pútrido aliento y por ello me cubro
2524 con cota y escudo. No he de dar ante el monstruo
2525 ni un paso hacia atrás. Nuestra lucha decida
2526 en lo alto del risco el destino que rige
2527 y gobierna a los hombres. Me incita la furia:
2528 demorarme no quiero anunciando su fin.
2529 Mirad desde el monte, oh mis bravos guerreros
2530 con cotas de malla, cual de nosotros
2531 soporta mejor sus mortales heridas
2532 tras este combate. En él poco podríais:
2533 no hay otro varón, sino yo solamente,
2534 que pueda enfrentarse al maligno reptil,
2535 que realice la hazaña. ¡Yo con mi fuerza
2536 ese oro obtendré o en la fiera batalla
2537 que vidas destruye caerá vuestro rey!"
2538 Levantóse el valiente, el señor bajo el yelmo,
2539 tomando su escudo; con sus buenos pertrechos,
2540 fiado en su fuerza, hacia el risco avanzó.
2541 ¡De muy otra manera el cobarde se porta!
Beowulf comienza su lucha con el dragón.
2542 El hombre excelente que antaño se viera
2543 en frecuentes combates, en duros encuentros
2544 de gente de a pie, descubrís en la montaña
2545 la entrada de piedra: por allá de la gruta
2546 salía terrible un ardiente oleaje
2547 de pérfidas llamas. Nadie al tesoro
2548 ni un solo momento acercarse podía
2549 que no lo quemara en su fuego el dragón.
2550 El príncipe gauta furioso se hallaba;
2551 con fuerza arrojó su palabra del pecho,
2552 gritó, valeroso, y su voz resonó,
2553 su llamada de guerra, en la roca grisácea.
2554 Allá hubo combate. Oyó el desafío
2555 el guardián del tesoro. ¡Ya mal a un arreglo
2556 llegarse podía! De la cueva, espantoso,
2557 primero salió el aliento del monstruo,
2558 su cálido fuego: la tierra tronó.
2559 Se guardó de la sierpe el señor de los gautas,
2560 al pie de la peña, elevando su escudo.
2561 Dispuesta a la lucha se hallaba la fiera
2562 de cola enroscada. El bravo monarca
2563 su hierro empuñó, la pieza valiosa
2564 de filo potente. Miedo sintieron,
2565 el uno del otro, los dos enemigos.
2566 El rey de su pueblo detrás del escudo
2567 animoso esperó cuando el torvo reptil
2568 se dispuso al ataque: equipado aguardaba.
2569 La feroz entre llamas reptando corrió 179
2570 a encontrar su destino. Al famoso caudillo
2571 salvóle el escudo la vida y el cuerpo
2572 por tiempo más breve que él se pensaba.
2573 En su vida ésta fue la primera ocasión
2574 en que usó su valor sin que gloria en la lucha
2575 la suerte le diera. El rey de los gautas
2576 el brazo elevó: su espada excelente
2577 cayó sobre el monstruo, mas al filo brillante
2578 detúvolo el hueso; no tanto mordió
2579 como el gran soberano —en apuro se hallaba—
2580 lo hubiese querido. Fue mucha la rabia
2581 del fiero guardián tras el golpe terrible:
2582 su fuego lanzó, las llamas ardientes
2583 muy lejos llegaron. No le cupo victoria
2584 al príncipe gauta; fallóle en la brega
2585 —no así lo debía— su espada valiosa,
2586 su hierro heredado. Poco contento
2587 le daba al famoso hijo de Ekto
2588 tener que partir y dejar este mundo;
2589 aunque no lo quería, buscarse debió
2590 una otra morada. ¡Para todos termina
2591 esta vida terrena!
Los dos enemigos
179 V. 2569-70 Tres asaltos hace el dragón. El segundo comienza en v. 2591 o 2669, el tercero
en v. 2688.
2592 con mucha premura otra vez se atacaron;
2593 el horrible guardián —jadeante su pecho—
2594 furioso avanzó. El rey de su gente,
2595 apresado en las llamas, agobio sufría.
2596 No corrió sin embargo en su ayuda la tropa,
2597 no hicieron con él los intrépidos héroes
2598 un corro aguerrido: huyeron al bosque
2599 en temor de sus vidas. Uno sólo en su pecho
2600 la pena sintió. ¡El que bien considera
2601 no olvida jamás lo que un vínculo exige!
Wíglaf se dispone a ayudar a Beowulf.
2602 Llamábase Wíglaf, hijo de Wistan, 180
2603 un bravo señor, un noble skilfingo
2604 pariente de Álfer. Vio que su rey
2605 bajo el yelmo de guerra el ardor padecía.
2606 Recordó los favores que de él recibiera:
2607 la rica mansión de la estirpe wegmunda,
2608 los muchos derechos que obtuvo su padre.
2609 Ya no quiso aguardar: agarróse el escudo,
2610 el tilo amarillo, y su espada sacó,
2611 la que fue en otro tiempo del hijo de Óhter,
2612 el hierro de Anmundo.
A éste en la guerra 181
2613 —exiliado se hallaba— con filo temible
2614 Wistan mató y llevóle a su tío
2615 el yelmo adornado, la cota anillada
2616 y la espada potente. Él obtuvo de Onela
2617 el arnés de batalla que Anmundo vistió,
2618 su equipo de guerra. No se habló de venganza
2619 aunque habíale muerto a su propio sobrino.
180 V. 2602-8 Wíglaf es de la familia wegmunda, un linaje sueco al que también pertenece (por
línea paterna) Beowulf (cf. vv. 2813-14). Nada sabemos sobre Álfer.
181 V. 2612-19 (Episodio de la segunda guerra entre gautas y suecos, cf. vv. 2379-90.) Wistan,
que luchaba en el bando sueco, le presentó los despojos de Anmundo al tío de
éste Onela, pero el rey prefirió dejárselos a él. Para Onela debía ser poco
cómodo aceptar estas armas de un pariente suyo cuya muerte él había causado.
2620 Tuvo él muchos años las armas guardadas,
2621 la cota y el hierro, esperando a que el hijo
2622 se hiciera capaz, como el padre, de hazañas
2623 Allá entre los gautas ricos pertrechos,
2624 muchos, le dio, cuando ya de este mundo
2625 el anciano partía.
Nunca hasta entonces
2626 habíase visto aquel joven vasallo
2627 ayudando a su rey en un duro combate.
2628 Ni su mente dudó ni falló en la pelea
2629 la herencia del padre. ¡Bien la serpiente 182
2630 lo vino a saber cuando allá se encontraron!
2631 Wíglaf habló a los otros diciendo
2632 —enojado se hallaba— furiosas palabras:
2633 "Yo el día recuerdo en que estando en la sala
2634 bebiendo hidromiel juramento prestamos
2635 al gran soberano que anillos nos daba
2636 de estar a su lado si falta le hacía
2637 y pagarle en la lucha las cotas de guerra,
2638 los yelmos y espadas. Por propio deseo
2639 nos quiso elegir para esta jornada
2640 —incitó nuestro brío, estas joyas me dio—
2641 pues él nos tenía por bravos guerreros,
2642 por héroes sin tacha. Sin embargo el caudillo,
2643 el rey de su pueblo, solo y sin nadie
2644 pensaba abordar esta hazaña excelente,
2645 pues más que ninguno su fama ganó
2646 con osadas acciones. Ha llegado el momento
2647 en que mucho al monarca el apoyo le urge
2648 de buenos vasallos. ¡Acudamos al rey!
2649 ¡Prestémosle ayuda! ¡El fuego terrible
2650 y las llamas lo abrasan! Dios es testigo
2651 que yo por mi parte prefiero morir
2652 con mi buen soberano, quemado mi cuerpo.
2653 No será con honor que a la sala volvamos 183
182 V. 2629 La herencia del padre: la espada que había sido de Anmundo.
183 Vv. 2653-6 Cf. Tácito, Germanía, xiv.
2654 llevando el escudo, si antes no hacemos
2655 que el monstruo perezca y salvamos la vida
2656 del príncipe wedra. He aquí lo que sé:
2657 que jamás mereció el que él solamente
2658 entre todos los gautas su agobio soporte
2659 y caiga en la lucha. ¡Ya juntos estemos
2660 con yelmo y espada, con cota y arnés!"
Wíglaf lucha junto a Beowulf. Entre los dos matan al dragón.
2661 Por la horrible humareda avanzó con el yelmo
2662 a ayudar a su rey. Brevemente le habló:
2663 " ¡Oh querido Beowulf, no dejes de hacer
2664 lo que en tiempo lejano, de joven, juraste:
2665 que nunca en tu vida querrías que en nada
2666 menguase tu fama. ¡Empléate ahora
2667 con toda tu fuerza, oh valiente señor
2668 de gloriosas hazañas! ¡Yo te presto mi apoyo!"
2669 Tras estas palabras el torvo reptil,
2670 la sierpe maligna, entre llamas ardientes
2671 de nuevo atacó buscando con odio
2672 a sus dos enemigos. Destruyeron su escudo
2673 las olas de fuego; al joven vasallo
2674 defensa ninguna su cota le daba
2675 y presto se puso detrás del broquel
2676 de su noble pariente: quemaron el suyo,
2677 del todo, las llamas. Nuevamente el monarca
2678 en su fama pensó: terrible en su brío 184
2679 dio con la espada —era mucha su ira—
2680 en el cráneo del monstruo. Quebróse la Négling,
2681 su hierro a Beowulf le falló en la pelea,
2682 el antiguo y grisáceo. Estaba fijado
2683 que de hoja ninguna pudiera valerse
2684 en un duro combate; era tanta su fuerza
2685 —así se refiere— que nunca una espada
184 Vv. 2678-80 Es la segunda vez que Beowulf trata de herir, en vano, al dragón (cf. vv. 2575
ss.).
2686 su golpe aguantó cuando el arma valiosa
2687 en la lucha empuñaba: allá las rompía.
2688 Su tercera embestida inició la serpiente,
2689 el dragón fogueante enemigo del pueblo;
2690 cuando tuvo ocasión se lanzó sobre el héroe
2691 con rabia y con llamas: su cuello completo
2692 atrapó entre sus dientes. Cubrióse de sangre,
2693 con fuerza brotó el sudor de la herida. 185
2694 He oído que el noble mostró su coraje 186
2695 ayudando al monarca en el grave peligro;
2696 era un hombre capaz y de espíritu fiero.
2697 No buscó la cabeza; mas él, valeroso, 187
2698 su brazo quemó cuando, al rey asistiendo,
2699 hirió a la serpiente un poco más bajo.
2700 El armado guerrero hasta el puño su hierro,
2701 adornado, clavó y al instante las llamas
2702 allá decrecieron. Sus sentidos el rey
2703 recobró nuevamente y sacando un puñal
2704 que en la cota llevaba, afilado y temible,
2705 el príncipe en dos al reptil dividió.
2706 A la sierpe abatieron, quedóse sin vida;
2707 ambos parientes juntos lograron
2708 que el monstruo cayera. ¡Así debe un vasallo
2709 apoyar a su rey!
Beowulf, mortalmente herido, le pide a Wíglaf que le muestre el tesoro del dragón.
El noble monarca
2710 victoria ninguna después ganaría:
2711 fue su última hazaña. El mordisco fatal
2712 del dragón de la cueva al instante empezó
2713 a quemarle y dolerle: supo el valiente
185 V. 2693 El sudor de la herida: la sangre.
186 V. 2694 El noble: Wíglaf.
187 Vv. 2697-9 Los dragones sólo eran vulnerables por la parte inferior de su cuerpo. Wíglaf
consiguió herirlo, pues, más abajo de la cabeza y al hacerlo expuso su brazo a las
llamas que vomitaba el monstruo.
2714 que horrible en su pecho el dañino veneno
2715 con fuerza corría. El sabio señor
2716 al pie de los muros buscóse un asiento;
2717 admiró la mansión que gigantes hicieran, 188
2718 cómo los arcos en firmes pilares
2719 formaban la sala allá bajo tierra.
2720 Por sus manos entonces el bravo vasallo,
2721 excelente guerrero, con agua lavó
2722 al famoso caudillo —exhaustas sus fuerzas,
2723 cubierto de sangre— y quitóle su yelmo.
2724 Hablóle Beowulf —abundante manaba
2725 su herida mortal. Estaba seguro
2726 que ya se agotaba su tiempo de vida,
2727 su gozo en la tierra; al total de sus días
2728 el fin le llegó, se acercaba su muerte—:
2729 "Ahora a mi hijo podría entregarle
2730 mi arnés de batalla, si algún heredero
2731 me hubiese nacido, algún sucesor
2732 que de mí descendiera. He regido a mi gente
2733 por años cincuenta: nunca un monarca
2734 de tierras vecinas tuvo el valor
2735 de venir a atacarme con armas de guerra,
2736 de hacerme quebranto. En mi reino me estuve
2737 guardando lo mío, apurando mi suerte;
2738 ni buscaba querella ni hacía jamás
2739 juramentos en falso. Ahora por ello
2740 me siento feliz —ya de cierto perezco—,
2741 pues no ha de acusarme de muertes ajenas
2742 el Dios Celestial cuando en mí se separen
2743 la vida y el cuerpo. ¡Oh Wíglaf amado,
2744 corre al momento a la cueva rocosa
2745 a buscar el tesoro, que el torvo enemigo,
2746 de joyas privado, ya duerme su muerte!
2747 Apresúrate mucho y haz que examine
2748 las viejas riquezas, que de cerca contemple
2749 las piedras brillantes: después que las vea
188 Vv. 2717-9 De la guarida del dragón se ha dicho ya que era un túmulo funerario y en éstos
no había en realidad tales arcos ni pilares (cf. 3160-1 n.).
2750 podré confortado marcharme del mundo
2751 y del reino que yo tanto tiempo he tenido".
Wíglaf le lleva a Beowulf parte del tesoro. Beowulf muere.
2752 He sabido que luego, tras estas palabras,
2753 el hijo de Wistan allá obedeció
2754 al herido monarca: entró en la caverna
2755 vistiendo su cota, su arnés de combate.
2756 El bravo encontró cuando dentro se hallaba,
2757 el varón victorioso, abundantes riquezas,
2758 magníficas joyas que el suelo cubrían;
2759 a lo largo del muro, en la sala del monstruo,
2760 del fiero dragón, estaban las copas
2761 de héroes antiguos, ya faltas de adorno
2762 y sin brillo ninguno; muchos yelmos había,
2763 mohosos y viejos, y anillos también
2764 hábilmente trenzados. ¡A menudo el tesoro
2765 en la tierra escondido al varón sobrevive,
2766 quienquiera que sea, que allá lo ocultó!
2767 Después, sobre el oro, vio que pendía
2768 un dorado estandarte, excelente trabajo
2769 de ágiles manos. Era tanto su brillo
2770 que bien al valiente alumbrábale el suelo
2771 y el rico tesoro. No estaba en su cueva
2772 el furioso reptil. ¡Por el hierro murió!
2773 He oído que un hombre se pudo adueñar
2774 de las piezas que antaño gigantes hicieran.
2775 Copas y fuentes cargóse en el pecho
2776 según su criterio y también el pendón,
2777 reluciente, tomó. Cayó por la espada
2778 del viejo monarca —de acero su filo—
2779 aquel que las joyas había guardado
2780 por tiempo muy largo. Vomitando de noche
2781 su fuego terrible de llamas mortales
2782 del oro cuidó hasta el fin de sus días.
2783 El buen mensajero ansiaba volver
2784 con su rico botín; agobiaba la duda
2785 al heroico señor de si afuera en el llano
2786 hallaría con vida donde él lo dejara
2787 al muy malherido rey de los wedras.
2788 Llegó con el oro ante el noble caudillo;
2789 estaba el monarca cubierto de sangre,
2790 cercana su muerte. Lavó nuevamente
2791 con agua su rostro. Breves palabras
2792 el príncipe dijo; el anciano, apenado,
2793 entonces habló —el tesoro miraba—:
2794 "Doy gracias al Rey que las cosas gobierna,
2795 al Dios de la Gloria, al Eterno Señor,
2796 por las muchas riquezas que ahora contemplo,
2797 por dejarme vivir hasta haberlas ganado
2798 y podérselas dar en herencia a mi gente.
2799 Ahora que yo el tesoro he pagado
2800 entregando mi vida, encargaos vosotros
2801 del bien de mi pueblo. ¡Se acerca mi fin!
2802 "Haz que mis bravos, después que me quemen,
2803 alto en la costa un túmulo erijan:
2804 corone grandioso la Punta Ballenas
2805 dando a mi gente memoria de mí
2806 y por ello la llamen los hombres de mar
2807 el Peñón de Beowulf, cuando surquen sus naves,
2808 de lejos venidas, las lúgubres aguas".
2809 El fiero caudillo sacóse del cuello
2810 un dorado collar; al joven guerrero,
2811 al vasallo, lo dio con su yelmo brillante
2812 y la cota anillada: "Disfrútalos tú;
2813 el último eres de nuestro linaje,
2814 la estirpe wegmunda; ya trajo el destino
2815 a mis nobles parientes, heroicos señores,
2816 a todos, la muerte. ¡Ya parto tras ellos!"
2817 Habló de este modo el anciano monarca
2818 por última vez antes que fuese
2819 a la pira y el fuego. Entonces su alma
2820 del pecho salió a buscarse su premio.
Wíglaf acusa de cobardía a los gautas que no fueron a luchar con su señor.
2821 Fue mucha la pena del joven vasallo
2822 al ver que en el suelo agotaba su fuerza
2823 y quedaba sin vida el hombre del mundo
2824 que más estimaba. El que muerte le dio,
2825 el dragón de la cueva, también abatido
2826 en tierra yacía. Ya dejó de guardar
2827 el maligno reptil su excelente tesoro,
2828 pues recias espadas, hierros forjados
2829 con duro martillo, le hicieron caer.
2830 Tirado por tierra quedó el volador
2831 —quieto y herido— cerca del oro;
2832 ya dejó de volar y correr por el aire
2833 en las noches oscuras, de elevarse orgulloso,
2834 señor de sus joyas. ¡Muerto cayó 189
2835 por la fuerza del puño del bravo caudillo!
2836 Pocos valientes había en el reino
2837 —así lo escuché— que, por más que gustasen
2838 de fieras hazañas, hubieran querido
2839 exponerse al aliento de aquel malhechor
2840 tomar con sus manos el rico tesoro,
2841 de haber encontrado despierto al guardián
2842 que la tumba habitaba. Con su muerte pagó
2843 el heroico Beowulf las magníficas joyas.
2844 El uno y el otro llegaron al fin
2845 de sus vidas terrenas.
No mucho más tarde
2846 salieron del bosque los poco animosos,
2847 los malos vasallos —diez en total—
2848 que no se atrevieron a usar de sus lanzas
2849 estando su rey en tan grave peligro.
2850 Con vergüenza acudieron llevando el escudo
2851 y las cotas vistiendo ante el príncipe muerto,
2852 A Wíglaf miraban. Estaba sentado,
2853 excelente varón, junto al hombro del rey:
2854 de animarlo trataba —cansado— con agua,
189 Vv. 2834-5 A juzgar por vv. 2700 ss. fue Wíglaf quien lo abatió; Beowulf sólo le dio, diríamos,
el golpe de gracia y fue con su puñal.
2855 mas poco podría, por más que quisiera,
2856 hacer que en el mundo con vida quedara,
2857 alterar los designios de Dios Poderoso.
2858 El Eterno Señor entonces regía,
2859 lo mismo que ahora, el destino del hombre.
2860 Duras palabras le dijo al momento
2861 el intrépido joven al grupo cobarde;
2862 Wíglaf habló, el hijo de Wistan
2863 —de mala manera a la tropa miraba—:
2864 "Bien puede afirmarse diciendo verdad
2865 del egregio caudillo que os dio en su palacio
2866 los ricos arneses que puestos tenéis,
2867 de aquel que en la sala con mucha frecuencia
2868 regalo os hacía de cotas y yelmos
2869 —de su gente pensaba el señor de vasallos
2870 que era imposible encontrarla mejor—,
2871 que en balde entregaba tan buenos pertrechos:
2872 sin apoyo ninguno se vio en el combate.
2873 Mal pudo ufanarse el magnánimo rey
2874 del valor de sus hombres. Pero Dios permitió,
2875 el Señor de Victorias, que él con la espada,
2876 apurado y con fuerza, su muerte vengara.
2877 De poco mi ayuda servirle podía
2878 en la brega feroz, mas yo desde luego,
2879 esforzándome mucho, asistí a mi pariente;
2880 herí con mi hierro al mortal enemigo
2881 y su furia perdió: cedieron las llamas
2882 que el monstruo arrojaba. ¡Pocos tenía
2883 a su lado el valiente al llegarle su fin!
2884 "Ya nunca de nuevo os serán ofrecidas
2885 espadas o joyas que luego en herencia
2886 reciban los vuestros. Privados de patria
2887 y errantes por siempre tendrán que vagar
2888 los de vuestro linaje, así que los reyes
2889 de tierras lejanas conozcan la huida,
2890 la mala traición. ¡Para un noble guerrero
2891 mejor es la muerte que vida sin gloria!"
2892 Mandó que la lucha se hiciese saber 190
190 V. 2892 Tras la muerte de Beowulf, Wíglaf parece asumir la jefatura de los gautas.
2893 en el alto reducto: toda aquella mañana
2894 aguardaron allá, pesarosos, los hombres
2895 armados de escudos, esperando la nueva
2896 bien de la muerte o bien del regreso
2897 del gran soberano.
Un mensajero informa a los gautas de la muerte de Beowulf.
Sobre las guerras entre gautas y suecos.
Nada el jinete
2898 al llegar al reducto calló del mensaje;
2899 de exacta manera ante todos lo dijo:
2900 "Yace el afable señor de los wedras,
2901 el príncipe gauta, en su lecho de muerte:
2902 lo privó de su vida el horrible dragón.
2903 A su lado, por tierra, se encuentra el reptil,
2904 por la daga abatido; de ninguna manera
2905 logró con su espada causarle una herida
2906 a la torva serpiente. Wíglaf ahora,
2907 el hijo de Wistan, está con Beowulf;
2908 guarda el vasallo al monarca sin vida,
2909 con ánimo triste velando quedó
2910 al amigo y al monstruo.
"Guerra terrible
2911 a los gautas aguarda, pues pronto sabrán
2912 los frisones y francos en tierras lejanas
2913 la muerte del rey. De los hugas el odio, 191
2914 feroz, comenzó cuando Híglak les vino
2915 mandando su flota a la costa frisona.
2916 Allá los chatuarios le hicieron morir:
2917 le atacaron con brío y con fuerzas mayores
2918 y el bravo en su cota sin vida quedó,
2919 cayó entre su gente. ¡No pudo premiar
2920 el valor de sus hombres! Ninguna amistad
2921 desde entonces nos tiene el señor merovingio.
191 V. 2913 Cf. 1202-14 n. Los hugas: los francos.
2922 "Tampoco confío en la paz y la fe
2923 que nos guarden los suecos. Es bien conocido 192
2924 que Ongento mató por el Bosque del Cuervo
2925 al intrépido Hedkin, al hijo de Rédel,
2926 así castigando el ataque atrevido
2927 que hicieron los gautas al pueblo skilfingo;
2928 pronto el monarca, el padre de Óhter, 193
2929 viejo y terrible, arrancóle su vida
2930 al caudillo del mar. A la anciana señora,
2931 a su esposa, libró —despojada de adornos—:
2932 ella era de Onela y de Óhter la madre.
2933 A la gente enemiga después persiguió
2934 y éstos huyeron con grandes apuros,
2935 privados de príncipe, al Bosque del Cuervo.
2936 Sitió con su tropa a los hombres heridos
2937 que al hierro escaparon; por toda la noche
2938 a la hueste vencida le hizo amenaza,
2939 diciendo que al alba daríales muerte
2940 a unos el filo y a otros la horca
2941 que al pájaro alegra.
"A los tristes guerreros
2942 ayuda les vino al llegar la mañana:
2943 de la gente de Híglak oyeron los sones
2944 de trompas y cuernos; acudía el valiente,
2945 las huellas siguió de los nobles varones.
2946 Bien se veían por todo aquel campo
2947 las manchas de sangre de suecos y gautas.
2948 ¡Terrible batalla entre sí mantuvieron!
2949 "Entonces el bravo marchó con su tropa,
2950 el viejo, apenado, a su firme reducto:
2951 debió retirarse el intrépido Ongento.
192 Vv. 2923-98 (Primera guerra entre gautas y suecos.) Las hostilidades las inician los suecos (cf.
vv. 2476 ss.). Hedkin, el rey gauta, hace una expedición de represalia en la que
consigue apoderarse de la esposa de Ongento, pero luego es muerto por éste y
la reina sueca es liberada. Los gautas, vencidos, se refugian en el Bosque del
Cuervo, donde Ongento los tiene sitiados toda una noche. Al alba, sin embargo,
les llegan refuerzos al mando de Híglak (rey ahora, tras la muerte de su hermano
Hedkin) y Ongento se ve obligado a retirarse a su reducto. Los gautas lo invaden;
Ongento es herido por Wulf y muerto por el hermano de éste, Éfor.
193 Vv. 2928-30 El padre de Óhter: Ongento; el caudillo del mar: Hedkin.
2952 Él ya conocía la fuerza de Híglak,
2953 su brío en la guerra, y poco creyó
2954 que pudiera oponerse a su gente de mar,
2955 proteger de los gautas su rico tesoro,
2956 la esposa y los hijos: el anciano buscó
2957 tras el muro defensa. Atacados entonces
2958 se vieron los suecos. Los pendones de Híglak
2959 abriéronse paso hasta dentro del fuerte,
2960 la tropa de wedras entró en el reducto.
2961 Allá las espadas hicieron que Ongento,
2962 el canoso caudillo, la vida perdiera:
2963 al rey de su pueblo le cupo la suerte
2964 que Éfor dictó.
"Herida espantosa
2965 hízole Wulf, el hijo de Wónred,
2966 al príncipe sueco: brotó bajo el pelo
2967 el sudor de las venas. No quedó acobardado 194
2968 el viejo skilfingo: devolvióle al momento
2969 y con fuerza mayor aquel golpe fatal,
2970 tan pronto lo pudo al volverse de nuevo.
2971 No logró el valeroso, el hijo de Wónred,
2972 herir otra vez al anciano monarca,
2973 pues éste su yelmo le hendió en la cabeza
2974 y, cubierto de sangre, abatido quedó,
2975 arrojado por tierra. No era aquélla su hora:
2976 salvóse después a pesar de la herida.
2977 Entonces el fiero vasallo de Híglak 195
2978 —su hermano yacía—, sorteando el escudo,
2979 rajó con su espada, ancha y potente,
2980 el yelmo del rey. El caudillo cayó,
2981 el señor de su pueblo, le vino la muerte.
2982 Entre muchos allá al pariente vendaron; 196
2983 fue recogido tan pronto el destino
2984 les dio, victoriosos, el campo de guerra.
194 V. 2967 El sudor de las venas: la sangre.
195 V. 2977 El vasallo de Híglak: Éfor, hermano de Wulf.
196 V. 2982 El pariente (de Éfor): Wulf.
2985 Éfor tomó los despojos del otro
2986 quitándole a Ongento la cota de hierro,
2987 la espada adornada y el yelmo también.
2988 El equipo del viejo ofrecióselo a Híglak,
2989 que quiso aceptarlo y le dijo que premio
2990 entre todos tendría. Así lo cumplió:
2991 al volver a su reino, el príncipe gauta,
2992 el hijo de Rédel, a Éfor y a Wulf
2993 les pagó generoso su hazaña en la guerra.
2994 Le dio a cada uno cien mil de terreno
2995 y trenzados collares —¡nadie el regalo
2996 lo tuvo por malo!— pues fueron valientes.
2997 Su única hija en señal de amistad
2998 a Éfor la dio, que su casa alegrara.
2999 "Tal fue la batalla, la dura querella
3000 y el odio mortal, y ahora me temo
3001 que venga a atacarnos el pueblo de suecos,
3002 pues pronto sabrán que sin vida quedó
3003 nuestro gran soberano, el que a salvo ponía
3004 de gente enemiga el tesoro y el reino
3005 (tras mucha matanza, bravos skildingos), 197
3006 y siempre a sus hombres el bien procuraba,
3007 proezas hacía.
"Presto corramos
3008 a ver al monarca por última vez.
3009 A la pira llevemos al rey generoso
3010 que anillos nos daba. No sólo una parte
3011 consuma su hoguera: hay oro abundante,
3012 riquezas sin fin fieramente ganadas,
3013 y ahora, además, las joyas que obtuvo
3014 entregando su vida. ¡Que el fuego las tome!
3015 ¡Las tengan las llamas! No serán de los hombres,
3016 tras él, los adornos ni hermosa doncella
3017 a su cuello pondrá el collar excelente:
3018 con ánimo triste, de oro privados,
3019 errantes irán para siempre en exilio
3020 ahora que el héroe sin risa quedó,
197 V. 3005 Este verso parece fuera de lugar y resulta incomprensible.
3021 sin gozo y contento. Pronto las lanzas
3022 habrán de tomarse —frías al alba— 198
3023 y blandirse en la mano. ¡No será el despertar
3024 entre sones del arpa! Mas el cuervo negruzco,
3025 el que vuela al acecho, de mucho hablará
3026 cuando al águila cuente que tuvo su fiesta
3027 y al lado del lobo se hartó con los muertos".
3028 Así les expuso las malas noticias
3029 el fiero guerrero. En nada mintió 199
3030 al decir sus palabras.
Los gautas se apoderan del tesoro del dragón.
Levantóse la tropa;
3031 marcharon los hombres con mucho pesar
3032 a la Punta del Águila a ver el portento.
3033 Allá contemplaron, tendido en la tierra,
3034 en su lecho de muerte, al bravo que anillos
3035 antaño les daba. Ya su último día
3036 el valiente vivió; el intrépido rey,
3037 el señor de los wedras, yacía abatido.
3038 Vieron también una extraña criatura,
3039 un maligno reptil, arrojado por tierra,
3040 muerto a su lado: el dragón fogueante,
3041 el feroz enemigo abrasado en sus llamas. 200
3042 No menos medía de veces cincuenta
3043 el tamaño de un pie aquel que a menudo
3044 volaba en la noche y luego a su cueva
3045 volvía de nuevo; mas ya pereció,
3046 ya dejó de habitar en su oculta caverna.
198 V. 3022 Los combates solían iniciarse al amanecer.
199 Vv. 3029-30 Este comentario del poeta puede tener un mero valor de fórmula, pero también es
posible que con él quiera señalar lo justificado de los temores del mensajero (cf.
vv. 2922-3, 3000 ss., 3018 ss. y también 3152 ss.). Se ha supuesto que la
incorporación de los gautas al reino sueco tuvo lugar precisamente tras la muerte
de Beowulf, es decir, del rey histórico cuyo lugar él ocupa.
200 V. 3041 Recuérdese que el dragón muerto por Sigmundo se consumió en su propio fuego
(cf. v. 897).
3047 Rodeado se estuvo de fuentes y copas,
3048 de muchos jarrones, valiosas espadas
3049 comidas de orín: mil años la tierra
3050 mantuvo el tesoro en su seno abrazado.
3051 Mas a aquellas riquezas de tiempos antiguos
3052 fuerza terrible les daba un hechizo
3053 y nadie por ello adentrarse podía
3054 en la sala del oro, sino aquel solamente
3055 al que Dios Verdadero, el Señor de Victorias
3056 —Él rige a los hombres—, quisiera otorgarlo,
3057 el varón que el Eterno por digno tuviese.
3058 Allá fue manifiesto que mal acabó 201
3059 quien se hizo en la cueva, con poco derecho,
3060 guardián del tesoro. A uno primero
3061 mató la serpiente, mas luego con furia
3062 vengóse la hazaña. El modo se ignora
3063 en que el tiempo de vida de un bravo guerrero
3064 a su fin llegará y ya en adelante
3065 no pueda en la sala gozar con su gente.
3066 Así con Beowulf, que a la sierpe le vino
3067 buscando combate: el modo ignoraba
3068 en que iría a acabarse su vida en la tierra.
3069 Los nobles señores que el oro ocultaron 202
3070 pusiéronle hechizo hasta el Último Día:
3071 que fuera aquel hombre que hollara el lugar
3072 de pecado culpable, en el templo metido, 203
3073 amarrado al infierno y allá atormentado,
3074 si antes no tuvo —afanoso del oro—
3075 el favor y la gracia del Rey de la Gloria.
3076 Wíglaf habló, el hijo de Wistan:
3077 "A muchos a veces aflige el pesar
3078 que uno solo causó, como aquí nos sucede.
201 Vv. 3058-60 La muerte del dragón se considera ahora como consecuencia de este hechizo. No
queda claro si también la de Beowulf.
202 V. 3069 Sólo de un guerrero se habló en vv. 2233 ss.
203 V. 3072 El templo (pagano) fue tenido por los cristianos como lugar de demonios y la
palabra pasó a significar infierno.
3079 No pudimos llevarle al amado caudillo,
3080 al señor de su pueblo, el debido consejo:
3081 que no se enfrentase al horrible guardián,
3082 sino en paz lo dejara tendido en su cueva,
3083 en ella habitando hasta el fin de los días.
3084 ¡Su destino cumplió! ¡El tesoro tenemos,
3085 con pena ganado! ¡Espantosa la suerte
3086 que al gran soberano, viniendo, le cupo!
3087 "En el túmulo entré para ver lo que había,
3088 el tesoro en la tumba, tan pronto lo pude;
3089 paso me abrí, aunque no sin trabajo,
3090 a la oculta caverna. Luego al instante
3091 tomé con mis manos magnífica carga
3092 de piezas valiosas: aquí se las traje
3093 a mi afable señor, que aún se encontraba
3094 con vida y consciente. Mucho el anciano
3095 a su muerte me dijo: para honrar su recuerdo
3096 mandó que se alzara en el mismo lugar
3097 en que ardiese la pira un túmulo alto,
3098 grande y glorioso, digno del hombre
3099 que tuvo en la tierra la fama mayor
3100 mientras pudo gozar de su reino y reducto.
3101 "Presto vayamos ahora de nuevo
3102 a mirar el tesoro, la gran maravilla
3103 que está en la caverna: yo he de guiaros
3104 de modo que bien y de cerca veáis
3105 los anillos y el oro. Con mucha premura
3106 las andas se hagan: llevaremos en ellas
3107 tan pronto volvamos al noble caudillo,
3108 al amado monarca, allá donde luego
3109 por siempre disfrute de Dios Poderoso".
3110 El hijo de Wistan, fiero en la guerra,
3111 quiso que a muchos su orden llegase,
3112 que los dueños de salas, señores del pueblo,
3113 trajesen la leña a la pira del rey
3114 desde tierras remotas: "Ahora en el fuego
3115 será consumido el egregio varón
3116 que se vio con frecuencia en llovizna de hierros,
3117 cuando nubes de flechas que cuerdas urgían
3118 pasaban por alto del muro de escudos,
3119 el cabo emplumado encauzando a la punta".
3120 Luego el intrépido hijo de Wistan
3121 gente eligió de la tropa del rey,
3122 los siete mejores, y entró con los hombres
3123 —él era el octavo— en la torva guarida;
3124 el que iba delante, guerrero animoso,
3125 llevaba en la mano una antorcha de fuego.
3126 Cuando vieron entonces el rico tesoro
3127 que nadie guardaba y que brillo perdía
3128 escondido en la cueva, no echaron a suertes 204
3129 quién fuera a tomarlo, que todos corrieron
3130 —ninguno dudó— y sacaron afuera
3131 las piezas valiosas. Desde el alto peñasco
3132 arrojaron al mar a la horrible serpiente,
3133 recibieron las aguas al hosco dragón.
3134 Oro trenzado en enorme abundancia
3135 en el carro se puso y llevaron al rey,
3136 al de blanco cabello, a la Punta Ballenas.
Los funerales de Beowulf.
3137 Los gautas entonces allá le erigieron
3138 magnífica pira, como él ordenó,
3139 y de hermosa apariencia: la adornaron con yelmos,
3140 escudos de guerra y brillantes arneses.
3141 En el centro los bravos pusieron con pena
3142 al famoso señor, al amado caudillo.
3143 Altísimas llamas se alzaron después
3144 al prenderse la pira; elevóse del fuego
3145 la negra humareda y se oyó el crepitar
3146 con el llanto mezclado. Cuando el viento cesó
3147 consumido se hallaba, abrasado del todo,
3148 el cadáver del rey. Con ánimo triste
3149 lloraban los hombres al príncipe muerto.
3150 La anciana señora —trenzado el cabello— 205
204 Vv. 3128-9 Esto es, no fue necesario recurrir a un sorteo por falta de voluntarios.
3151 también entonaba en honor de Beowulf
3152 su doliente lamento; sin cesar repetía
3153 que tiempos terribles al reino aguardaban,
3154 crueles matanzas, pavor de enemigos
3155 y vil cautiverio. La humareda acabó.
3156 Luego los wedras un túmulo alto
3157 erigieron arriba, en el gran promontorio,
3158 de lejos visible a la gente de mar:
3159 diez días tomó construirle su tumba
3160 al osado en la guerra. En torno a sus restos 206
3161 alzaron un muro: el trabajo mejor
3162 que supieron hacer muy expertos varones.
3163 Allá colocaron anillos y joyas, 207
3164 las grandes riquezas que habían tomado
3165 los fieros guerreros del rico tesoro;
3166 la antigua heredad a la tierra la dieron
3167 —oro en lo hondo—, que guárdala aún
3168 sin que traiga provecho, ni entonces ni ahora.
3169 Excelentes señores —doce en total— 208
3170 cabalgaron entonces en torno a la tumba
3171 llorando al monarca con triste lamento:
3172 entonaron su canto y hablaron del rey
3173 elogiando su vida, las nobles hazañas
3174 del bravo diciendo. Es justo que el hombre
3175 dedique alabanza a su amigo y señor
3176 y en su pecho lo llore, cuando llega el momento
3177 en que debe alejarse y partir de su cuerpo.
3178 La muerte del príncipe mucho apenó
3179 a los gautas que un día en su sala moraron;
205 V. 3150 Al parecer se trata de la esposa de Beowulf, la reina gauta. Nada se ha dicho de
ella antes. Su cabello trenzado la caracteriza como de edad avanzada; las jóvenes
solían llevarlo suelto.
206 Vv. 3160-1 En el interior de los túmulos funerarios escandinavos se halla a veces una cámara
construida con troncos que alberga las cenizas del difunto y su ajuar.
207 Vv. 3163-5 El tesoro del dragón es colocado en la tumba de Beowulf, aunque él quiso ganarlo
para su pueblo (cf. vv. 2794 ss.).
208 Vv. 3169-74 Suele señalarse a propósito de este pasaje su similitud con la descripción que
hace Jordanes en su Historia de los Godos, xlix, de los funerales de Atila (en 453).
3180 afirmaban que fue de entre todos los reyes
3181 el más apacible y amante del pueblo,
3182 el más amigable y ansioso de gloria.

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