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AUTOR DE TIEMPOS PASADOS

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lunes, 8 de junio de 2009

Poesías *** Juan de la Cruz, Santo

Poesías
Juan de la Cruz, Santo




Poesía
San Juan de la Cruz





Cántico espiritual
Canciones entre el Alma y el esposo


1
Esposa
¿Adónde te escondiste
Amado, y me dexaste con gemido?
Como el ciervo huyste
aviéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ydo. 5

2
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
dezilde, que adolezco, peno, y muero. 10

3
Buscando mis amores
yré por essos montes, y riberas;
ni cogeré las flores;
ni temeré las fieras;
y passaré los fuertes, y fronteras. 15

4
¡O bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!
¡o prado de verduras,
de flores esmaltado!
dezid si por vosotros a passado. 20

5
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y yéndolos mirando
con sola su figura
vestidos los dexó de hermosura. 25

6
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero:
no quieras embiarme
de oy más ya mensajero,
que no saben dezirme lo que quiero. 30

7
Y todos quantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo;
y todos más me llagan,
y déxanme muriendo,
un no sé qué que quedan balbuziendo. 35

8
Mas ¿cómo perseveras,
¡o vida! no viviendo donde vives?
¿Y haziendo por que mueras
las flechas, que recives
de lo que del Amado en ti concibes? 40

9
¿Por qué, pues as llagado
aqueste coraçón, no le sanaste?
Y pues me le as robado,
¿por qué assí le dexaste,
y no tomas el robo, que robaste? 45

10
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshazellos.
Y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos;
y sólo para ti quiero tenellos. 50

11
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia, y la figura. 55

12
¡O christalina fuente
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibuxados! 60

13
Apártalos Amado,
que voy de buelo.
Esposo
Buélvete paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al ayre de tu buelo, y fresco toma. 65

14
Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas estrañas,
los ríos sonorosos,
el silvo de los ayres amorosos, 70

15
la noche sosegada
en par de los levantes del aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora. 75

16
Caçadnos las raposas,
que está ya florescida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hazemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña. 80

17
Detente cierço muerto.
Ven austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran tus olores,
y pacerá el Amado entre las flores. 85

18
¡O ninfas de Judea!
en tanto que en las flores, y rosales
el ámbar perfumea
morá en los arrabales;
y no queráis tocar nuestros humblares. 90

19
Escóndete Carillo,
y mira con tu haz a las montañas;
y no quieras dezillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas estrañas. 95

20
A las aves ligeras
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, ayres, ardores,
y miedos de las noches veladores. 100

21
Por las amenas liras,
y canto de serenas os conjuro,
que cessen vuestras yras
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más siguro. 105

22
Entrádose ha la esposa
en el ameno huerto desseado,
y a su sabor reposa
el cuello reclinado
sobre los dulces braços del Amado. 110

23
Debaxo del mançano
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada. 115

24
Nuestro lecho florido
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edifficado,
de mil escudos de oro coronado. 120

25
A çaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emissiones de bálsamo divino. 125

26
En la interior bodega
de mi Amado beví, y quando salía
por toda aquesta bega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía. 130

27
Allí me dio su pecho;
allí me enseñó sciencia muy sabrosa;
y yo le di de hecho
a mí sin dexar cosa;
allí le prometí de ser su esposa. 135

28
Mi alma se a empleado
y todo mi caudal en su servicio.
Ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro officio,
que ya sólo en amar es mi exercicio. 140

29
Pues ya si en el egido
de oy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me e perdido,
que andando enamorada
me hize perdediza, y fuy ganada. 145

30
De flores y esmeraldas
en las frescas mañanas escogidas
haremos las guirnaldas
en tu amor floridas,
y en un cabello mío entretexidas. 150

31
En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello,
y en él presso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste. 155

32
Cuando tú me miravas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por esso me adamavas,
y en esso merecían
los míos adorar lo que en ti vían. 160

33
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dexaste. 165

34
La blanca palomica
al arca con el ramo se a tornado;
y ya la tortolica
al socio desseado
en las riberas verdes a hallado. 170

35
En soledad vivía,
y en soledad a puesto ya su nido;
y en soledad la guía
a solas su querido
también en soledad de amor herido. 175

36
Gozémonos Amado:
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura:
entremos más adentro en la espesura. 180

37
Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos yremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos. 185

38
Allí me mostrarías,
aquello que mi alma pretendía;
y luego me darías
allí, tu vida mía,
aquello que me diste el otro día. 190

39
El aspirar de el ayre,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donayre
en la noche serena
con llama que consume y no da pena. 195

40
Que nadie lo mirava,
Aminadab tampoco parescía;
y el cerco sosegava;
y la cavallería
a vista de las aguas descendía. 200





Noche oscura
Canciones de el alma que se goza de aver llegado al alto estado de la perfectión, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. De el mesmo autor



En una noche obscura
con ansias en amores inflamada
¡o dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada. 5

Ascuras y segura
por la secreta escala disfraçada
¡o dichosa ventura!
a escuras y encelada
estando ya mi casa sosegada. 10

En la noche dichosa
en secreto que naide me veya
ni yo mirava cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el coraçón ardía. 15

Aquesta me guiava
más cierto que la luz de mediodía
adonde me esperava
quien yo bien me savía
en parte donde nadie parecía. 20

¡O noche que guiaste!
¡O noche amable más que la alborada!
¡O noche que juntaste
Amado con amada,
Amada en el amado transformada! 25

En mi pecho florido
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido
y yo le regalava
y el ventalle de cedros ayre daba. 30

El ayre del almena
quando yo sus cavellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía. 35

Quedéme y olbidéme
el rostro recliné sobre el Amado;
cessó todo y dexéme
dexando mi cuydado
entre las açucenas olbidado. 40





Llama de amor viva
Canciones de el alma en la íntima communicación de unión de amor de Dios. Del mismo autor



¡O llama de amor viva
que tiernamente hyeres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acava ya si quieres, 5
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡O cauterio suave!
¡O regalada llama!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado,
que a vida eterna save 10
y toda deuda paga!
Matando muerte en vida la has trocado.

¡O lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cabernas del sentido 15
que estava obscuro y ciego,
con estraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Quán manso y amoroso
recuerdas en mi seno 20
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
quán delicadamente me enamoras!





Coplas de el mismo, hechas sobre un éstasis de harta contemplación


Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia transcendiendo.

1
Yo no supe dónde entraba
porque cuando allí me vi 5
sin saver dónde me estaba
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí
que me quedé no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo. 10

2
De paz y de piedad
era la sciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta,
era cosa tan secreta 15
que me quedé balbuciendo,
toda sciencia trascendiendo.

3
Estava tan embebido
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido 20
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.

4
Quanto más alto se suve 25
tanto menos se entendía
que es la tenebrosa nuve
que a la noche esclarecía,
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo, 30
toda sciencia trascendiendo.

5
El que allí llega de vero
de sí mismo desfallesce
quanto sabía primero
mucho baxo le parece, 35
y su sciencia tanto crece
que se queda no sabiendo,
y su sciencia trascendiendo.

6
Este saber no sabiendo
es de tan alto poder 40
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer,
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda sciencia trascendiendo. 45

7
Y es de tan alta excelencia
aqueste summo saber
que no ay facultad ni ciencia
que le puedan emprender
quien se supiere vencer 50
con un no saber sabiendo,
yrá siempre trascendiendo.

8
Y si lo queréis oýr
consiste esta summa sciencia
en un subido sentir, 55
de la dibinal esencia
es obra de su clemencia
hazer quedar no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.





Coplas de el alma que pena por ver a Dios. De el mismo autor


Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero.

En mí yo no vivo ya
y sin Dios vivir no puedo 5
pues sin él y sin mí quedo
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará
pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero. 10

Esta vida que yo vivo
es privación de el vivir
y assí es contino morir
hasta que viva contigo.
Oye mi Dios lo que digo 15
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

Estando absente de ti
¿qué vida puedo tener
sino muerte padecer 20
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí
pues de suerte persevero
que muero porque no muero.

El pez que del agua sale 25
aun de alibio no carece
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte abrá que se yguale
a mi vivir lastimero, 30
pues si más vivo más muero?

Quando me empieço a alibiar
de verte en el Sacramento
házeme más sentimiento
el no te poder gozar; 35
todo es para más penar
y mi mal es tan entero
que muero porque no muero.

Y si me gozo Señor
con esperança de verte 40
en veer que puedo perderte
se me dobla mi dolor,
viviendo en tanto pabor
y esperando como espero,
muérome porque no muero. 45

Sácame de aquesta muerte
mi Dios y dame la vida,
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte,
mira que peno por verte 50
y de tal manera espero
que muero porque no muero.

Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida 55
por mis pecados está.
¡O mi Dios! ¿quándo será
quando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?





Otras de el mismo a lo divino


Tras de un amoroso lance
y no de esperança falto
subí tan alto tan alto
que le di a la caça alcançe.

Para que yo alcance diesse 5
a aqueste lançe divino
tanto bolar me convino
que de vista me perdiesse,
y con todo en este trance
en el buelo quedé falto 10
mas el amor fue tan alto
que le di a la caça alcance.

Quando más alto suvía
deslumbróseme la vista
y la más fuerte conquista 15
en escuro se hazía,
mas por ser de amor el lance
di un ciego y obscuro salto
y fuy tan alto tan alto
que le di a la caça alcance. 20

Por una estraña manera
mil buelos pasé de un buelo
porque esperança del cielo
tanto alcança quanto espera,
esperé solo este lance 25
y en esperar no fuy falto
pues fuy tan alto tan alto
que le di a la caça alcance.

Quando más cerca llegava
de este lance tan subido 30
tanto más baxo y rendido
y abatido me hallava
dixe: No abrá quien lo alcançe.
Abatíme tanto tanto
que fuy tan alto tan alto 35
que le di a la caça alcance.

Finis





Glosa de el mismo


Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y ascuras viviendo
toda me voy consumiendo.

Mi alma está desassida
de toda cosa criada 5
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.
Por esso ya se dirá
la cosa que más estimo 10
que mi alma se vee ya
sin arrimo y con arrimo.

Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal
no es tan crecido mi mal 15
porque si de luz carezco
tengo vida celestial,
porque el amor de tal vida
quando más ciego va siendo
que tiene al alma rendida 20
sin luz y ascuras viviendo.

Haze tal obra el amor
después que le conocí
que si ay bien o mal en mí
todo lo haze de un sabor 25
y al alma transforma en sí,
y assí en su llama sabrosa
la qual en mí estoy sintiendo
apriessa sin quedar cosa
todo me voy consumiendo. 30





Glosa a lo divino. De el mismo autor


Por toda la hermosura
nunca yo me perderé
sino por un no sé qué
que se alcança por ventura.

Sabor de bien que es finito 5
lo más que puede llegar
es cansar el apetito
y estragar el paladar;
y assí por toda dulçura
nunca yo me perderé 10
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.

El coraçón generoso
nunca cura de parar
donde se puede passar 15
sino en más difficultoso;
nada le causa hartura
y sube tanto su fee
que gusta de un no sé qué
que se halla por ventura. 20

El que de amor adolesce
de el divino ser tocado
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece;
como el que con calentura 25
fastidia el manjar que ve
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.

No os maravilléis de aquesto
que el gusto se quede tal 30
porque es la causa del mal
ajena de todo el resto;
y assí toda criatura
enajenada se vee
y gusta de un no sé qué 35
que se halla por ventura.

Que estando la voluntad
de Divinidad tocada
no puede quedar pagada
sino con Divinidad; 40
mas por ser tal su hermosura
que sólo se vee por fee
gústala en un no sé qué
que se halla por ventura.

Pues de tal enamorado 45
dezidme si abréis dolor
pues que no tiene sabor
entre todo lo criado;
solo sin forma y figura
sin hallar arrimo y pie 50
gustando allá un no sé qué
que se halla por ventura.

No penséis que el interior
que es de mucha más valía
halla gozo y alegría 55
en lo que acá da sabor,
mas sobre toda hermosura
y lo que es y será y fue
gusta de allá un no sé qué
que se halla por ventura. 60

Más emplea su cuydado
quien se quiere aventajar
en lo que está por ganar
que en lo que tiene ganado;
y assí para más altura 65
yo siempre me inclinaré
sobre todo a un no sé qué
que se halla por ventura.

Por lo que por el sentido
puede acá comprehenderse 70
y todo lo que entenderse,
aunque sea muy subido,
ni por gracia y hermosura
yo nunca me perderé
sino por un no sé qué 75
que se halla por ventura.





Cantar de el alma que se goza de conocer a Dios por fee


Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.
Aquella Eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche. 5
Su origen no lo sé que pues no le tiene,
mas sé que todo origen della viene,
aunque es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella
y que cielos y tierra beben della, 10
aunque es de noche.
Bien sé que suelo en ella no se halla
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.
Su claridad nunca es escurecida 15
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.
Sée ser tan caudalosas sus corrientes
que infiernos cielos riegan y a las gentes,
aunque es de noche. 20
El corriente que nace desta fuente
bien sé que es tan capaz y tan potente,
aunque es de noche.
Aquesta Eterna fuente está escondida
en este vivo pan por darnos vida, 25
aunque es de noche.
Aquí se está llamando a las criaturas
porque desta agua se harten aunque a escuras,
porque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo 30
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

- Fin. -





Otras a lo divino de Christo y el alma del mismo


Un pastorcico solo está penado
ageno de plazer y de contento
y en su pastora firme el pensamiento
y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por averle amor llagado 5
que no se pena en veerse así affligido,
aunque en el coraçón está herido,
mas llora por pensar que está olbidado.

Que sólo de pensar que está olbidado
de su vella pastora con gran pena 10
se dexa maltratar en tierra agena
el pecho del amor mui lastimado.

Y dize el pastorcico: ¡Ay desdichado
de aquel que de mi amor a hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia 15
el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cavo de un gran rato se a encumbrado
sobre un árbol do abrió sus braços vellos,
y muerto se ha quedado asido dellos
el pecho del amor muy lastimado. 20

Fin





Romances sobre el Evangelio «In principio erat Verbum» acerca de la Sanctíssima Trinidad


1.º
En el principio morava
el Verbo y en Dios vivía
en quien su felicidad
infinita posseýa.
El mismo Verbo Dios era 5
que el principio se dezía.
Él morava en el principio
y principio no tenía.
Él era el mismo principio
por eso dél carecía, 10
el Verbo se llama Hijo
que del principio nacía.
Hale siempre concevido
y siempre le concevía;
dale siempre su sustancia 15
y siempre se la tenía.
Y assí la gloria del Hijo
es la que en el Padre avía
y toda su gloria el Padre
en el Hijo posseýa. 20
Como amado en el amante
uno en otro residía,
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía.
Con el uno y con el otro 25
en ygualdad y valía
tres Personas y un Amado
entre todos tres avía.
Y un amor en todas ellas
un amante los hazía, 30
y el amante es el amado
en que cada qual vivía.
Que el ser que los tres posseen
cada qual le posseýa
y cada qual dellos ama 35
a la que este ser tenía.
Este ser es cada una
y este solo las unía
en un inefable modo
que dezirse no savía. 40
Por lo qual era infinito
el amor que los unía
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se dezía;
quel amor quanto más une 45
tanto más amor hazía.


De la communicación de las tres personas
2.º
En aquel amor inmenso
que de los dos procedía
palabras de gran regalo
el Padre al Hijo dezía,
de tan profundo deleite 5
que nadie las entendía;
sólo el Hijo lo gozaba
que es a quien pertenecía.
Pero aquello que se entiende
desta manera dezía 10
-Nada me contenta, Hijo,
fuera de tu compañía.
Y si algo me contenta
en ti mismo lo quería
el que a ti más se parece 15
a mí más satisfazía.
Y el que nada te semeja
en mí nada hallaría
en ti solo me e agradado
¡o vida de vida mía! 20
Eres lumbre de mi lumbre
eres mi sabiduría,
figura de mi substancia
en quien bien me complazía.
Al que a ti te amare Hijo 25
a mí mismo le daría
y el amor que yo te tengo
esse mismo en él pondría
en razón de aver amado
a quien yo tanto quería. 30


De la creación
3.º
-Una esposa que te ame
mi Hijo darte quería
que por tu valor merezca
tener nuestra compañía
y comer pan a una mesa 5
del mismo que yo comía,
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía
y se congracie commigo
de tu gracia y loçanía. 10
-Mucho lo agradezco Padre
-el Hijo le respondía-,
a la esposa que me dieres
yo mi claridad daría
para que por ella vea 15
quánto mi Padre valía
y cómo el ser que posseo
de su ser lo recevía.
Reclinarla e yo en mi braço
y en tu amor se abrasaría 20
y con Eterno deleite
tu bondad sublimaría.


Prosigue
4.º
-Hágase pues -dixo el Padre-,
que tu amor lo merecía.
Y en este dicho que dixo
el mundo criado avía.
Palacio para la esposa 5
hecho en gran sabiduría
el qual en dos aposentos
alto y baxo dividía.
El baxo de differencias
infinitas componía 10
mas el alto hermoseava
de admirable pedrería.
Porque conozca la esposa
el Esposo que tenía
en el alto colocava 15
la angélica jerarchía,
pero la natura humana
en el baxo la ponía
por ser en su ser compuesta
algo de menor valía. 20
Y aunque el ser y los lugares
desta suerte los ponía,
pero todos son un cuerpo
de la esposa que dezía:
que el amor de un mismo Esposo 25
una esposa los hazía;
los de arriva posseýan
al Esposo en alegría,
los de abaxo en esperança
de fee que les infundía 30
diziéndoles que algún tiempo
él los engrandecería,
y que aquella su baxeza
él se la levantaría
de manera que ninguno 35
ya la vituperaría,
porque en todo semejante
él a ellos se haría,
y se vendría con ellos
y con ellos moraría 40
y que Dios sería hombre
y que el hombre Dios sería
y que trataría con ellos
comería y bebería,
y que con ellos continuo 45
él mismo se quedaría
hasta que se consumase
este siglo que corría
quando se gozaran juntos
en Eterna melodía; 50
porque él era la cabeça
de la esposa que tenía
a la qual todos los miembros
de los justos juntaría,
que son cuerpo de la esposa 55
a la qual Él tomaría
en sus braços tiernamente
y allí su amor le daría,
y que assí juntos en uno
el Padre la llevaría 60
donde del mismo deleite
que Dios goza gozaría,
que como el Padre y el Hijo
y el que de ellos procedía
el uno vive en el otro; 65
assí la esposa sería
que dentro de Dios absorta
vida de Dios viviría.


Prosigue
5.º
Con esta buena esperança
que de arriva les venía
el tedio de sus trabajos
más leve se les hazía,
pero la esperança larga 5
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les affligía.
Por lo qual con oraciones
con suspiros y agonía 10
con lágrimas y gemidos
le rogavan noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.
Unos dezían: ¡O si fuesse 15
en mi tiempo la alegría!
Otros: Acava, Señor,
al que as de embiar embía.
Otros: ¡O si ya rompiese
essos cielos y vería 20
con mis ojos que baxases
y mi llanto cessaría!
Regat nuves de lo alto
que la tierra lo pedía,
y ábrase ya la tierra 25
que espinas nos produzía,
y produzga aquella flor
con que ella florecía.
Otros dezían: ¡O dichoso
el que en tal tiempo sería 30
que merezca beer a Dios
con los ojos que tenía,
y tratarle con sus manos
y andar en su compañía
y gozar de los misterios 35
que entonces ordenaría!


Prosigue
6.º
En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado avía
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
quando el viejo Simeón 5
en deseo se encendía
rogando a Dios que quisiese
dexalle ver este día.
Y assí el Espíritu Sancto
al buen viejo respondía 10
que le dava su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viesse
que de arriva descendía,
y que él en sus mismas manos 15
al mismo Dios tomaría
y le tendría en sus braços
y consigo abraçaría.


Prosigue la Encarnación
7.º
Ya que el tiempo era llegado
en que hazerse convenía
el rescate de la esposa
que en duro yugo servía,
debaxo de aquella ley 5
que Moysés dado le avía
el Padre con amor tierno
desta manera dezía:
-Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu ymagen hecho avía 10
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía,
pero diffiere en la carne
que en tu simple ser no avía.
En los amores perfectos 15
esta ley se requería,
que se haga semejante
el amante a quien quería
que la mayor semejança
más deleite contenía; 20
el qual sin duda en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
-Mi voluntad es la tuya 25
-el Hijo le respondía-,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza dezía 30
porque por esta manera
tu vondad más se vería;
veráse tu gran potencia
justicia y sabiduría
yrélo a dezir al mundo 35
y noticia les daría
de tu belleza y dulçura
y de tu soberanía;
yré a buscar a mi esposa
y sobre mí tomaría 40
sus fatigas y trabajos
en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría
y sacándola del lago 45
a ti te la bolvería.


Prosigue
8.º
Entonces llamó un archángel
que Sant Gabriel se dezía,
y embiólo a una donzella
que se llamava María,
de cuyo consentimiento 5
el misterio se hazía,
en el qual la Trinidad
de carne al Verbo vestía.
Y aunque tres hazen la obra
en el uno se hazía, 10
y quedó el Verbo encarnado
en el bientre de María.
Y el que tiene sólo Padre
ya también madre tenía
aunque no como qualquiera 15
que de varón concevía,
que de las entrañas de ella
él su carne recevía,
por lo qual Hijo de Dios
y del hombre se dezía. 20


Del nacimiento
9.º
Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer avía,
assí como desposado
de su tálamo salía,
abraçado con su esposa 5
que en sus braços la traýa,
al qual la graciosa madre
en un pesebre ponía
entre unos animales
que a la sazón allí avía. 10
Los hombres dezían cantares
los ángeles melodía
festejando el desposorio
que entre tales dos avía;
pero Dios en el pesebre 15
allí llorava y gimía
que eran joyas que la esposa
al desposorio traýa;
y la madre estava en pasmo
de que tal trueque veýa, 20
el llanto del hombre en Dios
y en el hombre el alegría,
lo qual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.

Finis





Otro del mismo que va por «Super flumina Babilonis»


Encima de las corrientes
que en Babilonia hallava,
allí me senté llorando
allí la tierra regava,
acordándome de ti 5
¡o Sión!, a quien amava.
Era dulce tu memoria
y con ella más llorava.
Dexé los traxes de fiesta
los de trabaxo tomava, 10
y colgué en los verdes sauzes
la música que llevaba
puniéndola en esperança
de aquello que en ti esperava.
Allí me hyrió el amor 15
y el coraçón me sacava.
Díxele que me matase
pues de tal suerte llagava;
yo me metía en su fuego
sabiendo que me abrasava, 20
desculpando al avezica
que en el fuego se acababa;
estávame en mí muriendo
y en ti solo respirava;
en mí por ti me moría 25
y por ti resucitava,
que la memoria de ti
daba vida y la quitava.
Gozábanse los estraños
entre quien cautivo estava. 30
Preguntávanme cantares
de lo que en Sión cantava:
-Canta de Sión un hynno,
veamos cómo sonava.
-Dezid, ¿cómo en tierra ajena 35
donde por Sión llorava
cantaré yo la alegría
que en Sión se me quedava?
Echaríala en olbido
si en la ajena me gozava. 40
Con mi paladar se junte
la lengua con que hablava
si de ti yo me olbidare
en la tierra do morava.
Sión, por los verdes ramos 45
que Babilonia me dava,
de mí se olbide mi diestra
que es lo que en ti más amava,
si de ti no me acordare
en lo que más me gozava, 50
y si yo tuviere fiesta
y sin ti la festejava.
¡O hija de Babilonia
mísera y desventurada!
Bienaventurado era 55
aquel en quien confiava,
que te a de dar el castigo
que de tu mano llevava,
y juntará sus pequeños
y a mí, porque en ti esperava, 60
a la piedra que era Christo
por el qual yo te dexava.

Debetur, soli gloria vera Deo.

AGUAS SALOBRES --- Mario Levrero

Mario Levrero



AGUAS SALOBRES


..
El feto apareció envuelto en trapos sucios y manchados de sangre. El Capitán ordenó que se lo dieran a los chanchos. Varios días después, ante la sorpresa general, vino el Jorobadito con la noticia de que el feto vivía y tenía los ojos abiertos. Herminia, la chancha más feroz, hirsuta y grosera, la menos sospechable de instinto maternal, lo defendió de nosotros con dientes y uñas. De algún modo se las había ingeniado para hacerlo vivir y ahora quería retenerlo. Se lo dejamos, no sin que antes el Jorobadito perdiera la mano derecha. Lo curamos como pudimos, porque allí no había médicos, y él juró vengarse.

Le llevó varios meses, entre su curación y el trabajo práctico, obtener la caja obscura de torturar chanchos. El Capitán lo dejó hacer, a condición de que no se perdiera una gota de sangre: a nosotros nos gustaban mucho las morcillas, y por otra parte estábamos definitivamente hartos de comer pescado. Somos pescadores. Vivíamos de la pesca. Y como en la costa eran todos pescadores como nosotros, no había a quien venderle nuestra mercadería ni fórmulas posibles de intercambio: comíamos pescado... Por eso apreciábamos al Jorobadito, el único entre nosotros con talento para la cría de chanchos y fabricación de embutidos. Y la Gorda se ocupaba de los sembrados.

Se pensó en la Gorda como origen del feto. No había pruebas, pero ella era la única mujer apropiada para disimular un embarazo entre tanta cantidad de grasa. Otros, y especialmente después de la historia de la supervivencia del nonato en manos de la chancha, hablaban de milagros. Pero había puntos dudosos en esta teoría: el milagro provendría del Cristo Atlante de Desdémona, ese cristo sonriente, irritante, con cabeza de pez, y por tanto poco inclinado a milagrear un feto enteramente humano. Si hubiese aparecido una sirena no habríamos tenido dudas.

Yo no presté al principio mayor atención a estos sucesos. Me sentía perturbado y un poco, yo mismo, como una especie de feto mental, y quería nacer. Mi tendencia a la mutación se evidenciaba en un rechazo por lo salado: me asqueaba comer pescado, me asqueaba el gusto del sexo de Desdémona, me asqueaba el agua del mar, que trataba de no tragar cuando nadaba. Pero era verano. Un verano muy cálido. Abundaba el pescado, la necesidad sexual era intensa, y había que meterse en el mar. Yo corporizaba el rechazo a esta vida en la costa vomitando varias veces al día. Y me rompía la cabeza buscando una fórmula para alejarme de allí definitivamente, sin encontrar, en mi indigencia material y afectiva, ninguna solución.

Por esa época apareció también el caballo blanco. Era una bestia llena de salud e inteligencia, que nadie, en mucho tiempo, pudo montar. Era joven. Tenía una mirada simpáticamente maligna; acostumbraba a mirarnos de reojo, como burlándose. No se nos ocurrió, entonces, relacionarlo con el feto, ni se habló de milagros. Yo no sostengo ninguna teoría: simplemente me limito a dar una información subjetivamente completa. No se tenía en cuenta, si bien luego pareció evidente, que la única ocupación de Tulio, el caballo blanco, era verificar día a día el rápido y desmesurado crecimiento del feto, siempre bajo el cuidado de Herminia.

El Jorobadito acumulaba rencor y piecitas misteriosas que integrarían su caja obscura. Aunque sin acercarme a su eficacia y pulcritud en el manejo del chiquero, yo vi peligrosamente acrecentadas mis tareas al tener que sustituirlo en la suya: nunca más quiso saber de chanchos, excepto en aquel día señalado para el sacrificio de la chancha maternal.

Mis otras tareas eran más bien agrícolas. Ayudaba a la Gorda en ciertas manipulaciones en los sembrados, y sobre todo me encargaban de mantener espantados del lugar a los gorriones. Cuando apareció Tulio tuve también que alimentarlo y cepillarlo. Me fastidiaba esa limitación de mi independencia, pero hice buenas migas con el caballo blanco y me gustaba atender sus reclamos. Lo del chiquero, en cambio, rebasó los límites. Hablé seriamente con el Capitán; él me pidió paciencia y se comprometió por su parte a meter en vereda al Jorobadito apenas lo viera recuperado.

Los viernes eran mis días libres de las tareas, pero obligatoriamente destinados a la glorificación del Cristo-Pez. Desdémona, de caderas de yegua, rubia y alta, de larga melena, y a quien nadie le había podido ver los pechos que bajo la ropa aparentaban ser explosivamente exuberantes, Desdémona era la fundadora de una religión. Había ideado una cosmogonía perfecta, y perdía la vida en sus predicaciones: araba en el desierto. Yo era el único adepto fiel, y más bien por razones eróticas. El Capitán, controlado por su mujer, no podía ni sonar en acercarse al templete. Los otros varones eran tan poco deseables que Desdémona no ponía mucho entusiasmo: el Jorobadito, el Tuerto, el viejo Matías. Las mujeres más bien tendían a creer, pero el rito les estaba vedado por razones obvias, aunque tengo mis sospechas de que especialmente con Leonor, de aplastante virilidad, se celebraron secretamente algunas misas.

Creo que mi afición por el dibujo, y un cierto talento desarrollado en ese sentido, se los debo a los pechos ocultos de Desdémona. El afán de concretizar las imaginerías me llevaba a llenar hojas y hojas con las formas posibles. Encontraba más verosímil que otras la de pera, abultada en la base, con unos pezones que no se decidían del todo a apuntar hacia abajo.

En la religión de Desdémona había elementos muy atractivos. Se glorificaba el viernes en honor a Venus, planeta origen de los dioses que aposentaron sus reales en la Atlántida terrestre, hoy desaparecida a causa de una explosión atómica. Los dioses, de forma humana, crearon a los peces; del apareamiento de éstos con ciertos dioses enamorados de su propia obra, nació la raza de las sirenas. Había sirenas al derecho y al revés, es decir, con cola de pez o con piernas de gente. Cuando el Cristo Atlante vino a redimir a esta raza maldita, fue crucificado. Y la raza desapareció, al menos de la vista. Desdémona aseguraba que en sitios ocultos están todavía aguardando algunos de ellos. A las venus que andan por el mundo, antiguas reliquias a las que les falta algún pedazo, la cabeza, los brazos, las piernas, les falta, según Desdémona, porque eran partes de pescado. Y la Iglesia Católica, junto con los Masones y los Judíos, hicieron lo posible por borrar los rastros.

Hubo un rastro que sin embargo no pudieron borrar. Está al alcance de todo el mundo. Un hueso de tiburón -producido mediante mutaciones genéticas de laboratorio, por la raza que quiso dejar su huella- representa a este Cristo-Pez crucificado. En nuestras costas abundan estos huesos, a los cuales los pescadores no dan ninguna importancia. Parece ser que cuando Desdémona, a los doce años, vio uno de ellos por primera vez, coincidiendo con su primer período menstrual, tuvo la revelación divina que la llevó a fabricar su religión sin la menor dificultad y, lo que es más interesante, sin necesidad de ocultar ningún texto. Por otra parte, ella nunca aprendió a leer.

El ícono es un hueso plano que de lejos parece un crucifijo común y corriente, de líneas curvas y elegantes, color marfil. Sobresaliendo de esta base achatada se distingue perfectamente una figura casi humana, de finos y largos brazos crucificados, de piernas también humanas, pero con cabeza de pez. Y sonríe. Sonríe con un aire de triunfo que no tiene en absoluto el Cristo de los católicos.

Desdémona había fabricado un templete y un altar para el ícono. Y sobre este altar alfombrado de terciopelo rojo celebraba cada viernes el rito de beber la sangre de su Señor, que venía a ser no otra cosa que mi propia esperma. El espermatozoide, forma acuática que luego perdemos por culpa de un pecado original de la raza de las sirenas, es el legado directo de los dioses venusinos. Desdémona, habiendo hecho voto de castidad desde la revelación, se mantuvo virgen. Sólo se permitía el alivio religioso de retribuirme con sus secreciones marinamente salobres para santificarme cada viernes, a cambio de mi savia. La única relación normal que yo había tenido alguna vez con una mujer, fue con la Gorda. No me gustó. Por estos motivos, por los ritos y el pescado y la arena y la sal, quería salir en busca de nuevos horizontes.

Pasaban los días con la sola variante del rápido crecimiento del feto, quien ya amagaba pararse sobre sus piernitas endebles; todo lo demás seguía igual, hasta que al Capitán se le ocurrió fijar fecha para el sacrificio de Herminia, porque estaba a punto y porque se terminaba, ya, nuestra provisión de embutidos.

Entonces el Jorobadito trabajó como negro, día y noche, con su única mano, para poder llegar a tiempo. Trabajaba secretamente en el taller; no quería que nadie se enterara de los detalles. Pero con todo se filtró el chisme de que había aparatos eléctricos.

La caja estuvo terminada un día antes de la fecha fijada por el Capitán. Con su parche sobre el ojo izquierdo, su gorra marinera Y su pata de palo, la palabra del Capitán era ley. Por eso el Jorobadito, borracho de sueno y de cansancio, ni pensó en solicitar una postergación. La Gorda, siempre maternal, fabricó una jaula como de cotorra, pero más grande, y con una especie de nido de lanas y plumas. Cuando metimos a la chancha adentro de la caja obscura, la Gorda se llevó el feto a la jaula. Y cuando Herminia empezó a gritar, verdaderamente como una marrana, el feto, aferrado a los barrotes y con una mirada de loco impresionante se alzó por fin sobre sus piernitas chuecas y rechinó los dientes y dijo sus primeras palabras:

- ¡Hijos de puta!

El suplicio no pudo prolongarse como habría querido el Jorobadito porque los gritos nos ponían nerviosos. No tengo idea del método de tortura inventado por esa mente retorcida, pero creo que trascendía el mero electroshock. Don Matías se echó encima de la pierna un chorro de agua caliente del termo. La Gorda, siempre tan cuidadosa de su femineidad, tuvo la desgracia de dejar escapar públicamente un flato. Desdémona me llevó a un rincón, me mordió un hombro con furia, y aunque era jueves fuimos al templete. Cuando el Capitán sopló su pipa en vez de chuparla y el tabaco encendido casi le quema el ojo sano, decidió poner fin a la situación. Nos subimos a un árbol y abrimos la puerta de la caja obscura con un palo que tenía un gancho en la punta. Herminia salió en un galope demencial, no encontró a nadie a quien embestir, se revolcó en los sembrados y en los charcos, siempre gritando, y por fin se suicidó dándose de cabeza contra el ombú.

El feto apartó los barrotes doblándolos sin dificultad con sus manitos, y cuando bajábamos del árbol nos estaba mirando y nos dimos cuenta que estábamos definitivamente bajo su dominio. Ante su mirada nos sentimos todos más que avergonzados; nos sentimos completamente desnudos en nuestro infantilismo cruel. El Jorobadito se metió solo adentro de la caja obscura. Estuvo gritando exactamente como Herminia durante tres días y tres noches que para nosotros fueron insoportables. Al tercer día no se oyó más nada, y le dimos cristiana sepultura cerca del pozo negro, sin abrir la caja. El feto volvió un tiempo a su jaula. Parecía calmado.

Se desarrolló a su manera, y nunca pudimos ponerle un nombre. En pocos meses se hizo adulto. Alcanzó su estatura definitiva, unos ochenta centímetros, y era todo cabeza, de frente abultada y ojos chiquititos bajo párpados gruesos y pesados, y la cabeza era toda pelos y dientes: unos dientes siempre apretados y visibles, que los labios gruesos y curvados hacia abajo mostraban en una clara expresión de odio y disgusto.

La Gorda le preparaba una papilla inmunda, y se la hacía sorber por medio de una bombilla. Algo como carne de pescado triturada, legumbres, etcétera. Tulio, el caballo blanco, se arrodillaba amorosamente para que él pudiera trepársele, agarrado a las crines, y allá salían los dos, en un galope furioso. Tulio, expresando su juventud y alegría de vivir; un galope vital que a veces parecía un vuelo. El feto, gritando y chillando, descargando su odio sobre las tierras, de la costa, histerizando a todo el mundo. Empezamos a tener mala fama en la zona.

El Capitán perdía autoridad. Se ocupaba, ahora, él mismo de los chanchos. Sólo cuando salían de pesca en los frágiles botecitos, con el Tuerto, Leonor y el viejo Matías, yo me sentía un poco culpable y me hacía cargo del chiquero. Pasaba la mayor parte del tiempo tratando de comprobar una teoría que se me había ocurrido: de golpe se me metió en la cabeza que la Atlántida estaba por allí nomás, en algún charco o en la laguna, y que nadie la veía porque era muy chica. Pero me faltaban elementos técnicos, y no hacía más que bucear y chapotear sin otro resultado que el placer de mojarme. El feto se cansó de la papilla y por fin pude verle los pechos a Desdémona. La hizo desnudarse de la cintura para arriba, y como acunado en sus brazos empezó a mamar. Curiosamente, la virgen tenía leche. Un día formé un aparte con ella y llegué a probársela: era extremadamente dulce y tibia. De pronto algo me sacó de la embriaguez y vi al feto, allí parado con sus ojos fulminándome, y supe que estaba condenado a muerte. Esperé, sin poder moverme.

Se interpuso Tulio. Pasó entre los dos, balanceándose con un relincho suave, y cuando terminó de pasar el feto me miraba de otra manera. No digo que con amor, pero de ahí en adelante quedé marginado de sus perrerías.

Abandonó para siempre la jaula y se instaló en Desdémona. Ella dejó sus misas de los viernes, y Tulio me llevó a un poblado vecino donde logré hacer amistad con una niña más o menos de mi edad, no tan exuberante como Desdémona pero mucho menos loca. El feto ordenó destruir el templete. Se conservó, sin embargo, el ícono del Cristo-Pez, colgando entre los pechos de Desdémona. Estos pechos, entre otras, tuvieron la virtud de privarnos para siempre de la presencia del viejo Matías: cuando la vio desnuda por primera vez le vino algo al corazón y se murió. La Gorda, que se sentía celosa y desplazada, tuvo la mala idea de pasearse desnuda entre nosotros para tentar al feto con su abundancia maternal. El se rió a carcajadas, francamente, creo que por única vez en su vida, y nosotros disimulábamos dando vuelta la cara o acomodando innecesariamente algunos implementos. Por fin la Gorda se consiguió un cachorro de lobo y nos dejó en paz.

Tulio apareció un día con amigos equinos encontrados, no se sabe dónde; una tropilla joven y briosa, entre salvaje y amable al estilo de Tulio. Fue como una orden para que el feto se pusiera en marcha y comenzara a construir su imperio. Yo, por las dudas, me fui mudando de a poco al poblado de mi amiguita y después, también por las dudas, un poco más lejos, a la ciudad. Pero fue un proceso lento y disimulado, y en verdad nunca logré irme del todo. Algo me tenía atado a la pequeña comunidad pesquera.

La construcción del imperio fue desordenada. El feto parecía saber lo que quería, pero tal vez no lograba aún controlar bien las cosas o, tal vez, al mismo tiempo quería divertirse. Lo cierto es que todo empezó con las tropelías. Al frente iba él, agarrado a las crines de Tulio, chillando y gritando; casi a su lado Desdémona, sobre un caballo parecido, con pantalones de montar que se fabricó ella misma y con los pechos desnudos saltando pesadamente junto con el crucifijo. Detrás el Capitán, armado hasta los dientes, y su oscura mujer, y Leonor, que parecía nacida sobre un caballo, elegante y lésbica, vestida toda de negro con un traje ajustado de solapas brillantes, y el Tuerto, y la Gorda, buen jinete a pesar de los kilos. Mataban y saqueaban, incendiaban y destruían innecesariamente. Sembraban el terror.

Después empezaron a traerse niños y mujeres, y algunos homúnculos con vocación de esclavos. Se formó a nuestro alrededor una especie de colonia que crecía rápidamente. Todos trabajaban como locos, fustigados con ferocidad por el feto lleno de odio y delirios de grandeza. Su radio de acción se fue extendiendo. Las tropelías contaban con más gente. Yo, contrariamente a lo que podría suponerse, abandoné mis pretensiones de alejarme y me instalé con mi mujer otra vez en la costa. Nuestro lugar, en sí mismo, no había cambiado mucho.

Me dediqué a observar el proceso sin intervenir, y como por deporte -cuando ya hasta Desdémona había olvidado su religión, y el Crucifijo se había desprendido de su cuello en alguna correría y perdido para siempre-, yo seguía buscando la Atlántida en los charcos que todavía quedaban y buceando en la laguna. Una vez creí ver algo en el fondo, pero me di cuenta que estaba a punto de ahogarme, lleno de placer, y con un tremendo esfuerzo de voluntad salí a la superficie.

El feto cambió a Desdémona por un grueso habano, y se hizo hacer una capa dorada y roja y un trono de emperador. Envejecía a ojos vistas. El pelo hirsuto se le volvió blanco casi de un día para otro. Una vez que fui a verlo ya tenía una corona de oro sobre su cabezota, Y los ojos le refulgían malignamente entre el humo del cigarro.

Comenté con el Capitán que todo aquello era ridículo. Y la repetición de las tropelías, una cierta mecanización donde el único que gozaba era el feto, siempre histérico como el primer día, nos estaba mortificando a todos. Aun Tulio tenía la mirada tristona.

- Habría que hacer algo - le dije al Capitán.

- Quién le pone cascabel al gato - respondió.

Al fin, como la furia del Emperador había llegado ya a los alrededores de la ciudad, las autoridades comenzaron a dar crédito a los rumores y se decidieron a tornar cartas en el asunto. Primero aparecieron unos funcionarios grises, de bigote fino, que se destacaban groseramente entre nosotros aunque no hicieron nada. Luego mandaron un contingente armado. Era muy pequeño, y en una batalla memorable donde el feto brilló como nunca y hasta alcanzó el heroísmo, el Gobierno fue ominosamente derrotado.

A los pocos días Desdémona se sintió mal. Se revolcaba en la cama, agarrándose el vientre y chillando como Herminia y el Jorobadito adentro de la caja obscura. Al mismo tiempo, el feto empezó a sudar y temblar y se le cayó el pelo, junto con la piel y los dientes. Todos corríamos de un lado a otro, entrechocándonos e impartiendo órdenes imprecisas, realmente sin saber qué hacer.

De pronto se hizo un silencio total, una pausa que fue rota de inmediato por un llanto de bebé. Era un bebé gordito y rosado, rozagante y hermoso, que la Gorda llevó a una Desdémona pálida, ya aliviada y casi sonriente. Se lo puso junto al pecho y Desdémona lo sostenía con un brazo y Io miraba amorosamente mientras le buscaba, a ciegas, el pezón. Era el fin de ese tiempo tan apretado de cosas y lleno de tanto sufrimiento: el feto había nacido.

Cuando las tropas gubernistas volvieron en serio, con tanques, cañones y metralletas, se llevaron una desilusión. Ya que estaban fusilaron a dos o tres tipos, y bombardearon algunos edificios, entre ellos un rascacielos que recién empezaba a construirse por orden del Emperador en su último delirio. Se fueron con las manos vacías, sin encontrar resistencia y sin comprender.

La vida en la costa tomó otras formas. A veces me gusta pasearme entre las ruinas del rascacielos frustrado, unas ruinas musgosas y grises, de aspecto milenario a la luz de la luna, de aspecto atlante, verdoso y mágico a la luz de la luna.





FIN



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