Una
Historia Corta del MundoDisco
Terry
Pratchet
Era una bonita mañana de verano, de
esas que hacen a un hombre feliz de estar vivo. Y, probablemente, este hombre
hubiera sido más feliz si hubiera estado vivo. De hecho, estaba muerto. Sería
difícil estar más muerto sin someterse a entrenamiento especial.
"Bueno", dijo el sargento
Colon (Guardia de la ciudad de Ankh-Morpork, turno de noche), consultando su
libreta, "hasta ahora tenemos como causas de la muerte: (a) ser golpeado
con al menos un instrumento romo, (b) ser estrangulado con una ristra de
longanizas, y (c) ser brutalmente rajado por al menos dos animales con dientes
grandes y afilados. ¿Qué hacemos ahora, Nobby?"
"Arrestar al sospechoso,
sargento", dijo el cabo Nobbs, saludando.
"¿Sospechoso, Nobby?"
"Él", dijo Nobby, tocando el
cadáver con su bota. "A mí me parece altamente sospechoso, estar muerto de
esa manera. Además, ha bebido. Podríamos arrestarle por estar muerto y desorden
público".
Colon se rascó la cabeza. Arrestar al
cadáver ofrecía, desde luego, ciertas ventajas, pero...
"Supongo", dijo lentamente,
"que el capitán Vimes querrá resolver esto. Mejor llévatelo a la Casa de
la Guardia, Nobby".
"¿Y entonces nos podremos comer
las longanizas, sargento?", dijo el cabo Nobbs.
No era fácil ser el jefe de la Guardia
de Ankh-Morpork, la más grande de las ciudades del Mundodisco. Probablemente
hay mundos, meditaba el capitán Vimes en sus momentos más oscuros, donde no hay
magos (que convierten una simple habitación cerrada en un misterio) o zombis
(los casos de asesinato son realmente extraños
cuando la víctima puede ser el testigo principal), y donde puedes confiar en
que los perros no harán nada raro por las noches ni irán por ahí charlando con
la gente. El capitán Vimes creía en la lógica de la misma forma en que un
hombre del desierto creería en el hielo... Es decir, era algo que realmente
necesitaba, pero, simplemente, éste no era el mundo apropiado. Aunque sólo
fuera una vez, pensó, estaría bien resolver algo.
Miró el cuerpo, cuya cara se estaba
poniendo azulada, en la camilla, y sintió una diminuta ráfaga de emoción. Había
pistas. Jamás antes había visto pistas como deben de ser.
"No puede haber sido un robo,
capitán", dijo el sargento Colon, "porque sus bolsillos están llenos
de dinero. Once dólares".
"Yo no llamaría "llenos"
a once dólares", dijo el capitán Vimes.
"Está todo en peniques y medios
peniques, señor. Me impresiona que los pantalones soportaran la tensión. Y,
astutamente, he descubierto que se dedicaba al espectáculo, señor. Tenía
algunas tarjetas en el bolsillo, señor. "Chas Slumber, Espectáculos Para
Niños"."
"Supongo que nadie vio
nada...", dijo Vimes.
"Bueno, señor", respondió el
sargento Colon con ánimo, "le he dicho al agente Zanahoria que encontrara
algún testigo".
"¿Le pediste al agente Zanahoria
que investigara un asesinato? ¿Él solo?", dijo Vimes.
El sargento se rascó la cabeza.
"Y él me preguntó: ¿Conoces a alguien
muy viejo y seriamente enfermo?"
Y en el mágico Mundodisco, siempre hay
un testigo garantizado en cualquier
homicidio. Es su trabajo.
El agente Zanahoria, el miembro más
joven de la Guardia, a menudo parecía simple a la gente. Y lo era. Era
increíblemente simple, pero de la misma forma que una espada es simple, o que
una emboscada es simple. Posiblemente, también tenía el pensamiento más lineal
de la historia del universo.
Había estado esperando junto a la cama
de un anciano, que había disfrutado bastante la compañía. Y ahora llegaba el
momento de sacar la libreta.
"Bien. Sé que vio algo,
señor", dijo. "Usted estuvo allí".
BUENO, SÍ -dijo la Muerte-. TENGO QUE
ESTAR, YA SABES. PERO ESTO ES MUY IRREGULAR.
"Verá, señor", dijo el agente
Zanahoria, "tal como yo entiendo la ley, usted es un Testigo Posterior Al
Hecho. O posiblemente Anterior Al Hecho".
JOVEN, YO SOY EL HECHO.
"Y yo soy un agente de la
Ley", contestó Zanahoria. "Ha de haber una ley, ya sabe".
Y QUIERES QUE... ¿CÓMO ERA?... ¿ME
CUBRA DE HIERBA? ¿COJA LA CABRA POR LOS CUERNOS?... AH, SÍ. ¿QUIERES QUE CANTE
COMO UN PAJARITO? NO. NADIE MATÓ AL SR. SLUMBER. NO PUEDO AYUDARTE EN ESTO.
"No lo sé, señor", dijo
Zanahoria. "Creo que ya lo ha hecho".
MIERDA.
La Muerte vio marchar a Zanahoria,
agachando la cabeza mientras bajaba las estrechas escaleras del cuchitril.
A VER, DÓNDE ESTABA...
"Perdona", dijo el anciano en
la cama. "Resulta que tengo 107 años, ¿sabes? No dispongo de todo el
día".
AH, SÍ. CORRECTO.
La Muerte afiló su guadaña. Era la
primera vez que ayudaba a la policía con sus investigaciones. Pero todo el
mundo tiene un trabajo que hacer.
El agente Zanahoria paseaba con calma
por la ciudad. Tenía una Teoría. Había leído un libro sobre Teorías: se sumaban
todas las pistas y se obtenía una Teoría. Todo tenía que encajar.
Había longanizas. Alguien tenía que
comprar longanizas. Y había peniques. Normalmente, sólo un subsector de la raza
humana pagaba las cosas en peniques.
Llamó a la puerta de un vendedor de
longanizas. Encontró un grupo de niños, y charló con ellos un rato.
Entonces paseó de vuelta a la escena
del crimen, conde el cabo Nobbs había dibujado con tiza la silueta del cadáver
en el suelo (después lo había coloreado, le había añadido una pipa y un bastón
y algunos árboles y arbustos como fondo... La gente ya había dejado caer 7
peniques en su casco). Prestó atención a la pila de escombros del fondo, y
entonces se sentó en un barril quebrado.
"Muy bien... Ya podéis
salir", dijo al mundo en general. "No sabía que aún quedaran gnomos
en el disco".
Los escombros se movieron. Salieron
todos: el pequeño hombre con el sombrero rojo, el jorobado con su nariz
puntiaguda, la pequeña mujer llevando al diminuto bebé, el pequeño policía, el
perro con el collar en el cuello, y el cocodrilo.
Zanahoria se sentó y escuchó.
"Él nos obligó a hacerlo",
dijo el pequeño hombre. Tenia la voz sorprendentemente profunda. "Solía
pegarnos. Incluso al cocodrilo. Era la única cosa que entendía, golpear las
cosas con palos. Y normalmente cogía todo el dinero que recolectaba el perro
Toby y se emborrachaba. Y entonces nosotros huimos y él nos capturó y empezó
con Judy y el bebé, y tropezó y cayó y..."
"¿Quién le golpeó primero?",
dijo Zanahoria.
"¡Todos nosotros!"
"Pero no muy fuerte", dijo
Zanahoria. "Sois demasiado pequeños. Vosotros no le matasteis. Tengo un
testimonio muy convincente sobre ello. Así que fui y le di otra mirada. Murió
por asfixia. ¿Qué es esto?"
Sostuvo en alto un pequeño disco de
cuero.
"Es una especie de bocina",
dijo el pequeño policía. "Lo usaba para las voces. Decía que las nuestras
no eran bastante divertidas".
"¡Así hay que hacer las
cosas!", dijo la llamada Judy.
"Estaba en su garganta", dijo
Zanahoria. "Os sugiero que huyáis. Tan lejos como seáis capaces".
"Hemos pensado en organizar una
cooperativa", dijo el jefe gnomo. "Ya sabes, drama experimental,
teatro callejero, ese tipo de cosas. Nada de pegarnos unos a otros con
palos..."
"¿Hacíais eso para entretener a
los niños?" -dijo Zanahoria.
"Él decía que era una nueva forma
de entretenimiento. Que gustaría a la gente".
Zanahoria se levantó, y tiró la bocina
al montón de escombros.
"A la gente nunca le
gustará", dijo. "Así no hay que hacer las cosas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario